En un laboratorio australiano e inglés, se ha inaugurado una nueva era tecnológica: la biocomputación con células cerebrales humanas. El avance más notable es el CL1, creado por la startup Cortical Labs de Melbourne en colaboración con bit.bio (Reino Unido). Se trata del primer ordenador biológico comercial, que combina silicio con neuronas vivas cultivadas en un chip, todo ello contenido en una especie de “caja‑cerebro”.
🔬 ¿Qué es el CL1 y cómo funciona?
- Estructura híbrida: un chip de silicio rodeado de un caldo nutritivo que mantiene vivas hasta 800.000 neuronas derivadas de células madre .
- Comunicación eléctrica: las neuronas envían y reciben pulsos eléctricos bidireccionales, emulando el funcionamiento cerebral natural
- Aprendizaje activo: en su prototipo “DishBrain”, estas neuronas aprendieron a jugar Pong. El CL1 amplía esa funcionalidad con mayor potencia y diversidad de estímulos.
- Consumo eficiente y vida prolongada: opera con pocos vatios y permite mantener vivas las neuronas hasta seis meses gracias a su sistema de soporte vital
🧪 Aplicaciones y potencial científico
- Investigación médica: se pueden probar fármacos directamente sobre redes neuronales funcionales, acelerando el desarrollo de tratamientos .
- Modelos de enfermedades: se ha usado para estudiar la respuesta a compuestos como el alcohol o medicación antiepiléptica, evaluando el impacto en el comportamiento neuronal .
- Computación de bajo consumo: las neuronas biológicas consumen muchas veces menos energía que los circuitos electrónicos convencionales, lo que abre posibilidades de sistemas más sostenibles.
⚠️ Desafíos y dilemas éticos
- Durabilidad limitada: la vida de las neuronas en el CL1 es finita; al morir, el sistema debe reiniciarse
- Transferencia de memoria: aún no existe una forma de preservar el aprendizaje para sistemas sucesivos .
- Riesgo de conciencia: la posibilidad (aún remota) de que estas redes neurológicas puedan desarrollar sensación de sufrimiento o conciencia exige marcos éticos .
🌍 Otras iniciativas globales
- FinalSpark (Suiza) ha desarrollado un procesador biológico basado en 16 “mini‑cerebros” (organoides) en red conectados por electrodos, accesible vía plataforma remota.
- Otros equipos usan organoides cerebrales para reconocimiento de voz y resolución de ecuaciones nolineales.
🎯 Conclusión
La biocomputación con células cerebrales humanas ya no está en el terreno de la ciencia ficción. El CL1 representa un hito tangible: un sistema comercial de wetware que combina aprendizaje neuronal y eficiencia energética. Aunque su adopción cotidiana aún esté lejos, el impacto en la investigación biomédica y neurocientífica podría ser profundo. Sin embargo, surgen preguntas éticas cruciales sobre la “vida” de estas máquinas vivas y los límites entre el procesamiento y la conciencia.
En resumen: estamos ante el nacimiento de un paradigma que desafía la frontera entre lo biológico y lo informático. Pero, ¿hasta qué punto estamos preparados para responder a las implicancias éticas que trae consigo?