El miércoles pasado se cumplió un año más del nacimiento de un artista siempre presente en la memoria de muchísimos salteños: Artigas Milans Martínez. Es bueno volver a evocarlo y para ello, hemos hecho una selección de materiales que EL PUEBLO ha ido publicando a lo largo de estos últimos 15 años aproximadamente.
“Fue el 17 de julio de 1901 que llegó al mundo Artigas Milans Martínez. Para los salteños, un salteño más, aunque hubiese nacido en Tacuarembó. Para quienes disfrutan de contemplar una acuarela y para quienes cultivan el acuarelismo, es el suyo un nombre de referencia, sin dudas. Hijo de Juan Milans y Corina Mónica Martínez Morente (ambos salteños) y, como ya fue dicho, nacido en el departamento de Tacuarembó, fue Artigas Milans Martínez un hombre de excepcional sensibilidad para el arte. Fue, en la pintura y en la poesía, un creador nato y auténtico. Se inició como escultor y dibujante siendo aún adolescente, allá por el año 1914, en la Escuela de Modelado, que era dirigida por el escultor Luis Cantú. Ingresó más tarde en la Escuela de Arte Regional, que dirigía el pintor Pedro Figari. Fueron sus profesores Domingo Puig, Antonio Pena y Vicente Puig. Luego abandona la escultura y se inclina decididamente por la pintura, para ingresar al Círculo de Bellas Artes, en 1918. Deja luego el Círculo y opta por una formación autodidacta que cultivará siempre. Pero además, en Salto fue un ser incansable en el afán de promover la cultura en esta ciudad, a la que llegó con 29 años, que siempre sintió como propia y que siempre lo adoptó como un hijo predilecto. Estuvo siempre atento y dispuesto a organizar conferencias, exposiciones de arte, recitales de poesía. En alguna otra ocasión , desde esta página sostuvimos que “las reuniones con su amiga Marosa di Giorgio y otros intelectuales del momento, marcan definitivamente un hito insoslayable en la historia cultural de Salto”.

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“No conocí personalmente a Milans Martínez…Conozco a personas que lo trataron, así como algunas de sus acuarelas y poemas. Y desde todas esas fuentes, me llega la misma imagen: la de un hombre con excepcional sensibilidad para el arte. Un creador fino y apasionado. Pero además, Artigas Milans Martínez fue un incansable trabajador por la cultura y el arte de Salto, ciudad que sin dudas sintió como propia (había nacido en Tacuarembó, aunque era hijo de salteños) y que supo tenerlo como uno de sus hijos predilectos. Fue artífice, principalmente en los años 70, quizás de la época más fermental en el quehacer artístico salteño. Permanente organizador y difusor de conferencias, exposiciones, recitales. Y por fuera de eso, pero íntimamente ligadas a esa imperiosa necesidad de “vivir” el arte, vale apuntar que las reuniones con su amiga Marosa y otros intelectuales del momento marcan definitivamente un hito insoslayable en la historia cultural de esta ciudad. Hace algunos meses, Anelio Caraballo – hoy propietario del emblemático Bar El Pibe del barrio Baltasar Brum –, quien trabajó durante varios años en el café Ding Dong, en nota publicada en la Revista La Piedra Alta relataba: “El Ding Dong estaba en calle Uruguay 842…era de César Osmar Acosta. Entre los que iban estaban Ruben Ferrari, Chingola Muñoa, Jorge Real, Maruja Ganón, Leonardo Astiazarán, Milans Martínez, La Negra Berta… y también otras personalidades que ahora no recuerdo. Pienso que se reunían allí porque ya no existían más la Oriental ni las otras confiterías históricas…era lo último que iba quedando. Los que se juntaban no eran los diez o doce a la misma vez sino que iban alternando permanentemente…”.
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“La Colección de Escritores Salteños, 20 tomos preparados por el Profesor Leonardo Garet y editados por la Intendencia y el Centro Comercial e Industrial de Salto entre los años 2003 y 2010, incluye a Artigas Milans Martínez en sus dos caminos de creación: como poeta y como pintor. El Tomo Nº 16 (“El despertar del siglo XX”) recoge diez de sus poemas, en tanto el Tomo Nº 6 (“Doce años”, José María Delgado) muestra en la carátula la acuarela de su autoría titulada “Casa del Río”, pintada en 1990. Justamente en el Tomo Nº 16, a modo de presentación, escribe Garet: “Llegó y se radicó en Salto en 1930. Se multiplicó tanto en acuarelas, óleos y poemas dedicados a Salto que nadie dudó, a lo largo de los años, en considerarlo uno más de los de esta ciudad. En 1936 dirigió la primera página literaria de Salto, en el diario La Campaña. En 1945 y por quince años mantuvo una sección literaria y artística en Radio Cultural llamada En el aire de América. En 1953 fundó Papel de Poesía, la hoja con versos como nervios, que recorría los países del idioma, señalando a Salto como centro del idioma”. Y en otra parte expresa: “El agua de sus acuarelas ya era luz que iba dialogando con las cosas. El color de sus cielos y su río ya era un verso que iba abrasando el paisaje. Y si somos como nos han visto los que saben mirar, la ciudad y sus alrededores, su río y sus costas, es un poco responsabilidad de una acuarela de Milans. Así como su alma se volvió acuarela”.
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“El pintor y crítico de arte Zoma Baitler, nacido en Lituania y radicado en nuestro país en los años 20, opinaba sobre Milans Martínez: “Pintor emancipado y de alma, vive el instante fugitivo con una paleta quemante en grado sumo, que se aloja hasta en lo más recóndito de esta materia abundante que emplea. Ama la histórica presencia del colonial aspecto arquitectónico y trabaja su pátina con procedimiento noble y lleno de gracia, hasta darnos la visión serena de la mella del tiempo. No se conforma con dar un apunte, sino que viaja en el proceso elaborativo del sistema, construyendo con un orden el armazón armónico. Hay sin duda alguna un primitivo dentro de él, pero perfectamente controlado”.
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“En el año 1963, Víctor Lima imaginó un “Epitafio” para el año en que Artigas Milans Martínez cumpliera 100 años. Lo escribió como poema, y recién fue publicado por el Profesor Garet varios años después en una revista salteña llamada Presencia y luego en la Colección Escritores Salteños:
EPITAFIO PARA EL AÑO 2001 – ARTIGAS MILANS MARTÍNEZ
Demoníaco y angélico,
eran en él, Diablo y Dios;
hombre con toda la barba
bruñida de amor y sol.
Se fue un día cualquiera
porque la luz lo llevó.
Era un niño de cien años;
Y un viejo cuando nació.
Contaba cosas del aire
que mi memoria guardó.
Las lenguas que le ultrajaron
no tenían corazón.
(Nunca lenguas viperinas
fueron la lengua de Dios).
Era un hombre planeta,
(son abiertos Hombre y Dios),
Era un florido planeta
que este astronauta pisó.
Por eso estoy orgulloso
de hablar ahora que estoy
pensando en Milans Martínez,
que una mañana partió,
y hoy está, mientras camino,
cantando en mi corazón.
Víctor Lima (Salto, diciembre de 1963)