Conmemoramos el mes del Bicentenario de la Declaratoria de Independencia (25 de agosto de 1825), un hito que forjó la patria libre que hoy somos. Ese día, en Piedra Alta, donde se reunió el Congreso de la Florida, nuestros diputados proclamaron que la Provincia Oriental era “libre e independiente… del Emperador del Brasil, del Rey de Portugal y de cualquier otro del universo”, y decidió su unión voluntaria con las Provincias Unidas del Río de la Plata . Gracias a ese valiente gesto de soberanía nació nuestra identidad jurídica y política.
Hoy, este mes nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre lo que verdaderamente estamos celebrando. No se trata solo de la excusa para bailar, cenar o beber. La libertad y la alegría que vivimos ahora son patrimonio de aquellos hombres que dieron su vida por sacarnos del yugo extranjero, iniciando la Cruzada Libertadora con el Desembarco de los Treinta y Tres Orientales en abril .
Sin embargo, al caer la noche del 24 de agosto, muchos uruguayos se entregan a la Noche de la Nostalgia, esa fiesta que empezó en 1978 como un baile de “old hits” organizado por Pablo Lecueder y que hoy arrastra a más de seiscientas mil personas por todo el país . Aunque sea una tradición divertida y muy nuestra, corremos el riesgo de olvidarnos del significado profundo del feriado que sigue: el homenaje a quienes nos legaron la libertad.
Este bicentenario nos convoca a redescubrir que la verdadera patria no está en el canto del DJ ni en el brindis, sino en la conciencia de que esa libertad tiene un precio. Mal hacemos si celebramos sin recordar que fue el coraje, la idea y el sacrificio lo que construyó nuestra república. La noche puede ser nostálgica, pero el día —desde el 25 en adelante— debe ser un acto de recuerdo, reconocimiento y civismo. Solo así seremos verdaderamente dignos herederos de aquel sueño independiente.
