El valor del policía es uno de los pilares silenciosos de nuestra convivencia democrática. En tiempos complejos, donde la seguridad y la prevención son demandas permanentes de la sociedad, la labor de los policías adquiere una dimensión que merece ser reconocida, valorada y respetada.
Ser policía no es solo cumplir un horario o portar un uniforme. Es asumir una responsabilidad constante frente a la comunidad, muchas veces en condiciones adversas, con riesgos personales y con una exigencia ética permanente. El policía está presente cuando la sociedad más lo necesita: en la prevención del delito, en la protección de las personas, en la contención ante situaciones de conflicto y en el restablecimiento del orden cuando este se ve alterado. Su tarea es esencial para que la vida cotidiana pueda desarrollarse con un mínimo de tranquilidad y seguridad.
La prevención, en particular, es una de las funciones más nobles y menos visibles de la labor policial. La presencia en los barrios, el patrullaje constante, el diálogo con los vecinos y la intervención temprana evitan que muchos hechos delictivos se concreten. Es un trabajo silencioso, que no siempre ocupa titulares, pero que construye seguridad real y confianza social.
En este reconocimiento sincero a todos los policías, resulta imposible no traer a la memoria a quienes dedicaron su vida al servicio público con vocación y compromiso. Mi abuelo, Luis Cartagena, actualmente con 95 años, prestó servicio durante muchos años en la Jefatura de Río Negro y mantuvo su familia a través de esa labor digna y honradamente como cada policía que lo hace hoy también y es destacable.
Como tantos otros funcionarios policiales de su tiempo, entendió la función como un deber hacia la sociedad, ejercido con sacrificio, responsabilidad y orgullo. Este homenaje es también para él y para esa generación que sentó las bases de una policía cercana a la gente y consciente de su rol social.
Reconocer la labor policial no implica desconocer los desafíos ni las exigencias de mejora permanente. Implica, sí, valorar el esfuerzo cotidiano de mujeres y hombres que cumplen una función esencial para el Estado de Derecho y para la paz social. Detrás de cada uniforme hay una persona, una familia y una vocación de servicio que merece respeto y es una forma de vida.
Hoy, más que nunca, es justo felicitar a los policías por su labor primordial en materia de seguridad y prevención, y reafirmar el respaldo social a quienes, con profesionalismo y compromiso, trabajan cada día para cuidar a los demás. Una sociedad que reconoce a quienes la protegen es una sociedad más justa, más fuerte y más unida.





