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sábado, 21 de diciembre de 2024
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Columnas De Opinión
G-Irónico / Gonzalo Fernandez
G-Irónico / Gonzalo Fernandezhttps://ironiamagna.com
Gonzalo Fernández, "proyecto de escritor caminante", cuento con algunos trabajos independientes, y he participado como colaborador en la Revista Al Límite - Del Plata, y en la Revista Opción Médica. En mis diferentes alter egos suelo mutar a G-irónico y El Puntito de la J, dos personajes que buscan el humor irónico y negro de situaciones diarias y cotidianas.

Comete mi virus

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¿Nunca se preguntaron por qué la mayoría de los lugares donde se atiende al público tienen una mampara que separa al empleado de los demás? Bueno, se los explico: es por la «lluvia» que, nos demos cuenta o no, desprendemos al hablar con otro. Sí, en otras palabras, la mampara es el medio de protección contra los escupitajos que lanzamos diariamente al hablar. Si tienen dudas de esto, vayan a última hora a cualquier lugar donde encuentren una y empiecen a contar la cantidad de gotitas estampadas en el acrílico; les puedo asegurar que se van a aburrir tanto como si se pusieran a contar las estrellas.

En lo personal, prefiero que me atiendan con esa mampara separándonos a que lo hagan con una máscara de gas o algo similar. En ese caso, me daría por pensar que fuimos atacados con alguna arma biológica y nos estamos muriendo todos, menos ellos, los que llevan las máscaras.

¡Y cómo han evolucionado esas protecciones acrílicas! Las primeras eran una pequeña extensión vertical del mostrador, pero la lluvia de saliva seguía pasando al otro lado, con alguna que otra aplastada en el plástico, sobre todo si la altura del público no ayudaba. La primera evolución, las mamparas 2.0, ya convirtieron al empleado en un pez dentro de una pecera. El acrílico empezó a rodear y delimitar la pureza del oxígeno y la sequedad del ambiente, pero con una flaqueza: mantenían un rectángulo sin protección, donde los bajos se sentían en libertad de expulsar y transmitir líquidos, y los altos, con contorsiones, doblaban la espalda hasta poder estar a la altura de ese rectángulo para intercambiar palabras y saliva más libremente. (Si hay algo que hasta ese punto no evolucionaba, era el tema de la acústica; no se escuchaba nada cuando te hablaban). La versión 2.1 cambió la abertura rectangular amplia por una fina, donde solo pasan papeles, y una rendija solapada para «hablar».

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Hoy por hoy, convivimos con la versión 3.0 de las mamparas. La abertura para el intercambio de documentos se mantiene, pero ahora agregaron un intercomunicador electrónico. Decir que se mejoró la comunicación es relativo; ahora es como estar hablando con Darth Vader en la escena final de El regreso del Jedi.

No perdamos de vista que el intercambio salival es mutuo, tanto del público hacia el empleado como viceversa. Lo digo con fundamentos: atiendo al público sin mampara, y puedo asegurar que terminamos bañados los dos. Lo complicado, y hasta cruel, es cuando uno está en ese estado en que parece estar perdiendo los pulmones al toser, como estoy ahora, donde, si no sale un pedazo de pulmón, el virus más pequeño que expulso es del tamaño de una cucaracha.

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