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viernes, junio 20, 2025
Columnas De Opinión
Ignacio Supparo
Ignacio Supparo
Ignacio Supparo Teixeira nace en Salto, URUGUAY, en 1979. Se graduó en la carrera de Ciencias Sociales y Derecho (abogado) en el año 2005 en la Universidad de la República. Sus experiencias personales y profesionales han influido profundamente en su obra, y esto se refleja en el análisis crítico de las cuestiones diarias, con un enfoque particular en el Estado y en el sistema político en general, como forma de tener una mejor sociedad.

Borrar al buen padre de familia: La guerra cultural llega al lenguaje legal

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«No se puede destruir una civilización sin destruir primero sus palabras.» 

 G.K. Chesterton

Un proyecto de ley del Frente Amplio propone eliminar la expresión “buen padre de familia” del Código Civil uruguayo por considerarla arcaica y sesgada. Pero detrás del cambio técnico se esconde algo más profundo: la voluntad de borrar referentes morales y culturales fundamentales.

En nombre de la inclusión y la modernización del lenguaje legal, diputados del Frente Amplio han presentado un proyecto para sustituir la expresión “buen padre de familia” en el Código Civil por la fórmula: “persona media, prudente y cuidadosa”

A primera vista, parece un ajuste menor, un gesto contemporáneo para actualizar viejas fórmulas jurídicas. Pero no lo es. Este cambio no es aislado ni inocente: es parte de una operación ideológica mucho más amplia, sistemática y persistente. Es una pieza más del engranaje que busca desmantelar el lenguaje que nombra lo humano, lo natural y lo civilizatorio.

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La expresión “buen padre de familia” tiene siglos de historia jurídica y de aplicacion cultural. Representa un estándar de conducta: actuar con prudencia, previsión, responsabilidad. Pero no es casual que incomode. Contiene dos palabras —padre y familia— que hoy están bajo ataque simbólico constante. La hegemonía cultural dominante, de raíz neomarxista, no tolera estos conceptos porque evocan jerarquía moral, deberes previos, orden natural.

Padre y familia: dos ideas que se quieren suprimir

El proyecto del FA no es una excepción. Es parte de una tendencia que también ha llevado a sustituir términos como madre por persona gestante, niño por criatura, hija por infancia, padre por adulto responsable, familia por entornos afectivos o uniones libres. No se trata de ampliar derechos. Se trata de borrar vínculos. De sustituir lo concreto por lo neutro, lo encarnado por lo funcional, lo personal por lo anónimo.

El padre molesta porque sugiere autoridad, deber, responsabilidad. La familia molesta porque remite a un orden anterior al Estado, no programable, no ideológicamente neutro. Por eso estas palabras deben desaparecer. No de un día para otro, sino mediante una cirugía semántica gradual, constante, estratégica.

¿Quién define qué es “prudente”?

El reemplazo propuesto, además, no es más claro ni más preciso. Todo lo contrario. ¿Qué significa ser una “persona media, prudente y cuidadosa”? ¿Quién define qué es una conducta “media”? ¿Prudente según qué valores? ¿Cuidadosa respecto de qué estándares?

Cuando se borra un concepto cargado de sentido histórico —como el buen padre de familia—, no se elimina el juicio moral: se lo traslada a jueces, técnicos y burócratas, que deberán interpretar esos conceptos sin guía cultural ni moral compartida. Se reemplaza un estándar cultural comprensible por una fórmula vaga, abierta, arbitraria.

El liberalismo con raíces

Desde una perspectiva liberal clásica, esta operación es profundamente preocupante. Porque el liberalismo no es destrucción de las formas sociales, sino su defensa frente al poder concentrado. La libertad necesita raíces: costumbres, instituciones, ideales compartidos. El “buen padre de familia” es uno de ellos. Representa a ese ciudadano que actúa con sensatez, como si alguien —su familia, su comunidad, su futuro— dependiera de su juicio.

Sustituirlo por una “persona media” es reducirlo a un estándar estadístico sin alma. Es como si el ideal cívico ya no fuera necesario, porque todos debemos ser simplemente funcionales. Pero una sociedad libre no se sostiene solo con normas impersonales: necesita también virtudes, modelos, ejemplos.

La batalla por las palabras es la batalla por la realidad

Quien controla el lenguaje, controla la realidad. Y hoy, esa batalla se libra incluso en los artículos del Código Civil. Eliminar al “buen padre de familia” no es un gesto de progreso. Es un acto simbólico que busca borrar el vínculo humano, la referencia moral, el modelo concreto de conducta. Es decirnos que ya no existen padres buenos, ni familias con sentido, ni virtud como ideal legal. Solo individuos promedio, procedimientos neutros y estructuras sin rostro.

Por eso, esta no es una discusión menor. Es un umbral cultural. Si permitimos que nos quiten estas palabras, nos quitan también los símbolos que estructuran lo humano. Y sin símbolos, sin nombres propios, sin roles significativos, la civilización se vuelve inerte.

Conclusión

 “Cuando se borra al ‘buen padre de familia’ y se lo reemplaza por una ‘persona prudente’, no se elimina el juicio moral: se lo transfiere a una élite que decide, a puertas cerradas, qué significa portarse bien.”

Hoy es esta expresión. Mañana será el matrimonio, la maternidad, la nación, la vida. El proyecto es claro: disolver toda pertenencia, todo vínculo y toda verdad que no pase por el filtro del poder cultural dominante

La única respuesta posible es la firmeza. Porque quien no defiende las palabras, no podrá defender la realidad cuando llegue el momento.

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