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sábado, noviembre 29, 2025

«Carlos Ardaix: una vida contada con amor y micrófonos» 

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Diario EL PUEBLO digital

Carlos Ardaix es un nombre que, desde hace décadas, se vincula de manera inevitable con la comunicación en Salto. Su historia personal es la de un trabajador incansable que, con humildad, constancia y fe, fue dejando huellas en la radio, la televisión y en la organización de grandes eventos de la ciudad, como la Expo Salto.

No nació en un entorno rodeado de micrófonos ni cámaras, pero sí con una profunda pasión por la palabra. De niño, su puerta de entrada fue el recitado criollo: con apenas 12 o 13 años comenzó a memorizar poemas, representó a Uruguay en Posadas y ganó un primer premio que le marcó el camino. Desde entonces, la comunicación se transformó en su mundo. 

La radio, como él mismo define, es su “segunda casa”. A los 17 años comenzó en CW31 Radio Salto, y desde entonces no ha dejado de transmitir su voz y su estilo, incluso tras un paréntesis obligado cuando emigró a Estados Unidos con su familia. Su regreso lo encontró de nuevo detrás de los micrófonos, primero en CW31 y luego en Radio Tabaré, siempre con la misma entrega y entusiasmo. 

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La televisión también lo atrapó, aunque en tiempos difíciles, cuando los recursos eran escasos y la producción local apenas daba sus primeros pasos. Allí, Ardaix se animó a crear programas propios, como La hora de la amistad, donde mezclaba entrevistas, entretenimiento y cercanía con la gente, demostrando que la comunicación, con imagen y sonido, era un espacio de enormes posibilidades. 

Con la Expo Salto llegó otro de los desafíos más grandes de su carrera. Cuando la Asociación Agropecuaria le propuso hacerse cargo de la organización, él mismo confesó que no sabía nada de muestras ganaderas ni de exposiciones.

Salto Grande es energía, talento y desarrollo

Sin embargo, aceptó el reto y, con creatividad y perseverancia, levantó una feria que empezó con stands hechos de retazos, pero que hoy es una de las muestras comerciales, industriales y artesanales más importantes del interior del país. Ardaix no oculta que fueron años de lucha, pero también de crecimiento sostenido, al punto que la Expo ya desborda los galpones disponibles y busca nuevos espacios para seguir expandiéndose. 

Pero más allá de los micrófonos, las cámaras y las exposiciones, hay un pilar que sostiene la vida de Carlos Ardaix: su fe.

No como un simple acto de rezar, sino como un modo de vivir. Para él, la fe es sinónimo de perdón, arrepentimiento, reconocimiento de errores y, sobre todo, amor hacia el prójimo sin distinciones. Esa misma fe es la que lo acompaña en lo personal y en lo profesional, y que, como él mismo explica, le ha permitido recibir de los demás alegrías inesperadas y gestos simples que se convierten en regalos valiosos. 

Con emoción, reconoce que lo que más orgullo le genera son sus hijos, quienes le han dado mucho más de lo que jamás soñó. Y si bien sabe que, como todo ser humano, cometen errores, lo fundamental —dice— es que siempre prime el amor verdadero, sincero y espontáneo. 

De origen humilde, hijo de un arrancador de naranjas, Carlos Ardaix se define como un hombre sencillo, dedicado a su familia y a su vocación comunicacional. Y aunque no busca grandes reconocimientos, sí desea ser recordado como alguien que encontró en la vida más

de lo que esperaba, que supo agradecer y transmitir, y que eligió caminar con valores firmes, dejando huellas profundas en su comunidad. 

Por tal motivo, el protagonista de la historia de vida de hoy es Carlos Ardaix. 

¿Cómo te describirías en pocas palabras? 
«Un trabajador, en mi caso en la comunicación.» 

¿Había alguien en tu familia o en tu entorno que fue quien te incentivó a comenzar en los medios de comunicación?
«No, lo más cercano que yo tuve de chico a la comunicación fue el recitado criollo, que de niño grande, 12 años, 13, incursioné en eso un tiempo, seguí. Fui a Posadas representando a Uruguay recitando, ganamos el primer premio. Después aquí me presentaba en festivales, escenarios, me gustaba y me gusta mucho, al punto que llegué a memorizar más de 70 poemas de autores orientales. El único autor que aprendí y recité fue un judío radicado en Argentina, que escribió mucho poema social.» 

¿La radio qué es para vos? 
«Mi segunda casa, porque a los 17 años comencé en la radio Salto CW31 y no paré más. Hice todo un ciclo en la 31, luego se cortó ese ciclo porque emigré a EE. UU. con mi familia y evidentemente suspendí la radio, pero cuando volví me reintegré a la 31 y ahí seguí como cinco años más, hasta que surgió la oportunidad de Tabaré y me gustó el desafío, y seguí en Tabaré.» 

