En el Palacio Córdoba se desarrolló recientemente una exposición del Dr. Gabriel Cartagena Sanguinetti, abogado y aspirante a docente de Facultad de Derecho (Udelar), centrada en un tema que interpela a toda la sociedad: la relación entre los Derechos Humanos y el Alzheimer.
Cartagena abrió su intervención con una afirmación contundente: hablar de Derechos Humanos en el contexto del Alzheimer es hablar de dignidad en su estado más vulnerable. Es poner a la persona —aun en su fragilidad— en el centro de toda decisión pública y privada.
Recordó que los Derechos Humanos no dependen de la edad, la memoria o la salud. Son universales, irrenunciables y están amparados en la Constitución uruguaya y en tratados internacionales ratificados por el país, como la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores.
Durante su exposición, subrayó que la vejez no implica una pérdida de derechos, sino una necesidad de protección reforzada. La persona mayor conserva plenamente su derecho a la salud, a la autonomía, al buen trato, a la participación y a la seguridad social. “No es, ni debe ser nunca, objeto de descarte ni de indiferencia”, señaló.
El Alzheimer, explicó, profundiza este desafío. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que afecta la memoria, la identidad y la capacidad de decisión, pero que en ningún caso anula la condición de persona ni el estatuto de sujeto de derechos. Por eso, exige obligaciones concretas del Estado, de los servicios de salud y de las familias: atención especializada, cuidados integrales, trato digno, protección ante el abuso y acompañamiento permanente.
Si bien Uruguay ha avanzado con instrumentos como el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, el Plan Nacional de Demencias, la Ley de Derechos y Deberes del Paciente y la normativa de voluntades anticipadas, Cartagena advirtió que persisten brechas importantes entre lo que la normativa propone y lo que efectivamente ocurre en la práctica. Persisten carencias en recursos, capacitación, centros de día y atención domiciliaria.
En su reflexión final, el abogado remarcó que el Alzheimer no solo pone a prueba al sistema de salud, sino a la sociedad en su conjunto. Desafía una cultura que muchas veces invisibiliza la vejez y mide a las personas por su productividad.
A modo de cierre, expresó una idea que atravesó toda la conferencia: defender los Derechos Humanos de las personas con Alzheimer es defender la dignidad humana en su forma más pura. Porque cuando la memoria se apaga, dijo, “lo único que no puede apagarse es el respeto”.












