El retorno de Pedro Bordaberry a la actividad política genera, indudablemente, esperanzas en unos y preocupación en otros. Los del primer grupo, colorados en su gran mayoría, ven en el exsenador a una persona capaz de englobar las mejores tradiciones partidarias, la trayectoria, la experiencia, la bonhomía, la responsabilidad y el sentido del deber, aglutinando a su alrededor, incluso, a parroquianos de otras tiendas que, tras su regreso, podrían saltar el alambrado y con su mano “pecar” al momento de sufragar en las próximas elecciones de octubre o Primera Vuelta.
Esa eventual circunstancia colocaría a la colectividad de don Pepe Batlle en una posición electoral inmejorable. De un menguado 9% previo a las elecciones internas, el cual aumentó con la elección de Andrés Ojeda como candidato presidencial a un 13%, podría catapultarla a un porcentaje mayor. Si logra alcanzar un techo alto, no es descabellado pensar en una interesantísima y férrea “interna” en la Coalición que hoy gobierna el país y que busca renovar el mandato por 5 años más. Aquí surge la preocupación de los socios electorales.
Ese segundo grupo se compone de quienes procuran repetir la patriada de las elecciones de 2019, donde, con un menguado 1% y monedas, arrebataron a la coalición de izquierda, Frente Amplio, el gobierno, tras 15 años de ostentarlo con mayorías parlamentarias. El Partido Nacional, histórico adversario; el Partido Independiente, izquierda socialdemócrata; y Cabildo Abierto, nuevo partido político con fuerte respaldo de centro-derecha y derecha, otrora simpatizante del pachequismo y del conservadurismo blanco, podrían verse diezmados en sus intenciones numéricamente electorales por la figura del líder colorado.
La balanza podría, entonces, inclinarse hacia un Partido Colorado que, desde su último gobierno presidido por el Presidente Jorge Batlle—quien enfrentó la última gran crisis económica-financiera—se alejó muchísimo de la posibilidad de alcanzar una masa de votos que le permitiera ser gobierno. Se vio y colocó en la posición de socio garantista de un gobierno que estrenó un estilo de ejercer el poder desconocido hasta el momento en Uruguay, pero que tuvo la lealtad institucional requerida para cumplir fielmente su cometido.
Bordaberry sumaría simpatías de un lado y del otro, fortaleciendo la candidatura de un presidenciable joven que habla de nuevos tiempos en la política y deja de lado la dicotomía entre izquierda y derecha, comprendiendo la actualidad con una visión moderna, pero que, al mismo tiempo, accede al apoyo que da la experiencia de dirigentes que, al haber sido en tiempos pasados gobierno, saben de qué se trata la cosa y están dispuestos a ser marineros de un barco que, de zarpar con viento a favor, puede lograr hacerse a la mar con ventaja, capitaneando, por lo tanto, una coalición que, hasta el día de hoy, no renegaba ni ponía en duda el ser dirigida una vez más por la divisa de Saravia.
Muchos creerán que estamos delirando. No lo duden ni por un segundo. Sucede que la realidad siempre, pero siempre, supera a la ficción; no olvidemos que esta surge de aquella como inspiración. Los últimos hechos que han tenido a dirigentes del Partido Nacional en el ojo de la tormenta por temas de corrupción, como en Artigas, las poco felices declaraciones del ex Presidente del Honorable Directorio nacionalista, Astesiano, Marset, y hasta la sorprendente designación de la ex dirigente sindical Valeria Ripoll como candidata a la Vicepresidencia; lo ocurrido recientemente en Floria, etc., han hecho y harán mella en su caudal electoral, dejando a un nada despreciable número de votantes en el bando de los indecisos que, ahora, encuentran en Pedro Bordaberry un ancla, al verse a la deriva en sus aspiraciones.
No sería de dudar que, en el Ballotage, viéramos competir a las fórmulas Orsi-Cosse y Ojeda-Silva. Como tampoco sería de dudar que la instancia electoral que vendrá tendrá muchas sorpresas y sobresaltos, por aquello de que la política es dinámica y en la política todo es dinámico. De lo que sí, no podemos dudar, es que Bordaberry generó en pocos días un cambio en el tablero político nacional.