– A un pequeño gigante que enfrentó la tormenta más dura con la valentía de un león y la ternura de un ángel –
Un pueblo entero se vistió de luto,
por la tragedia que enlutó un hogar.
Un niño pequeño, solo y sin su amparo,
luchando por una nueva aurora.
Las calles empedradas resonaban en silencio,
mientras el dolor marcaba cada rostro.
Un ángel de luz, herido y doliente,
esperando un abrazo que le diera consuelo.
Manos solidarias se unieron con fuerza,
tejiendo una red de amor y esperanza.
Un pueblo entero se convirtió en tu familia,
ofreciéndote un refugio en la distancia.
Con pasos pequeños, fuiste avanzando,
con la mirada fija en un nuevo porvenir.
Los recuerdos latentes, siempre presentes,
guiando tu camino con un suave latir.
Tu sonrisa, cual sol radiante,
iluminó la oscuridad con su brillo.
Un pueblo entero te vio renacer,
con la fuerza de un roble y el canto de un grillo.
Cuando nos duele el dolor ajeno,
la humanidad se une en un solo corazón.
Un pueblo unido, un abrazo fraterno,
brindándote el calor de su protección.
Eres un ejemplo de valentía y fortaleza,
un faro de esperanza en medio del dolor.
Nos has enseñado que el amor es más fuerte,
que la vida renace con un nuevo color.
Salto te abraza con orgullo,
viendo en ti la fuerza de un nuevo ser.
Un guerrero de luz que ha vencido la batalla,
listo para emprender su vuelo sin temer.
Cuando nos duele el dolor ajeno,
la humanidad se une en un solo corazón.
Un pueblo unido, un abrazo fraterno,
brindándote el calor de su protección.
Sigue adelante, pequeño gigante,
con la frente en alto y el espíritu en flor.
El mundo te espera con los brazos abiertos,
listo para ser testigo de tu valor.
Cuando nos duele el dolor ajeno,
la humanidad se une en un solo corazón.
Un pueblo unido, un abrazo fraterno,
brindándote el calor de su protección.
Sebastián Ramírez
