Cristina Corbo: “Me siento honrada de trabajar en el Poder Judicial”

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    Tacuaremboense de cuna y salteña por adopción, es una carismática Alguacil del Poder Judicial, quien siempre, con una sonrisa, se encuentra dispuesta a colaborar con todo aquel que se arrime hasta la Sede Judicial y su despacho, pidiendo una orientación o la solución de algún “temita” jurídico de última hora.AL DORSO CRISTINA CORBO
    Madre, esposa y abuela, reconoce haber dado su vida por el trabajo al que “ama”, y que mucho la privó de estar con sus seres queridos, aunque también confiesa que, es un compromiso que lo volvería a asumir, tras más de 30 años de servicios. Cristina, con su clásica espontaneidad, dialogó con EL PUEBLO, para esta entrega de AL DORSO que compartimos con ustedes.

    ¿Cuántos años trabajando en el Poder Judicial?
    Ingresé al Poder Judicial un 18 de mayo de 1983, a través del primer concurso que realizó la dictadura, el que salvé y así quedé como funcionaria por el interior. Elegí desempeñarme en el Departamento de Tacuarembó (del que soy oriunda y del que me siento muy orgullosa); y a la vez, era estudiante de 2do año de lo que era la Escuela Universitaria de Servicio Social, carrera reglamentaria, que tuve que abandonar, porque en Montevideo no había vacantes en el Poder Judicial y así decidí venirme al interior como le mencioné.
    Comencé a dar mis primeros pasos en la mesa penal; allí fui aprendiendo con un Alguacil, al que le tengo mucho cariño y ya no está entre nosotros, de apellido Amatriaín, quien se estaba por jubilar, y quien noblemente y con paciencia fue orientándome en la función.

    ¿Qué significa para usted su trabajo?, al que le ha dedicado la vida.
    Después de muchos años entendí lo que aquél Alguacil que me enseñó a querer nuestro trabajo me dijo: “que lo que él dejaba era un trabajo hecho con amor”. Hoy lo sé y siento así; en aquella época para mí era una forma de ganarme la vida y una novedad; pero, poco a poco y más con los años, me fui encariñando y fui viendo la función social que cumplía a través de la materia penal, la cual estaba muy cercana a la persona que estaba privada de la libertad; ahí fui creciendo y madurando como mujer, como persona y como funcionaria.
    Comencé a entender, de que me debía a esas personas que estaban privadas de la libertad, y a aquella esposa que no tenía más al compañero que la proveía de la subsistencia diaria, por ejemplo; de esas vivencias, tengo un montón, porque sabe qué, a esa gente también hay que tenerla en cuenta, porque lamentablemente no tuvieron las mismas oportunidades que tuvimos nosotros, por diferentes motivos; nadie es ladrón porque sí -refiriéndome a ciertos estractos sociales, claro está-; la vida no a todos les da las mismas oportunidades.

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    ¿Recuerda alguna anécdota en particular?
    Como no. Hubo un partido de fútbol en Tacuarembó – hablo de plena época de la dictadura-, jugado por el Club Policial y el Club Alerta (de los militares), el que fue tomando calor, hasta que el Director Técnico del cuadro de los militares-, sacó una pistola -que si mal no recuerdo era una 9 milímetros-, y disparó sobre el arquero, porque no pudo atajar un penal; lo que provocó una trifulca generalizada, razón por la cual estuvimos unos tres días tomando declaraciones en el Juzgado. En definitiva, se pudo probar que la culpabilidad del hecho la tuvo el Oficial que disparó y dos policías, los que fueron procesados –como era evidente en esa época-, sin prisión; hete aquí que, un buen día, llegó dicho Oficial al Juzgado, se reunió con el Juez, éste me llamó al Despacho, y me pidió que le entregara (al Oficial), el expediente; éste se lo llevó y nunca más lo devolvió. Ese episodio me marcó, pues esa injusticia, no teníamos a quién denunciarla. Eran los tiempos en que el Ministro de Justicia era el Dr. Bayardo Bengoa. Así fue.

    Sabemos que le preocupa mucho la situación carcelaria; en su años de trayectoria, ¿ha percibido avances al respecto?
    A lo largo de todos estos años he visto muy pocos cambios en las cárceles; pabellones que fueron construidos para albergar a unas 46 personas, termina con un hacinamiento de 80; hay presos que duermen en el suelo. Lo que hemos hecho es darles la oportunidad de trabajar en chacras, pero en lo demás, podemos decir que la mayoría continúa viviendo peor que los animales, tanto es así, que me atrevo a decir que, quisieran muchos presos de Santiago Vázquez u otras cárceles del país, poder vivir como los animales del zoológico de Salto, pues estos tienen mejor trato, una comida digna y un hábitab como corresponde. Se supone que la persona debe de salir rehabilitada, cosa que no vemos que suceda y si sucede, esa persona es estigmatizada. Sabemos que le cuesta mucho al Estado, pero con más razón, debería rehabilitar, resocializar y dar oportunidades.

