Uruguay ha demostrado en los últimos años que es posible transformar la visión estratégica en hechos concretos. La conectividad a Internet en nuestro país es hoy un verdadero motivo de orgullo nacional. Según los últimos datos de Agesic, más del 90% de los hogares cuentan con conexión y cerca del 72% dispone de banda ancha fija, mientras que más del 90% de los uruguayos mayores de 14 años son usuarios de Internet y el 83% la utiliza a diario. Estas cifras colocan a Uruguay en la vanguardia regional y lo destacan también a nivel mundial.
El liderazgo no es casual. Fue fruto de políticas de Estado sostenidas en el tiempo desde el gobierno de Jorge Batlle en el año 2002, que hicieron posible hitos más adelante como el expediente electrónico, la Historia clínica digital, además el Plan Ceibal, la fibra óptica al hogar y la digitalización de trámites públicos. Gracias a estas iniciativas, nuestro país se ubica primero en Sudamérica en el Índice de Conectividad Móvil de la GSMA y segundo en el Índice de Desarrollo Digital, además de encabezar rankings de gobierno electrónico y transparencia digital en la región. El Uruguay digital es, sin duda, un ejemplo de cómo un país pequeño puede marcar la diferencia con planificación, inversión y compromiso ciudadano.
Claro que los desafíos existen. Aún hay que reducir brechas entre Montevideo y algunas zonas rurales, entre Salto y el interior profundo, integrar plenamente a los adultos mayores y garantizar que cada niño o niña y joven del país tenga acceso a dispositivos y redes de calidad. Pero lo importante es que los cimientos ya están construidos y el camino es firme: Uruguay ha probado que puede ser pionero, innovador y solidario al mismo tiempo, llevando las herramientas digitales a todos los rincones del país. Es un gran orgullo para nuestro país y para los operadores en estos sectores.
La conectividad es más que un servicio técnico: es un derecho ciudadano, una palanca de igualdad y una llave hacia el conocimiento, la educación y el progreso. En ese sentido, no cabe duda de que Uruguay está bien posicionado para seguir creciendo y para que nadie quede atrás en esta revolución digital.
José Batlle y Ordóñez nos recordaba que sin progreso compartido no hay verdadero desarrollo. Esa visión sigue viva en la conectividad uruguaya, que no solo nos conecta entre nosotros, sino que nos proyecta al mundo como un país moderno, inclusivo y con futuro donde Salto debe resaltar como polo de desarrollo en la región para continuar este camino iniciado como dije en el año 2002.