Gracias a las donaciones de la ciudadanía y el comercio local, la Asociación Dr. Nery Campos Pierri entregó ayuda alimentaria y de higiene a familias de niños en tratamiento oncológico.
En medio de los días más fríos del año, cuando la temperatura cala hondo y los desafíos parecen hacerse aún más duros, un grupo de personas vuelve a tender la mano con un gesto tan simple como poderoso, acercar una canasta de invierno a los hogares de niños que atraviesan tratamientos oncológicos intensivos.
La Asociación de Apoyo al Niño con Cáncer «Dr. Nery Campos Pierri», presidida por el contador Álvaro Llama, llevó adelante una vez más esta tradicional entrega, que ya es parte del calendario solidario anual en nuestra ciudad.
“Fue una canasta bastante importante”, destaca Llama. “Contenía alimentos no perecederos, carne, pollo, frutas y un kit de limpieza, que para nosotros es fundamental”. El esfuerzo no se limita a lo material. “La gente nos lo agradece siempre con mucho cariño. Nos sentimos cerca, acompañándolos, especialmente en estos meses duros donde el frío se siente más”. La entrega se realizó a 21 familias, en un evento íntimo y solidario, con punto de encuentro en el hogar de la familia Mattío Soma.
Más allá del contenido tangible, la canasta de invierno es símbolo de un acompañamiento constante, de una mano extendida cuando más se necesita.
El corazón detrás de la ayuda
La pregunta surge naturalmente, ¿de dónde proviene toda esta ayuda? “La respuesta siempre es la misma, del corazón solidario de Salto”, afirma Álvaro. “El comercio local, la gente, todos colaboran. Algunos aportan productos, otros nos hacen descuentos importantes. Este año, por ejemplo, el kit de limpieza y la fruta fueron donados totalmente”.
Uno de los grandes pilares de financiamiento de la Asociación es el evento “La hamburguesa amiga”, el tradicional día solidario de Salto, una jornada que moviliza a toda la comunidad. “Con lo que recaudamos ese día, financiamos todas nuestras actividades del año. Es un día, pero que tiene un impacto de 365”.
Cada canasta, entonces, no es solo un gesto, es el resultado de la confianza colectiva, de un entramado social que no le da la espalda al dolor ajeno.
Más allá de la canasta, una casa, una esperanza
La Asociación no se limita a entregar canastas. Recordemos que uno de los hechos más conmovedores de los últimos meses fue la entrega de una vivienda digna a la familia de Lautaro, un niño en tratamiento. “La casa ya está habitada, y seguimos haciendo un seguimiento responsable del compromiso que asumimos con la fundación Cirineos junto con la Pérez Scremini”, explica Llama.
“El gran primer paso ya está dado. Tener una vivienda adecuada no es un lujo, es una condición básica para la recuperación. Lautaro ahora puede concentrarse en sanar, en jugar, en ser niño, y su familia puede acompañarlo desde un lugar seguro y cálido”, añade.
El seguimiento no es solo logístico. Los miembros de la Asociación visitan regularmente la casa, conversan con la familia, observan mejoras, adaptaciones, pequeños avances que son enormes en este contexto. “Están cuidando el lugar, lo valoran, y eso nos llena de orgullo. No se trata solo de dar, sino de acompañar”, resume.
Sin embargo, la necesidad no se agota. “Hoy tenemos la inquietud de conseguir más terrenos para futuras viviendas”, confiesa Álvaro. “La idea es que no sean en zonas de asentamiento, porque el objetivo es justamente mejorar la calidad de vida. Pero también nos enfrentamos a un problema real, y es que muchas personas se resisten a dejar su lugar, aunque sea precario. Para ellos es su hogar, su entorno, su vida”.
El trabajo social es tan importante como el material. Se requiere tiempo, diálogo, empatía. “Quien vio las fotos del antes y el después de la casa de Lautaro, entiende de inmediato el valor de este cambio. Y sabe que vale la pena”, enfatiza. “La verdad que eso va a ayudar a que esa recuperación de Lautaro esté dentro de esos 80% que se recupera gracias al gran trabajo médico de la Pérez Scremini”, señaló.
La enfermedad no espera
El cáncer infantil no conoce de estaciones, ni de contextos sociales, ni de calendarios. Avanza. Pero también avanza la solidaridad, la humanidad de una comunidad que no se resigna y que apuesta todos los años a cambiar realidades, aunque sea una por una.
Hoy, mientras algunos niños reciben una canasta con alimentos y abrigo, también reciben un mensaje claro de que hay una ciudad entera sosteniéndolos, creyendo en ellos, esperando su recuperación. Porque en cada paquete de fideos, en cada fruta, en cada botella de lavandina, va también un pedacito de esperanza, de cuidado, de futuro.
