El pasado sábado, hacíamos referencia al libro “Salto, un trocito de historia”, de cuya
publicación se están cumpliendo 30 años. Hemos seleccionado hoy algunas líneas de las
páginas que hablan de un hecho (o serie de hechos) que resultan particularmente interesante:
UN MES Y CINCO DÍAS SALTO FUE INDEPENDIENTE
“…La pequeña anécdota, que casi no ha sido recogida por los historiadores pues careció de
relevancia y no gravitó en la secuela de los acontecimientos políticos de la época, es la que
nos proponemos exhumar en esta nota (…).
Durante la presidencia de Juan Francisco Giró, que fuera electo por la Asamblea General el
1º de marzo de 1852, se vivió una etapa muy convulsionada en la escena política en razón de
los enfrentamientos entre blancos y colorados, a lo que se sumaba la injerencia de la
diplomacia del Imperio del Brasil, interviniendo alternativamente en favor de uno u otro
bando.
Vinculado con Salto cabría recordar que en el gobierno de Giró sólo hubo una elección de
legisladores para una vacante en la Cámara de Diputados. El candidato blanco era Francisco
Lecocq y el colorado Juan Carlos Gómez.
A pesar de que el jefe político del Departamento (Bernardino Alcain) era blanco, los
comicios fueron correctos y muy reñidos, venciendo Gómez por 274 votos contra 269 de
Lecocq. Comentando esa elección escribía «El Comercio del Plata: «Merece notarse, en vista
de lo publicado, que cuando una autoridad local tan influyente como lo es en los
departamentos un jefe político, no ha sido bastante a arredrar al pueblo a expresarse
libremente, podemos decir que la conciencia de los ciudadanos va fortificándose respecto de
sus derechos y que el poder empieza a verse reducido al círculo de acción puramente
administrativo que la ley le señala en los departamentos como en la Capital».
Eduardo Acevedo comenta que “terminada la lucha, fue el Dr. Gómez al Salto para agradecer
el honor que se le había dispensado, y allí coronó la campaña con una hermosa nota de
concordia cívica”..
Pero esa elección de diputado en Salto, tan encomiada. por su correcto desarrollo, sería en
todo caso, un modesto remanso en el agitado clima político del país..
Luego de sucesivas crisis ministeriales en 1853 se produjo el motín del 18 de julio de ese año
que puso en riesgo la estabilidad del presidente Giró en su cargo. Hubo en la calle Sarandí,
frente a la Plaza Constitución, un enfrenta- miento entre la Guardia Nacional y el 2° Batallón
de línea cuyos soldados negros, al mando del Coronel León de Palleja, atacaron a los
integrantes de la Guardia Nacional.

Giró quiso renunciar pero desistió ante el apoyo que le ofreció Melchor Pacheco y Obes junto
a prominentes hombres del Partido Colorado que temían, ante el posible alejamiento del
presidente, que los blancos llamaran al General Manuel Oribe como árbitro de los
acontecimientos. Los hechos se precipitaron cuando Giró se sintió impotente para restablecer
el orden y terminó asilándose en la legación de Francia en setiembre.
El Gral. Flores asume la dirección de los sucesos. Se disuelven las Cámaras y se instala el
triunvirato que integran Lavalleja, Rivera y Flores. El 22 de octubre muere Lavalleja y el 13
de enero del año siguiente Rivera, quedando solo Flores que, delegando funciones en el
General César Díaz, sale a la campaña para consolidar su posición. El 5 de febrero de 1854 se
realizan elecciones para una nueva Asamblea General que, instalada el 12 de marzo, es
presidida por Luis Lamas.
Flores Presidente
La Asamblea debió optar entre la tesis de Mateo Magariños Cervantes, que sostenía que ante
la renuncia de Giró correspondía aplicar el artículo 77 de la Constitución, designando un
sustituto para que completase el período de su mandato; y la tesis de José María Muñoz,
quien decía que el cargo debía ser desempeñado por el resto del período, por el presidente del
Senado que lo era Luis Lamas. En definitiva Flores fue nominado como presidente hasta
completar el período de Giró que vencía en marzo de 1856. La oposición de los
conservadores al gobierno de Flores se intensifica y el gobernante dicta un decreto restrictivo
de la libertad de imprenta que origina gran agitación.
El 28 de agosto de 1855 José María Muñoz y Lorenzo Batlle toman el Fuerte y Flores sale a
la campaña, desig- nando los revolucionarios a Luis Lamas como gobernante provisorio. Al
no contar Flores con apoyo para restablecer su autoridad presentó renuncia a su cargo. Debía
sustituir- le entonces el presidente del Senado, Manuel Basilio Bustamante.