    La Justicia, por todo lo que ella significa, ¿es respetada y tenida en cuenta en la forma que debería?
    Me siento honrada de trabajar en el Poder Judicial; por eso veo con tristeza que nunca se le ha dado el valor, el reconocimiento y el respeto que se le debe. Porque no todo pasa por una independencia económica que nosotros plebiscitamos y perdimos; pero al mismo tiempo sí. El Poder Judicial no puede ser rehén de ninguno de los otros Poderes del Estado, porque él, representa a la Justicia y ésta, no puede, no debe estar a la orden de la política. Lamentablemente vemos cómo todo se ha judicializado, y en vez de dirimirse cuestiones familiares, de trabajo o políticas en esos ámbitos, se involucra a la Justicia para que sea ella la que ponga paños fríos, cuando su deber es sí velar por solucionar controversias, pero no cosas que otros deberían hacerlo.
    Creo que el propio sistema le ha quitado rédito y ha establecido en la creencia popular que, la Justicia es así nomás y demora a su antojo; ojo, recordemos que no es la Justicia la que hace las leyes ni establece los parámetros. La Justicia no es inoperante, tiene sus tiempos y hay que concedérselos.

    ¿Tuvo o tiene inquietudes gremiales?
    Recuerdo que el primer paro en el que participé fue en plena dictadura, un 27 de junio de 1984, fecha en que se dio el Golpe de Estado; yo recién había ingresado al Poder Judicial, y le pregunté a mi compañero Alguacil, qué hacía, porque yo ni siquiera estaba afiliada –imagínense en esos tiempos-, y él me dijo: “hacélo gurisa”, y lo hice, sin tener demasiado conciencia de por qué lo estaba haciendo; hoy, lo puedo decir con orgullo, le hice el primer paro a la dictadura. También es verdad que fuimos muy pocos los que no entramos a trabajar, porque estábamos bajo amenaza de que si no lo hacíamos, íbamos a ser sancionados, presos, nada de lo cual sucedió; solamente anotaron que no habíamos concurrido. Evidentemente las cosas ya estaban cambiando en el Uruguay. Hoy en día nos enfrentamos a una realidad triste a causa de que el gobierno no cumple con una sentencia judicial en la que se le ordena cumplir con el pago de una deuda generada por el Estado, lo cual fue reconocido por el propio expresidente Mujica; ese dinero le corresponde al funcionario judicial, pues se lo ganó legalmente. Bueno, ese derecho, y todos los que lleguen a ser vulnerados, me tendrán en la fila de defensa, porque es lo que corresponde, pero, con medidas fuertes y contundentes, que creo es la mejor manera de lograr lo que se persigue.

    Cuéntenos sobre su familia
    Tengo tres hijos: Evangelina, María Virginia y Juan Pedro, y dos nietos: Evangelina me regaló a Felipe y María Virginia a Faustina. La vida me dio la posibilidad de ser madre y doblemente madre al ser abuela. Puedo decir que, en lo personal y familiar, me siento realizada como abuela, con ausencias como madre y completa en el trabajo. Tengo a mi madre, a quien quiero mucho, que vive con nosotros, y es quien nos congrega a la mesa como se hacía antiguamente, aunque no es tan fácil, por más que se esmera en cocinar delicias.

    Por lo que acaba de decirnos podemos concluir que, fue difícil conciliar el tiempo entre su hogar y el trabajo.
    Sí, absolutamente. Muchas veces volvía de trabajar y encontraba a mis hijos dormidos en el sofá junto a mi esposo, quien fue el que tuvo la posibilidad de estar más cerca de ellos. Trabajar en la mesa penal no era fácil; muchos domingos, por ejemplo, me iban a buscar y les prometía que volvía enseguida, y lo hacía recién a altas horas de la noche cuando terminaba el trabajo. Durante mucho tiempo me fue reprochado y con razón; hoy en día entiendo a mi esposo cuando me pedía frenar un poco, y por eso como abuela, hago de todo para cumplir, corro, voy, vengo, pero estoy. Ahora, también es cierto que hoy mis hijas, que ya son madres, me reconocen el esfuerzo, pues ellas también, en cierta forma, están pasando por lo que pasé yo en su momento.

    ¿Le preocupa el mundo en el que tendrán que abrirse paso sus nietos?
    Por su puesto; en el que vivirán mis nietos y el de todos. Este tiempo es muy distinto al tiempo en que se criaron mis hijos y al mío propio, donde cometías travesuras que si hoy se las contamos a los jóvenes se ríen; éramos sanos, tanto física como psicológicamente. Estamos en una época de pérdida de valores, lo que es muy triste; el respeto del joven al adulto y entre estos, se ha deteriorado; la familia y su concepto ya no es el mismo y eso es una lástima porque la familia, es la base del todo.

    ¿Tiene deudas pendientes con la vida?
    Tengo una enorme deuda que pienso saldarla cuando me jubile, y que es formar parte activa del Patronato de Encarcelados y Excarcelados; esa gente necesita de una mano, y creo que debo dársela.

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