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El rey de los campesinos, es un buen vecino

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Andá a saber como llegó a Punas del Sauce Verde, pero llegó, una tarde de diciembre de 1985. Hablaba poco, hablaba poco con la gente, hablaba poco español, pero sonreía todo el tiempo.

Algunos se aventuraban a decir que vino del Barrio Sur con una comparsa de negros y lubolos, otros que vino del Brasil que en un terreiro le habían señalado que su destino estaba por estos lares.

Lo cierto es que en aquel caluroso y lejano día, Julius Niededes llegó con su séquito de piel oscura y lustrosa. Al principio le decían el Negro Julius, luego Juliani, como cantaba la canción el Jhony y su charanga.

Un abogado que vino con ellos lo subió a un ómnibus, con sus petates, tamboriles y demás balurdos..

-A dónde irán a tocar, que falta mucho para carnaval.- Dijo el pardo Escobar, mientras se rascaba la cabeza intentando hallar una respuesta entre sus motas….

-Sabe Dios. Si no cobran caro los voy a escuchar, dijo el otro pardo, el pardo Da Rosa….

Pero, Julious y los suyos no iban a tocar, se iban a instalar en una inmensa chacra de frutales, y de huertas, que tenía un predio amplio al costado donde funcionaba un tambo con muchas holandesas en la vuelta.

Julius hacia poco que se había enterado que era un rey, de allá por Tanzania, herederos de unos de esos reyes tribales. El tatarabuelo de Julius, último rey de la dinastía había dejado una fortuna estimable y buscaron por cielo y tierra herederos. Dicen que el abogado estuvo diez años recorriendo América y un día, en una llamada del barrio Sur y Palermo, luego de una cerrazón de vino tinto escuchó la historia de Samoa Aché, un tanzanio que hacía cuarenta años estaba en Uruguay y que a su vez había escuchado la historia de su padre y de su abuelo, todos decían que Julius Niededes era descendientes de reyes. En el barrio al negro Julius le decían, el negro Rey. En la escuela lo inscribieron como Rey y todos creían que era ese su apellido. Al fin el abogado dio con el descendiente de monarcas africanos, le dijo que él era el Administrador de sus bienes y que le había comprado unas tierras en Puntas del Sauce Verde para que él instalara su reinado

Julius, que había salido en varias comparsas de negros y lubolos, que estaban, según los ancianos del barrio, entre las veinte mejores comparsas, pero siempre se saben como son los jurados, aquí y en todas partes, y más de los de carnaval, le dieron el menor puntaje de todos, los dejaron últimos. Pensaron en no salir más, en no hacerle el caldo gordo a los que se aprovechan del carnaval y en esas disquisiciones estaban cuando el abogado aparece en escena y Julius dijo…

-Sacamos el primer premio, nos vamos todos para el norte, para Puntas del Sauce Verde, allá no nos gana nadie…

Y fue así nomás porque ellos en los atardeceres entre medio de los árboles frutales, a las vistas de las holandesas y de los vecinos curiosos, desfilaban como nunca antes y con la bendición del sol y de las noches puntasauceñas eran felices ganándose el premio en medio del canto de los pájaros.

En tiempos electorales, llegaban los candidatos por su reino, pero no se comprometía con ninguno, le decía, “yo soy un rey que no impone su voluntad, mis súbditos tienen libertad de elegir a los candidatos que le dicta su conciencia”.

Eso si en las fiestas de las escuelas, en las fiestas a beneficio de la comunidad toda, el Rey Julius y su comparsa desfilaban como si fueran los eternos ganadores de las llamadas.

Según cuenta el abogado, un grupo de familiares del Julius fueron atrapados allá por el1800, en plena selva. Uno de los hijos del rey, Nimoya ancestro directo de Julius vino con uno cien integrantes de la tribus, entre hombres y mujeres y fueron vendidos como esclavos en Caracas. Por el 1820, algunos de los sobrevivientes de ese viaje se escaparon y se perdieron selva adentro, se vinieron al sur, como hacia la tierra prometida y a la muerte de Nimoya en 1850 tomó la posta Nasiro Niedada, tatarabuelo de Julius quien llegó al a frontera con Uruguay en 1897. En plena guerra cruzó para nuestro país Nimonge Niededes, abuelo de Julius. Se afincó en Montevideo y Rosifredo Niededes, padre de Julius, talló alto en el barrio Sur y Palermo, sobre todo vendiendo choripanes y manies en los carnavales y en los bailes del puerto.

Julius estaba con ganas de dejar herederos para que siguieran el reinado, pero, las integrantes del cuerpo de bailes estaban todas casadas, así que por las noches empezó a perderse por los barrios de Puntas del Sauce Verde, buscando una dama, volvía con la dama, si, pero, la damajuana, cantando en curda y sin herederos. Hasta que un día decidió hacer un concurso de baile con todas las morochas del pueblo y alrededores. Se mandó flor de baile y se enamoró de Florinda, una morocha que tenía de todo en abundancia, mucha abundancia, un latifundio sensual, por decirlo de alguna manera.

Se entregaron al amor con Julius y fue tan intenso el romance, que la pobre catrera de Julius, con Julius que pesaba 120 sin ropa y la Florinda que andaba por ahí, ahí. En pleno climax, cuando ambos tocaban el cielo con las manos, pareció que se incendiaba la tierra y más aún, que se abría ante la fuerza del amor, y lo que se abrió fue la cama, y los dos terminaron en el suelo…Julius ante tan violento sacudón dijo- Tengo heredero!!!

– Y yo una astilla en la nalgucha…gritó Florinda…

CAMACA

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