Seguramente cada uno de nosotros tiene momentos para contemplar lo que nos rodea. Una imagen que » aparece » dos por tres del otro lado del río es la ciudad de Concordia. Según el lugar en que nos encontremos, será la vista que tendremos. Juega mucho en esa imagen la luminosidad del día, por ejemplo. Lo cierto, que un día de estos, al medio día, mirando hacia Argentina, advertí que la ciudad de Concordia lucía preciosa. Los edificios altos que destacaban su arquitectura rodeados de la ciudad en una suerte de abrazo fraterno. ¿Cuánto nos une tiempo adentro? ¿Cuántas familias unieron apellidos para unir Salto y Concordia? Cuántas instituciones desarrollaron proyectos, iniciativas, alentando determinado plan, ¿integración mediante?
Y mucho de esa integración se construyó antes de la represa, e incluso la misma se plasmó con el trabajo conjunto de las dos bandas. Hay una historia de realizaciones acunadas por vecinos de ambas orillas del río. Una de las costumbres de los salteños es visitar Concordia y viceversa. Es más; antiguamente, había un dicho que decía “uno no es salteño si no tiene un pariente en Concordia y no es concordiense si no tiene un pariente en Salto”…Son muchas las afinidades entre las dos bandas. Hoy día el intercambio estudiantil acentúa esta costumbre de hermanar la vida de los pueblos.
Mirar Concordia desde Salto trae infinidad de momentos compartidos y acerca la imagen de ciudad hermana. Es plata aparte elogiar la vista que nos regala una mañana soleada desde este lado del río. La represa cimentó para siempre este vínculo y la costumbre de que de un lado o del otro estamos en casa. Debemos cuidar este detalle, sobre todo cuando en el mundo de hoy parece que la norma es andar lejos de la paz.