Recientemente hemos visto la amenaza sufrida por una periodista por parte del Alcalde de Cerro de las Cuentas, cuando salía del juzgado de Lavalleja. Sucede que el alcalde fue procesado por violar a una vecina de la localidad casi octogenaria, y aunque la sentencia no está firme, de lo que nos interesa hablar hoy es del poder que demuestran quienes ejercen la autoridad en estos lugares, parece que fueran regidos por otras leyes, diferentes a las que rigen al resto de la población.
Nos preguntamos si fuera algún otro poblador ¿se le permitiría salir de un juzgado condenado y sin ser esposado y osando amenazar a una trabajadora de los medios? ¿No es a esta a quien debería de resguardar prioritariamente la policía, auxiliar de la Justicia?
Es que estos personajes se siguen sintiendo respaldados y creyendo que pueden manejarse como si realmente fueran una autoridad respetable? Veremos que dice la apelación, pero para nosotros no hay otra posición, jamás se justificaría la amenaza o el intento de agresión.
Lo que resulta inadmisible y habla a las claras del concepto que tenemos de los medios de comunicación y del periodismo en general es la libertad con que se maneja este tipo de individuos aún cuando haya sido procesado.
Cuando los medios les sirven o se prestan a sus intereses, son todas loas. Pero cuando ellos se mandan alguna macana y el periodismo cumple su rol de informar libremente con la verdad, no les gusta.
El periodismo necesita ser libre e independiente (al menos es el periodismo que respetamos), pero para ello necesita ser protegido por las fuerzas del orden. Siempre ha habido “quijotes”, capaces de “ponerle el pecho a las balas”, desafiando a cualquier poder, pero no es de esta forma que habremos de fomentar la democracia.
Toda persona que en nuestro país ejerciera algún poder debería al menos tener claro que el periodismo cumple una función muy importante y por lo tanto la forma de combatir al mal periodista es probando sus errores o demostrando sus falacias, pero nunca amenazándolo.
Al trasmitir nuestra solidaridad a la periodista amenazada, entendemos que cumpliendo con su labor está dejando en claro que la función periodística nunca estuvo exenta de riesgo, no tanto por parte de quienes la presionan u hostigan abiertamente sino por parte de sus secuaces.
En este país donde supuestamente estamos todos sometidos a las mismas leyes, habría que decirle a la policía y otras autoridades, que les ha sido encomendada la seguridad prioritariamente de las víctimas, y no de los victimarios.
A.R.D.
