Carlos Fraga preside la Escuela de Samba Unidos de la Zona Sur y forma parte de una generación que decidió pensar el carnaval más allá del desfile. Desde hace tres años impulsa un trabajo sostenido que vincula samba, organización y trabajo cultural, con la convicción de que Salto tiene un potencial artístico todavía poco aprovechado.
Ese camino derivó en la articulación de las seis escuelas de samba del departamento y en la creación de ACSES, una asociación civil que toma como referencia experiencias regionales como la de Artigas y busca construir, desde la cooperación, un nuevo escenario para el carnaval salteño.
La idea de vincular carnaval y turismo a veces genera ruido; ¿Cómo pensás ese vínculo sin que recaiga todo el peso sobre las escuelas?
Salto muchas veces queda afuera de los circuitos turísticos que sí existen en la región y creemos que el samba puede aportar ahí
Además, esto también genera trabajo concreto. Nosotros contratamos armonía, contratamos mestre-sala y porta-bandeira, figuras que hoy no tenemos formadas acá. Pensamos a futuro poder desarrollarlas localmente, formar gente, generar talleres. Es una cultura espectacular. El baile, el ritual, todo lo que implica. Queremos enseñar por qué esas figuras son tan importantes dentro de una escuela de samba y transmitir ese cuidado por la cultura.

¿Cuál es la función del mestre-sala y la porta-bandeira?
La porta-bandeira es quien lleva el pabellón de la escuela. Es una figura central, casi como la reina, la responsable de cuidar y representar ese símbolo. El mestre-sala es quien la acompaña, quien le hace la gala, quien la protege en el desfile. En Río de Janeiro, por ejemplo, una escuela que no tiene ese rubro directamente está faltando el respeto a la tradición.
Nosotros lo incorporamos como rubro. Este año contratamos a Ana Marilda Bello, que viene de Porto Alegre. Ella ha sido nota diez cada vez que vino. Es una persona muy cálida, muy profesional. Cada año elige un compañero distinto para venir como mestre-sala.

¿En términos de costos, de cuánto estamos hablando?
Alrededor de 50 mil pesos uruguayos por los dos desfiles, el 6 y el 7. Eso incluye pasajes. La estadía corre por nuestra cuenta, se quedan unos tres días.
O sea que, en números redondos, es un costo muy razonable.
Sí, sobre todo si se tiene en cuenta que la vestimenta que traen es carísima. Es un vestuario pensado para carnavales en distintos lugares, porque ellos viajan mucho. Primero salen en Montevideo, después vienen a Salto, luego van a Artigas y más tarde a Uruguayana. Es un circuito.
Qué interesante esa ingeniería económica
Exacto. Para poder dedicarte a esto tenés que pensar en ese tipo de estructura. Nosotros tratamos de generar ingresos desde distintos lugares. Por eso, cuando formamos la asociación de las seis escuelas de samba (ACSES), empezamos a trabajar con un itinerario común.
Cada escuela fija una fecha que le conviene y en cada una de esas fechas van las seis escuelas. Se hace un mini desfile: batería, indumentaria básica —una camiseta representativa del enredo—, bailarinas, y cada grupo hace su presentación. Pero la única que presenta oficialmente el samba-enredo es la escuela anfitriona. La entrada es gratuita. Es un espectáculo abierto y organizado.
Ahí está el concepto central: uno para todos y todos para uno.
Tal cual, si no trabajás así, es imposible. Este año, por ejemplo, conseguimos algo clave. El hijo de un funcionario histórico de la Intendencia compró un ómnibus y lo transformó en escenario móvil. Ese ómnibus recorre los lugares y fechas que entendemos estratégicas para presentar las escuelas.
La última presentación fue hace una semana, cuando Mulambé —la escuela que ganó el último carnaval— hizo su presentación. Y ahora estamos proyectando la fecha final, el 17 de enero, en el Espacio Puerto. Esa zona donde entraban las vías del tren hoy está cerrada y es un espacio ideal.
Todavía no lo lanzamos oficialmente porque falta ajustar detalles, pero la idea es cerrar ahí el ciclo de presentaciones, con parte de la armonía de cada escuela y distintos actores de la ciudad. Va a ser un evento fuerte, el cierre de todo el trabajo previo.
Ahí hay claramente una lógica de gestión cultural. Ustedes se apropian de algo que el poder público muchas veces no ofrece, como históricamente hacemos los carnavaleros.
Tal cual. Por eso te comentaba que estamos pensando que para el carnaval 2027 probablemente lo gestionemos nosotros, con apoyo de alguna empresa. Hacernos cargo del carnaval que venimos armando, desarrollando y haciendo crecer. Es una posibilidad real.
¿Cuánta gente hay hoy en la escuela de samba?
En Unidos de la Zona Sur, este año, vamos a ser alrededor de 200 personas. Nuestro reglamento establece un mínimo de 120 salteños. Eso ya venía de antes y nosotros lo reafirmamos. Entendemos que no puede venir gente de afuera a llevarse el dinero que generamos acá para subsistir.
Después, claro, se puede reforzar con lo que no tenemos. Por ejemplo, armonía o instrumentos específicos como el cavaquinho, que es muy difícil de conseguir acá.

Hermoso instrumento.
Sí. El maestro de nuestra batería, que tiene 30 años, quería aprender, incluso tenía uno, pero por cuestiones de trabajo este año no pudo salir. Ese tipo de historias son las que también explican por qué a veces la gente no puede participar, aunque tenga ganas.
¿Cómo vivís vos, desde la escuela de samba, el vínculo con el público y con otras manifestaciones?
Nos está siguiendo muchísima gente. A todas las escuelas. Se generó algo parecido a lo que pasaba en su momento con las murgas, cuando se llenaban los parques. Hoy, en cada evento que hacemos, se llena de verdad.
Incluso la Intendencia planteó la idea de generar un puntaje especial para las hinchadas, como existe en otros rubros. Que cada escuela tenga su hinchada, que compita también. Eso está bueno porque acerca más gente y fortalece el sentido de pertenencia.
Ahí hay un concepto clave: administrar comunidades. Hoy, con las redes sociales, no alcanza con sumar gente como número. Hay que generar diálogo, interacción, vínculo real.
Exactamente. La idea es que la gente se sienta parte, que ayude a traer a otros, que esté cuando se necesita ese aliento. Eso mejora el espectáculo, fortalece la comunidad y termina beneficiando a la ciudad.
Porque también pensamos en el trabajo. Salto necesita trabajo y los artistas todavía más. Todo esto es un conjunto de cosas.
Trabajo y salario para los artistas tiene que ser una bandera.
Totalmente. Por eso también pensamos en formar gente de acá. Lo mismo que con el cavaquinho o la porta-bandeira. Queremos que cada escuela tenga, como mínimo, una porta-bandeira de la ciudad. Ese es uno de los objetivos del reglamento a futuro.
Y que gane dinero también.
Claro. Es así como se construye cultura. La cultura necesita economía para existir.
Para cerrar, te pido un mensaje final: cómo ves el futuro y qué te gustaría dejar como idea.
El mensaje es que nadie baje los brazos en lo cultural. Que tengan ganas de aprender, de estar, de ser uno más dentro de cada escuela. Esa es la posibilidad de crecer.
Entender que la cultura es parte de nuestra vida y que aprender es crecer como persona. Ojalá podamos quedar en la historia como el comienzo de algo que nació con un objetivo simple: juntar gente para divertirse y para desarrollar una cultura que tal vez no era tan común en la ciudad, pero que de a poco va creciendo.




