En el Uruguay 60.000 niños y adolescentes desempeñan trabajos, remunerados o no, en forma ilegal o informal. Si a este número le sumamos las niñas que realizan trabajos domésticos y los menores de edad que habitualmente trabajan en las chacras o colaboran con el ingreso familiar realizando tareas allí en la agricultura, se llega los 90 mil.
En el Uruguay no hay vía alguna para que los menores de 15 años cumplan trabajos, lo que nos parece una buena medida. En tanto los adolescentes de entre 15 y 18 años, que pretenden trabajar tienen que solicitar una habilitación especial del INAU para hacerlo y este caso la situación debe justificarlo.
Es habitual creer que en nuestro país no existe el trabajo infantil, en cuanto no hay niños trabajando en minas, como los hay en otras latitudes, pero el trabajo infantil y sobre todo adolescente existe y en un porcentaje que resulta indignante para todos porque sobre todo en algunos barrios pobres hay niños vendiendo o pidiendo.
El pasado sábado se conmemoró en el Uruguay como en varios países más, el Día de Lucha contra el Trabajo Infantil, establecido por las Naciones Unidas para destacar la lucha que debe declararse a efectos de proteger a los niños de estas acciones.
En momentos en que la pandemia ha agudizado las necesidades económicas de las familias, de que ha generado mayores necesidades que las habituales, resulta obvio que también ha aumentado el número de niños en la calle, desarrollando tareas que no les corresponden.
En muchos casos entendemos que contribuir a paliar las necesidades de la familia, colaborando con la obtención de ingresos, o aportando de alguna otra manera, es una forma sana de ir educando y preparando al menor de edad para la vida laboral, en que deberá asumir responsabilidades.
No es así, si bien podemos estar de acuerdo con determinadas tareas a desempeñar por los menores de edad, sobre todo adolescentes, entendemos que no es lo mejor para ellos. En este tiempo deben dedicarse a estudiar, a formarse y a prepararse para la vida y lo que se les vendrá inexorablemente.
Un niño que es puesto a trabajar prácticamente renuncia a todo lo demás. Cuando nos quejamos de la cantidad de jóvenes que incurren en las drogas o directamente en la delincuencia, debiéramos preguntarnos en que medida no los hemos empujado a ese camino.
No se trata de echarnos culpas, sino de sentirnos responsables y de tratar de encarrilar las cosas para evitar que siga por esta huella.
A.R.D.