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miércoles, noviembre 12, 2025

Gabriela Selgas: una vida marcada por la música y la enseñanza

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Diario EL PUEBLO digital

En cada nota, las historias de vida nos recuerdan que los sueños no tienen fecha de vencimiento, y que cuando la pasión es genuina, siempre encuentra su camino. La protagonista de hoy es Gabriela Selgas, una mujer cuya vida ha estado marcada por la música desde su infancia.

Con una sensibilidad profunda y un amor inquebrantable por el arte, Gabriela construyó su propio recorrido, desafiando los límites de su entorno y dejando que su voz se convirtiera en la guía de su destino. 

Su historia comienza en el medio rural, donde su abuela, sin saberlo, sembró la semilla de lo que sería una vocación eterna. Entre radios encendidas, melodías folclóricas y tardes en el Parque Harriague, aquella niña curiosa empezó a descubrir un universo sonoro que la acompañaría para siempre.

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Con el paso del tiempo, y ya instalada en la ciudad, Gabriela encontró en la música inglesa un nuevo despertar, una conexión que trascendía el idioma y la llevó a explorar el canto desde la emoción y la interpretación. 

A lo largo de los años, transitó distintas etapas: formó parte de coros, se formó como intérprete y más tarde encontró en la docencia una nueva forma de expresión. De la mano de grandes referentes, como María Servera de Duré, Gabriela aprendió que la enseñanza y el canto pueden ir de la mano, que el arte se comparte y se multiplica.

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Su historia está atravesada por la constancia, la fe en sí misma y la decisión de nunca abandonar lo que verdaderamente la hacía feliz. 

Hoy, además de desempeñarse como docente, continúa interpretando canciones en distintos escenarios de Salto, compartiendo esa pasión también con su hija, quien ha seguido sus pasos y la acompaña tanto en los escenarios como en las aulas.

Para Gabriela, la música no es solo un trabajo ni un pasatiempo: es su modo de vida, una extensión de su ser, una forma de comunicar y de conectar con los demás. 

Su mensaje es claro y alentador: “Que estudien música, que estudien lenguaje musical y que sigan sus sueños, que se puede”. Una frase que resume la esencia de su recorrido: perseverancia, vocación y amor por lo que se hace. 

Por tal motivo, la protagonista de la historia de vida de hoy es Gabriela Selgas 

“Muchas gracias por la convocatoria, que me hizo tener ganas de sumarme a tu propuesta y apoyarte en tu trabajo, que muy bien lo hacés, y siempre andás en Salto recogiendo historias de vida. Conozco ya la lectura de tus notas.” Así comenzó una charla amena con Gabriela. 

¿Cómo empieza tu pasión por la música? 

“Mi pasión por la música comienza desde muy niña. Fue mi abuela quien fue alimentando mi pasión por la música haciéndome escuchar radio, porque yo vivía en el medio rural, y siempre fue algo que me llamó la atención. Nací en el año 75, en una generación en la que estaba por surgir en el Uruguay la música inglesa.” 

“A mí me gustaba muchísimo el folclore y, aparte de que mi abuela me hacía escuchar cuando yo era niña, me llevaba al Parque Harriague a ver los recitales de folcloristas y de niños cantando, de conjuntos de niños cantando, que ahora ya no se estila más. Pero antes venían y había concursos para niños; los conducía siempre Carlos Ardaix. Concursaban los niños y había grupos de niños cantando en Salto.

Pero yo pasé directamente, siendo niña, del folclore a la música inglesa, a la música infantil. No pasé por la generación de antes de los 70, que era otro tipo de música, que es la generación anterior a la mía. Lo que recuerdo fue eso, donde comenzó por las raíces, por los géneros que quedaron bien marcados en mi vida.

Y cuando yo me vine a la ciudad, en el año 84, ya comencé directamente con la música inglesa. Mi familia no entendía cómo a mí me gustaba eso, que me encantaban los ritmos y toda la estructura de la música contemporánea, a pesar de no entender la letra.” 

Pasan los años, ¿y cómo sigue tu carrera con la música y el canto?

“Inmediatamente, en la década del 80, todo comienza con los coros con Victoria Chaibún, los coros en el colegio Santa Cruz, porque mi abuela quiso darme una educación católica. Y la educación católica tiene mucha música, no solamente en las misas sino en el colegio, y promueven todo lo que son los coros.

Comienza por ahí, pasé otra etapa y así seguí en el liceo. Pasa otra etapa en la que yo no quería ser una coreuta más, porque el coreuta busca la unidad del conjunto, que en el conjunto del coro haya una unidad musical donde todos interpreten de la misma manera.

Y yo quería buscar mi propia interpretación, entonces ya quería ser intérprete y busqué una profesora; no me convenció. Busqué otra profesora; tampoco me convenció. Y vine a dar, gracias a Dios y al universo, con María Servera de Duré, que era formadora de intérpretes. Eso marcó, en el año 98, cuando la conozco a esta señora que hoy por hoy es fallecida, pero fue mi madre en la música.

