Bienvenidos a esta tercera columna, desde Somma – Lombardía, Italia

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    3er Columna de Diario El Pueblo / 16 de Marzo 2019 / Somma, Lombardía –Italia.

    Si llegaron conmigo hasta aquí desde la primer entrega de este diario de viaje, supongo habrán seguido la trama donde contaba que vendría hasta aquí en búsqueda de una parte de mi gran historia familiar, y digo gran porque somos un lote. nacho
    Llegué, fue en Caronno Varesino, casi un barrio apartado sobre las montañas de Castronno, donde nació en 1826 mi tatara-abuelo (abuelo de mi abuela paterna). Fue como llegar a casa, volver al pasado encarnado en un contexto que alguien con mi sangre vivió, salvando las distancias.
    ¿Se imaginan? Les hago una idea: me senté en la primer fila de la iglesia donde alguna vez se bautizó el Don (el lugar es increíblemente hermoso), el silencio y la energía del lugar me llevó a toda velocidad hacia ese momento, me hice tremenda película, y me sentí diminuto, son casi 200 años de historia! Montañas nevadas a lo lejos, calles angostas, negocios antiquísimos, cafés llenos de ancianos hablando casi a los gritos y riendo, como en una película de 1920 pero a color.
    Digo diminuto en el sentido abstracto de la temporalidad, no significa que sea menos importante, soy el eslabón último (porque aún no tengo hijos) en esta rama familiar. Imagínense ustedes, reflejando esta historia en la suya, el peso con el que nacemos y con el que vivimos.
    Desde el vamos, crecemos no sólo aprendiendo a desarrollar nuestra identidad propia e irrepetible, sino que traemos y nos responsabilizamos -casi siempre sin darnos cuenta-, de la identidad familiar de tantas generaciones y nuestro lugar en ella. A ver, es demasiado. Lo mejor es reconocer todo eso, aceptarlo, y dejarlo allí, en ese mismo banco de iglesia, en esa misma lápida, en ese mismo tiempo y espacio. Es parte de nosotros pero no somos eso. Sino el peso es demasiado, estarán pensando y reconociendo conmigo todo eso, ¿no? Cuántas veces nos inclinamos y cedemos ante esa “costumbre familiar”, ante esos “códigos”, ante esos “valores”, todo, todo inculcado. ¿Cuándo lo cuestionamos? Cuando cambiamos nuestro lugar físico, mental y por ende nuestra perspectiva. Voy uniendo y cerrando con ésta oración, con ésta idea, las tres columnas que vamos compartiendo en este diario querido.
    El martes próximo viajo a Mantova, invitado por Anna Luppi. Anna es una cantautora Italiana que me vio tocar en Libertad 8 (bar emblemático de Madrid, donde comenzó Drexler, Pedro Guerra, entre muchos otros talentos) el año pasado cuando fui a España a grabar mi tercer disco. Anna se acercó al terminar y me invitó a participar en su disco, siempre con esa mentalidad incluyente propia de un músico que ve que la música es eso y no una competencia.
    Un año de conversaciones fueron lo previo a este encuentro que se dará esta semana. Nota mental: las cosas son y se dan cuando el universo dispone, dejemos de remar a contramano.
    Es mi primera vez ante el público Italiano y eso me pone nervioso, ansioso, en fin. Cuando me pasan estas cosas, reconozco una excelente oportunidad para enfrentar un miedo que me hará moverme aún más de mi lugar y seguir cambiando mi perspectiva. Son esas situaciones de madurez personal y profesional que todos necesitamos para subir otro escaloncito.
    No sé si pedir disculpas por usar este espacio de un modo un poco catártico, supongo que relatar imágenes y lugares (que se ven mejor en una “compu”) no es tan productivo como transmitirles emociones con las que se sientan más identificados.
    Cierro con una propuesta: me gustaría conocer historias sobre esos miedos que han enfrentado, en los cuales se sentían agobiados, pero que al trascenderlos salieron a la superficie respirando con más fuerza. Aquí les dejo mi e-mail: [email protected] (también pueden dejarme sus críticas constructivas sobre este espacio).
    Abrazos! Nacho.

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