El crimen del trabajador de La Pasiva, padre de cinco hijos, ha motivado a mucha gente a movilizarse y tratar de hacer algo para frenar una situación de inseguridad que se advierte como cada día más grave.
El tema de la seguridad nacional es uno de los más importantes y graves que tenemos los uruguayos. No alcanza con la polémica y la retórica que se plantea en torno a causas y consecuencias.
Lo que no hemos visto hasta el momento es encauzar una verdadera posición conjunta y armónica para enfrentar un tema que tiene profundas raíces sociales.
Ante estas discusiones banales que suponen una pérdida de tiempo injustificable, la delincuencia avanza.
Se han dejado de lado todos los códigos, al punto que se registran hechos «de otros países», que los uruguayos no soñamos con ver en nuestra tierra jamás.
Lamentablemente el sistema de vigilancia, prevención y represión de los delitos sigue enredado en una serie de dudas, contradicciones y confusión, que sólo beneficia a los malvivientes debido a la ineficacia de estos controles.
Ante esta situación, se corre un enorme riesgo, aquellas personas que sufren en carne propia crímenes aberrantes, lógicamente tienen como primera reacción el deseo de tomar la Justicia en sus propias manos. No es seguramente una medida que se comparta, ni se justifique por supuesto, porque nos llevaría a un profundo caos, pero también seguramente que es una reacción que se entiende.
No queremos estar en la piel de esos hijos a quienes le matan alevosamente su padre, ni de esos padres que ven como su hijo es asesinado mientras se halla trabajando para llevar el pan a su familia.
Va llegando la hora de que entendamos que no saldremos nunca de esta situación si no asumimos que sólo juntos, entre todos, podemos salir. En caso contrario, cada vez le estamos entregando más terreno a la delincuencia.
Hemos repetido hasta el cansancio que hay acá dos medidas que deben tomarse simultáneamente y ya, aunque sus resultados no pueden esperarse en lo inmediato.
En primer lugar, debemos comprometernos con las medidas que permitan enfrentar las causas sociales del problema. Mientras sigamos mirando para otro lado y dejando que » a este problema los arreglen otros…», no asistiremos más que al agravamiento de la cuestión.
Al mismo tiempo, es necesario ajustar la prevención y la represión del delito y también en este plano es imprescindible que todos asumamos el compromiso de luchar contra el delito, de atestiguar, cuando vemos algo, cuando oímos o sabemos de diferentes formas, algo que pueda llevar a evitar o aprender a los delincuentes.
Sin compromiso colectivo no hay salida y las reacciones impulsivas pueden embretarnos en situaciones nefastas.
El crimen del trabajador de La Pasiva, padre de cinco hijos, ha motivado a mucha gente a movilizarse y tratar de hacer algo para frenar una situación de inseguridad que se advierte como cada día más grave.
El tema de la seguridad nacional es uno de los más importantes y graves que tenemos los uruguayos. No alcanza con la polémica y la retórica que se plantea en torno a causas y consecuencias.
Lo que no hemos visto hasta el momento es encauzar una verdadera posición conjunta y armónica para enfrentar un tema que tiene profundas raíces sociales.
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Ante estas discusiones banales que suponen una pérdida de tiempo injustificable, la delincuencia avanza.
Se han dejado de lado todos los códigos, al punto que se registran hechos «de otros países», que los uruguayos no soñamos con ver en nuestra tierra jamás.
Lamentablemente el sistema de vigilancia, prevención y represión de los delitos sigue enredado en una serie de dudas, contradicciones y confusión, que sólo beneficia a los malvivientes debido a la ineficacia de estos controles.
Ante esta situación, se corre un enorme riesgo, aquellas personas que sufren en carne propia crímenes aberrantes, lógicamente tienen como primera reacción el deseo de tomar la Justicia en sus propias manos. No es seguramente una medida que se comparta, ni se justifique por supuesto, porque nos llevaría a un profundo caos, pero también seguramente que es una reacción que se entiende.
No queremos estar en la piel de esos hijos a quienes le matan alevosamente su padre, ni de esos padres que ven como su hijo es asesinado mientras se halla trabajando para llevar el pan a su familia.
Va llegando la hora de que entendamos que no saldremos nunca de esta situación si no asumimos que sólo juntos, entre todos, podemos salir. En caso contrario, cada vez le estamos entregando más terreno a la delincuencia.
Hemos repetido hasta el cansancio que hay acá dos medidas que deben tomarse simultáneamente y ya, aunque sus resultados no pueden esperarse en lo inmediato.
En primer lugar, debemos comprometernos con las medidas que permitan enfrentar las causas sociales del problema. Mientras sigamos mirando para otro lado y dejando que » a este problema los arreglen otros…», no asistiremos más que al agravamiento de la cuestión.
Al mismo tiempo, es necesario ajustar la prevención y la represión del delito y también en este plano es imprescindible que todos asumamos el compromiso de luchar contra el delito, de atestiguar, cuando vemos algo, cuando oímos o sabemos de diferentes formas, algo que pueda llevar a evitar o aprender a los delincuentes.
Sin compromiso colectivo no hay salida y las reacciones impulsivas pueden embretarnos en situaciones nefastas.