Y después sí estuve en el coro Cantares, y ahí fui avanzando. Pero María Cervera de Duré, junto con Héctor Duré —que fue un eximio tenor— y María Duré —que fue pianista y guitarrista, cantó en zarzuela y tuvo tratamiento de ópera, y se formó en la música popular—, fue el camino que yo encontré para hacer el canto desde la interpretación individual.” 

¿Tu familia qué opinaba sobre la música? 

“No sabían de dónde había salido yo, no conocían mis raíces, porque me decían: ‘¿De dónde? ¿De dónde?’. Porque mi familia era del campo y se dedicaba a las tareas de campo, a la parte de la gastronomía, de la alimentación. Toda mi familia tenía que ver con eso; mi abuela, corte y confección. No entendían por qué a mí me gustaba la música.” 

¿Llegaste a ser profesora de canto? 

“Antes de ser profesora, seguí con la música. Siempre, por cosas de la vida, tuve que trabajar. Dejé de estudiar, terminé el liceo sí, pero no pude continuar una carrera. Entonces dejé de estudiar, hice una pausa en mi vida. Venía estudiando hasta inglés también. Nunca había estudiado música, nunca había estudiado un instrumento. A mí nadie me mandó a estudiar ni danza, ni música, ni un instrumento. Yo iba a un colegio donde a todo el mundo lo mandaban a estudiar cosas, y yo no. Por cómo vos dijiste, historias de vida, por esas cosas.” 

“Trabajaba en un supermercado, pero yo sabía que en algún momento iba a volver a estudiar, porque extrañaba el olor de la madera, de los libros, de los lápices.” 

“Tenía muy claro cuál era mi destino y dónde iba a ser mi lugar. Sabía que las cosas que yo estaba haciendo en la vida eran transitorias, lo sentía así. Busqué en la Escuela Universitaria de Música; me dijeron: ‘Mirá que en la Universidad hay carreras de música’. Y busqué, cuando era Regional Norte todavía acá, dónde estaba la carrera de música. Entonces estaba en el cuarto piso de la Universidad; dentro de las facultades había algo que se llamaba Escuela Universitaria de Música, que no era facultad. ¿Qué era? Dependía de la Facultad de Bellas Artes de Montevideo, en cogobierno con la Escuela Universitaria de Música.” 

“Ahí encontré algo que me acercara al canto, porque no podía pasar la prueba de admisión de guitarra y de piano, porque yo recién estaba empezando a estudiar lectura musical, decodificar y estudiar instrumentos. Y estudié algo que era mi fuerte: mi voz y mi oído. Me metí en la carrera de Dirección Coral, hice la prueba de admisión, aprobé en febrero del año 2004. Y a los que eran mis patrones en mi trabajo privado les dije: ‘Muchas gracias por la oportunidad de mi vida, trabajé seis años, me voy a dedicar a estudiar’, ya que no pude llegar a un acuerdo porque necesitaba dos días libres en la semana. No pude llegar a un acuerdo y renuncié.” 

“Salvé la prueba de admisión en la Universidad; no caía que era universitaria.” 

“En el 2004, cuando yo dije ‘voy a empezar Dirección Coral’, María Servera me llevó de su mano al Colegio Salesianos y ahí comencé, porque nosotros no teníamos una práctica docente en territorio, como tienen los maestros que van a la escuela a hacer la práctica con niños. Nosotros, en la Universidad, teníamos práctica docente con docentes, y era un nivel mucho más elevado. Y María me dice: ‘Bueno, vos querés estudiar Dirección Coral, bueno, vamos al colegio a empezar a trabajar’. Y fui de su mano.” 

¿Cómo fue ese primer día cuando comenzaste? 

“Sin miedo a nada, disfrutando, porque para mí la música ya era mi modo de vida. Y tampoco me cuestionaba, ni era problema para mí enseñar. Un poco de metodología de la Universidad, que era mucho más elevada, pero después me fui adaptando y me fui ablandando de la estructura de la Universidad al colegio. Y es como que tuve esas dos posibilidades y oportunidades en la vida, que no se dan siempre, de alguien que te lleve de la mano y que te diga: ‘Vamos a hacer práctica docente’. Y trabajé tres años de manera honoraria. Después María se jubiló y quedé en su lugar.” 

Hoy en día, ¿hasta dónde llegaste? Porque podemos verte cantando en las diferentes pizzerías y con tu hija compartiendo la música. 

“¿A dónde me llevó? A la docencia. Y sí, me ven en los shows porque nunca dejé mi pasión. La música es mi modo de vida, no es mi trabajo.” 

“Trabajo como docente, pero también hago lo que a mí me gusta, que es la interpretación, el cantar, el ser solista. Y mi hija lo mamó desde los cuatro años; yo comencé a los veintiocho.” 

¿Qué sentís al cantar con tu hija? 

“Es algo muy lindo, son experiencias únicas en la vida. Que tu hija siga tus pasos, no, pero que se sume a la pasión y me acompañe en la escuela también, ayudándome con los niños, se siente muy bien. Pienso que tiene un camino largo por andar; le gusta muchísimo ser solista y la interpretación, igual que la madre.”

¿Qué le podés decir a esas personas que quieran comenzar con la música y no se animan? 

“Que estudien música, que estudien lenguaje musical y que sigan sus sueños, que se puede.”

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