La reducción de grupos y el recorte presupuestal en los Centros Regionales de Profesores (CERP) es una señal alarmante. No se trata solo de un ajuste contable: es un golpe directo a una de las políticas más visionarias del Partido Colorado y de Germán Rama, quienes comprendieron que la educación debía llegar al interior, que los jóvenes de todo el país merecían la misma oportunidad de formarse como docentes sin tener que emigrar a Montevideo.
Reducir los CERP es ir en contra de esa visión. Es desandar el camino que permitió democratizar el acceso a la educación terciaria, formar generaciones de maestros y profesores, y fortalecer la identidad educativa de cada región. Fue gracias a estos centros que miles de jóvenes pudieron proyectar un futuro desde su territorio, evitando el desarraigo y aportando al desarrollo cultural, social y educativo de sus comunidades.
El país entero reconoce que los CERP no fueron un experimento aislado, sino una política de Estado que logró sostenerse porque respondía a una necesidad real: garantizar que la formación docente no fuera un privilegio condicionado por el código postal. Cada cierre de grupo, cada reducción horaria y cada recorte presupuestal implica menos oportunidades, menos docentes formados y más brechas entre Montevideo y el interior.
El Frente Amplio, que hoy asume la responsabilidad de esta política de recorte, demuestra una vez más que no sabe gestionar ni preservar lo que funciona. Las excusas presupuestales no alcanzan para justificar un retroceso que afectará directamente a miles de jóvenes y al futuro de la enseñanza en el país. Quienes gobiernan no pueden escudarse en cifras abstractas mientras desmantelan un instrumento que probó ser eficaz, justo y necesario. Si algo ha demostrado la experiencia educativa uruguaya es que cuando se quita presencia del Estado en la formación docente, los efectos negativos se multiplican y los resultados llegan tarde, pero llegan.
Los CERP no solo formaron docentes: transformaron realidades. Permitieron que jóvenes del interior se quedaran en su departamento, fortaleciendo instituciones locales, dinamizando la vida académica y contribuyendo al crecimiento de zonas que históricamente han sido relegadas por decisiones tomadas desde la capital. Su aporte excede lo pedagógico y toca lo humano, lo territorial y lo social.
Defender los CERP no es una consigna partidaria: es defender una política de Estado que pensó en el interior, en la igualdad y en la excelencia educativa. No se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, sino de entender que el país necesita más oportunidades y no menos; más formación docente y no su recorte; más presencia educativa en el territorio y no su debilitamiento. Preservar los CERP es cuidar la equidad, proteger a la juventud del interior y asegurar que Uruguay siga teniendo una educación descentralizada, inclusiva y con visión de futuro.





