¿no es cierto, Peñarol?
Ayer jueves, 6 de marzo, Peñarol de Salto llegó a un año más de vida social y deportiva. Fundado en 1915, han pasado 110 años. En tanto, el 1969 se metió en la historia del Peñarol local, al ser la última vez que alcanzó la consagración de Campeón Salteño. Después, nunca más.
Cada 6 de marzo, los veteranos de la causa evocan al Peñarol de Rodolfo «Lalo» Ibáñez, propietario de una delantera inolvidable conformada por:
- Orestes Rolfo
- Delmar «Gato» Ferreira
- Walter Eduardo Finozzi
- Omar «Toscano» Quintana
- Miguel Ángel «Rata» Ibero
Ese Peñarol que en la final batió a Ferro Carril por 4 a 3, tras una imposición transitoria de 4 a 1. Peñarol Campeón Salteño, un hecho irrepetible.
Desde EL PUEBLO, recordar esta fotografía del Peñarol de 1969 no implica un ejercicio de simple melancolía, sino la consideración de que ciertos pasados no volverán. En el caso de Peñarol, sabe bien de qué se trata.
«¿Y con ese nombre juegan en Intermedia?»

En sus tiempos de notable jugador de fútbol y aún después de su retiro, PEDRO VIRGILIO ROCHA frecuentaba la sede de Peñarol en Salto. Una manera de rescatar los amigos de antes, la barra de los años 60.
Cuenta la anécdota que, en una de esas tantas veces, el Daro llegó a Salto y supo que «su Peñarol» militaba en la entonces Divisional Intermedia, hoy llamada Divisional B.
Pedro Rocha, con una mueca de dolor, interrogó a la barra:
«¿Y con ese nombre que tiene el club, el de Peñarol, ustedes juegan en Intermedia?»
El salteño, Campeón de América y del Mundo, no podía digerir que Peñarol en la Liga Salteña no fuese un equipo de la «A». Ante su pregunta, ninguno de los comensales respondió. El silencio se tornó pesado y profundo.
«La gente iba a vernos practicar»

¿Ese Peñarol fue uno de los equipos más selectos en la historia del fútbol salteño? Sin dudas. Por la suma de factores que lo transformaron en un equipo de fino paladar, desde lo táctico a lo técnico.
Jugaba con una generosa dinámica y, cuando disponía de la pelota, el rumbo era fijo hacia el gol. El clásico 4-3-3 de la época, capaz de transformarse en un 4-2-4 para amplificar la ofensiva.
UNA MANERA DE DISFRUTAR
Desde Belén, llegó Walter Finozzi y, en el arco, la responsabilidad recaía en Abel Eugenio Rattín o Enzo Rochetti. Los extremos eran de raya: Rolfo e Ibero.
El propio Orestes, evocando desde la memoria, remarcó:
«La gente iba a vernos practicar. Rodeaba la cancha donde entrenábamos. El «Lalo» Ibáñez la hacía fácil: los delanteros contra los defensas. Así, cada uno sabía qué hacer para quitar influencia al rival o cómo sorprender arriba. Nadie se aburría y todos disfrutábamos. Jugar en ese Peñarol fue una manera de disfrutar del fútbol.»