Cuanto más observo a los países de la región, más orgulloso me siento de haber nacido en mi país, donde podremos tener miles de problemas y de dramas, pero si lo comparamos con lo que viven otras personas en sus países, deberíamos sentirnos más que agradecidos. Sin embargo, compararnos con países de la región, siempre lo hemos dicho, no puede servir de excusa a ningún gobernante, sea de izquierda o de derecha, para sentir que sus obligaciones para tratar de mejorar la calidad de vida de los uruguayos puede llegar a medirse con la vara tan baja que ponen nuestros vecinos.
De ninguna manera, eso es inaceptable para cualquier hijo de buen vecino. Para centrarnos en resolver nuestros problemas, tenemos que poner nosotros mismos nuestra vara, a una altura moralmente aceptable.
Tampoco tenemos que esperar por lo que establezcan las estadísticas, las que pueden servir para ayudarnos a ver el contexto en el que nos movemos de acuerdo a temas, como por ejemplo, pobreza e indigencia infantil, suicidio, muertes en accidentes de tránsito y laborales, jubilaciones y pensiones indignas, y un largo etcétera.
No digo que no se haga nada. Tampoco lo menciono para recargar las tintas a un gobierno que lleva siete meses y que aún sigue sin su propio presupuesto. Estos son temas de los que venimos hablando hace por lo menos, cuarenta años. Hay gobiernos que han hecho un poco mejor su tarea, pero si seguimos hablando de lo mismo quiere decir que se está lejos aún de alcanzar alguna meta medianamente digna.




