Ah, Juan Carlos Gómez. Presidente de ADEOMS, ex funcionario, actual vocero del socialismo épico aplicado a la burocracia. El Che Guevara de las designaciones directas. Si algo nos quedó claro en su último discurso es que la independencia de clase ahora se mide en grados de afiliación partidaria.
Con tono vibrante de mitin setentista, Gómez defendió la «lucha» por la estabilidad laboral de 300 compañeros, olvidando convenientemente que todos esos ingresos se dieron sin concurso ni sorteo. Pero, ojo, ¡eso no es acomodo! Eso es… «una conquista del movimiento sindical«. Aparentemente, si entra tu primo, es clientelismo; si entra mi primo, es lucha de clases.
La historia según Juan Carlos es tan lineal como conveniente: cada ingreso directo durante gobiernos afines fue heroico. Los del Partido Nacional, sin embargo, son sospechosos, espurios, inmorales. A eso se le llama memoria selectiva con cargo y categoría.
Más curioso aún es cuando denuncia las prácticas del grupo Raíces, parte del mismo Frente Amplio, pero que tuvo la osadía de criticar la política de designaciones. Claro, el problema no es la prebenda: el problema es quién la señala.
Y como frutilla de este postre ideológico, se nos habla de una «evaluación por desempeño», como si un tribunal tripartito liderado por el sindicato fuera garantía de objetividad. Si eso no es un test vocacional para el nepotismo organizado, que venga Marx y lo vea.
¿Moral? ¿Ética? Solo cuando le conviene. ¿Legalidad? Relativa. ¿Autoridad? Toda, pero basada en una épica que ya no pisa el barro. Porque si algo queda claro es que Juan Carlos hace rato que no distingue entre sindicato y comité de base.
Salud, compañeros. Pero de memoria, también se vive.