Sostener un festival durante más de una década no es tarea sencilla. Requiere visión, constancia y capacidad de gestión para coordinar instituciones, artistas y públicos diversos.
En esta entrevista, su fundadora y actual directora del Coro Departamental de Salto, Andrea Iglesias, responde en siete preguntas clave cómo se organiza un encuentro coral de esta magnitud: desde las dificultades de los inicios hasta la logística actual, el rol de los coreutas, la financiación, la evolución artística y las expectativas para el futuro.
1. ¿Qué fue lo más difícil de organizar aquella primera edición de Coros en Invierno en 2013?
Tal vez darle forma a la idea de hacer un encuentro anual y transmitirlo a quienes participarían y a las autoridades. Estaban las dudas de si saldría todo bien, de que creyeran en la propuesta y de lograr motivar a los coros y al público. En ese momento la actividad coral en Salto estaba dispersa, había perdido fuerza, y era un desafío convencer de que valía la pena un encuentro estable que jerarquizara el trabajo de todos.
También debo reconocer que si no fuera por la Intendencia no hubiera sido posible.
2. ¿Cuáles son los principales aspectos logísticos que tenés que coordinar cada año para que el festival funcione?
Los principales son la disponibilidad de la sala y de los coros, coordinar la programación para que quede equilibrada y bien armada, la difusión en los medios y que todo funcione durante los conciertos. También está el aspecto técnico: luces, sonido, programas impresos y certificados para cada coro, director y pianista. Es un trabajo que exige mucha coordinación previa.
Quiero agradecer la labor de los funcionarios del Larrañaga, porque cada vez está más profesional.
3. ¿Cómo es trabajar con tantos directores y coros distintos, cada uno con sus necesidades y estilos?
Es un gusto poder hacerlo. Los coreutas y directores tenemos un chip especial al trabajar de manera colectiva. En cualquier actividad que se realiza, se puede organizar en un ambiente cordial y de armonía, respetando y aceptando la diversidad de todos los grupos que participan.
Claro que los estilos son distintos: hay coros muy vocacionales, otros con objetivos más artísticos, algunos más sociales. Pero justamente en esa diversidad está la riqueza y el festival se vive en un clima de respeto.
4. ¿Cómo se financia un festival de esta magnitud y qué pasa con los coreutas en ese aspecto? ¿Reciben algún tipo de pago o todo son los propios coros que pagan todo?
Esta es una actividad en donde no se cobra entrada. Los coreutas, que yo tenga conocimiento, no cobran por participar en coros. Y todo lo que es la infraestructura, en este evento, lo financia la Intendencia.
Es un tema que creo que debería empezar a tratarse: cómo se mensura el valor de la actividad coral y su remuneración. Porque si bien mejoró mucho con la llegada de más egresados de la universidad, todavía falta dar pasos para consolidar un nivel que permita pensar en la retribución. Es un tema complejo.
5. ¿Cómo viste que fue cambiando la preparación y la presentación de los coros desde aquella primera edición hasta hoy?
Ha ido in crescendo (aumentando). Algunos coros mantienen su estilo, muy vocacionales, otros buscan otras metas más artísticas, pero todos lo hacen con respeto y dando lo mejor.
Con los años se nota un mayor cuidado en la puesta en escena, en la vestimenta y en los programas, aunque todavía quedan aspectos básicos por mejorar, como el reconocimiento a los arregladores o la seriedad en la preparación de algunos repertorios.
Se avanzó mucho y hoy hay coros que trabajan en serio y que muestran un nivel más sólido; sin embargo, creo que todavía falta valorizar la función de los arregladores.
6. En estos doce años, ¿hay alguna anécdota o momento especial que guardes como símbolo del festival?
Más que una anécdota puntual, recuerdo situaciones que marcaron la organización. Una vez íbamos a hacerlo en Casa Quiroga y hubo que suspender porque se llovió el techo.
Otras veces nos tocó enfrentar fríos intensos, tanto en el Teatro Larrañaga como en el Ateneo, que no tienen calefacción ni aire acondicionado. Eso fue difícil porque gran parte del público es mayor y sufría mucho esas condiciones.
También podría decir que lo simbólico del festival es ver cómo, a pesar de las dificultades, los coros y el público siguen viniendo año tras año, sosteniendo esta movida coral que ya es parte de la ciudad.
7. ¿Cómo imaginás a Coros en Invierno dentro de otros doce años?
Espero que siga siendo una fiesta coral y que vengan nuevas generaciones con nuevas propuestas también y ojalá que estén los que están ahora. Me gustaría que la actividad se fortalezca, que se eleve el nivel artístico y que la ciudad viva más intensamente su cultura coral.
Lo importante es que haya movimiento, que los coros sigan encontrándose y que el festival siga siendo ese espacio de referencia para todos.