Salto “Sublevado”
“…el panorama político del país era el que venimos de reseñar. Y en ese encuadre de la
situación conflictiva, a veces confusa, teñida por la influencia diplomática de Brasil; para
agregar un elemento más al difícil momento, ha de recordarse el revulsivo que en el medio
significaba la llegada del famoso manifiesto de Andrés Lamas, enviado desde Brasil (…) En
su manifiesto, decía lo que muchas veces se repitió ulteriormente en el país aunque las urnas
hayan demostrado tozudamente, otras tantas veces, que los par- tidos tradicionales reflejan la
abrumadora mayoría de la opinión nacional: «Rompo pública y solemnemente esta divisa
colorada, que hace muchos años no es la mía, que no volverá a ser mía jamás; no tomo, no, la
divisa blanca, que no fue la mía, que no será la mía jamás>>. Pues bien; entre tanto, el
gobierno de Salto, al estilo de aquellos arrestos de las comunas medievales españolas, se
había sublevado proclamando la intangibilidad de sus fueros. No reconocía al gobierno de
Bustamante.
Dos historiadores salteños, los doctores José M Fernán dez Saldaña y Cesar Miranda, en su
Historia General de la ciudad y departamento de Salto-, nos narran aquel singular
pronunciamiento de la República de Salto-, de efímera duración. Sigamos el relato que hacen
los citados historiadores: -Las agitaciones políticas que los diversos bandos reabrían en
Montevideo, caldeando el ambiente, no habían repercutido ní afectado todavía de un modo
apreciable al gran Departamento del extremo litoral- Reseñan seguidamente los
acontecimientos y sus repercusiones en Salto: la sustitución del jefe político Sr. Alcain por
Tomás Gomensoro, el levantamiento en armas del capitán Amarilla, de origen indio, que
habiendo luchado en la Guerra Grande con los colorados, se ponía ahora del lado de los
partidarios de Giró e intentaba atacar la villa de Salto con una fuerza irregular de indios y
mestizos. La aventura tuvo trágico fin porque Amarilla fue fusilado por el comandante
Ambrosio Sandes.
A su vez Gomensoro fue sustituido por el coronel Juan P. Goyeneche como jefe político.
Culmina la relación de los hechos que hacen los historiadores salteños así: -La revolución que
el partido conservador (agrupación política nueva surgida a la vida política) inició contra el
presidente general Flores el 28 de agosto de 1855, en Montevideo, despertó en nuestra vida
entusiasmos y energías desconocidos. El pueblo-cosa sin precedentes-organizó sus nuevas
autoridades con absoluta prescindencia de la Capital. La Junta Económico-Administrativa,en
efecto, reunióse en sesión plena el día 7 de setiembre y, bajo la presidencia del presbítero
Manuel María Errausquin, declaró reasumir la representación de la soberanía nacional, en la
parte que le tocaba, y apoyar al gobierno provisorio constituido en la Capital por don Luis
Lamas.
Resolvió asimismo: llamar a su seno al jefe político coronel Miguel Nieto y al teniente
coronel Eugenio Abella, para que integraran la corporación municipal; levantar tropas y
exigir al receptor de Aduana los fondos necesarios para equiparlas y mantenerlas.
Reuniéronse las milicias y guardias nacionales y departamentales con tal diligencia y ánimo
que, cuando el coronel Sandes que obedecía al presidente Flores, apareció primero en el
Daymán y luego frente al pueblo con 700 soldados, el Salto estaba en condiciones de
defender cumplidamente la causa de los conservadores (11 de setiembre de 1855). La Junta
que continuaba mandando como organismo netamente popular, dispuso negociar una
inteligencia con Sandes, antes de que corriera sangre.
El 13 Sandes reconocía nuestra autoridad y al teniente coronel Eugenio Abella, jefe de las
fuerzas salteñas, como comandante militar del Departamento y se retiraba a Paysandú.
Seguidamente la Junta declaró que et coronel Nieto cesaba en la Jefatura Política y confiaba
el cargo al honesto y conceptuado vecino don Pedro Real, hasta que otra cosa se resolviera
desde Montevideo. Pero el partido conserva- dor no consiguió victoria duradera: vino un
arreglo con los floristas y el interinato constitucional de Manuel B. Bustamante, presidente
del Senado. Nada dispuso el nuevo magistrado respecto del Salto y los hechos consumados
fueron norma hasta el 16 de octubre en que designó jefe político al coronel Diego Lamas. El
Salto “se había gobernado a sí mismo un mes y cinco días”. De estos singulares sucesos de la
fugaz independencia de Salto, sólo se ocuparon Fernández Saldaña y Miranda en las páginas
del libro que extractamos. El presbítero Rafael Firpo en su -Historia del Salto Oriental (1912)
no hace alusión al episodio que hemos comentado.
Tenemos los salteños en nuestro haber aquel suceso de arrebato independentista, sepultado en
el devenir de 131 años, olvidado por su intrascendencia, pero que quizás sea el trasfondo
inconsciente de esporádicas actitudes de rebeldía que nos han ganado la fama de que
hablamos al comienzo de esta evocación».