En la televisión también incursionaste, ¿cómo fue esa experiencia?
«En la televisión lo distinto es que vos en la tele ya entrás a hacer algo parte de un programa o creación tuya. Evidentemente, esos comienzos en la televisión hablan de una TV naciente y que, por lo tanto, era bastante pobre en recursos y en otros detalles que hoy, gracias a Dios, cuentan los canales de Salto. Pero como medio fue fantástico, porque tenés sonido e imagen, eso me entusiasmó. Tuve programas como La hora de la amistad, que hacía con un amigo de Concordia, Luis Pared. Era técnico de unos clubes grandes de Concordia, entonces dirigió Ferrocarril. Con él hicimos todo ese ciclo La hora de la amistad, y cuando lo dejamos yo volví a la televisión, pero ya solo y en otro programa.» 

Si hablamos de organizar eventos, ¿qué es para vos organizar la Expo Salto?
«La Expo Salto… viste que cuando vos hacés una cosa y vas aprendiendo a medida que hacés cosas, llega un momento que se repite mucho lo del baile o el recital en el Parque Harriague, o un espectáculo de la forma que sea, pero en un escenario que cambia. Pero es lo mismo.

La Expo Salto, cuando a mí me habló la Asociación Agropecuaria si me animaba a hacerme cargo de una cosa como esa, me sorprendió porque yo la verdad se los dije a ellos: nunca había ido a una muestra ganadera, de esto no sé nada.

Entonces me animé porque realmente estaba todo por hacerse. Con decirte que para armar los primeros stands fue con retazos, no teníamos nada: no teníamos para hacer una pared de un stand, no teníamos para decorar, para iluminar un stand. Fue una lucha, yo te diría de cinco años, parar la Expo.

Cuando digo parar la Expo quiero decir que completamos un galpón de 51 stands y ya con eso ya pintaba, ya veías que podía crecer eso. Y creo que el salteño lo asimiló igual porque la mayoría son stands comerciales.

Hay artesanos, evidentemente, pero el comercio manda, y la industria también. Quiere decir que a medida que el comerciante fue captando la importancia de que Salto tuviese una muestra que identificara a Salto, fuimos recibiendo un segundo galpón, tercer galpón… hoy no tenemos más porque no hay más galpón para completar con stands.

Hoy la Expo realmente estamos pensando cómo vamos a estirarla al sur con nuevo terreno, y más presencia de los que no han podido estar, que tuvimos que contestar ‘no tenemos espacio’.» 

«La Expo es una magnífica experiencia y un desafío constante, porque no podés dormirte en los laureles. Siempre hay algo que no estuvo, o que no estaba, y siempre nos da la razón en estar dispuestos a recibir cosas nuevas, porque cuando los vemos instalados nos damos cuenta: ‘esto hacía falta’.» 

¿Cómo influye la fe en tu vida, tanto personal como profesional? 
«Para mí la fe es el pilar de la vida de uno, de una persona, mía o de quien sea. Y no se trata de creer y rezar, se trata de vivir según la fe. Eso quiere decir que uno tiene que andar de la mano con el perdón, con el arrepentimiento, con reconocer la mea culpa cuando comete errores, cuando uno se da cuenta que no estuvo bien.

Y sobre todo de querer a la persona que tenés enfrente tuyo o compartís cosas, de quererlo especialmente sin distinciones. Porque en el abanico de la fe somos todos iguales. Ahí es donde somos todos iguales y ahí es donde tenemos que demostrar que esto no es una frase, es una manera de ejercitarlo.

Darle al otro lo mejor que podés darle y esperar siempre de los demás, porque a veces ocurre que las personas que no conocés mucho o que no conocés nada, y por cosas de la vida llegan a vos, te dan una alegría o te dan un sorbo de agua fresca que te hace ver qué importante haberle dado espacio.» 

¿De qué te sentís más orgulloso? 
Y con la emoción hasta las lágrimas, Carlos contesta: «De mis hijos. Los hijos te dan lo que no soñaste y te lo dan con los errores incluidos, porque ellos también son humanos y también cometen errores. Pero lo que tiene que existir sobre todas las cosas es amor. Ese amor instantáneo, espontáneo, sin dobleces, y donde, de acuerdo a la vida, queda claro que diste lo mejor.» 

¿Cómo te gustaría que te recordaran? 
«Con el contento de una persona que encontró cosas que de pronto no esperaba y que se hicieron realidad. O sea, un hombre de origen humilde: mi padre arrancador de naranjas, y en el tiempo que la zafra duraba cuatro meses y se terminaba y había que ver después con qué. Y vos, a medida que ibas creciendo, mirabas el panorama y te dabas cuenta. Pero un hombre sano, sin alcohol, y enteramente dedicado a su casa. Así mi padre fue un ejemplo. Así nomás, como el que me recordarán.»

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