Ni la llovizna persistente ni el barro de los caminos detuvieron la marcha. Desde todos los rincones del país, miles de jinetes avanzaron rumbo a la Meseta de Artigas, convocados por una tradición que supera al calendario y al clima. Caballos mojados, banderas empapadas y rostros curtidos por el agua se fundieron en una misma imagen: la de un pueblo que año a año elige reencontrarse con su historia.
El Patriarca es José Gervasio Artigas, el prócer máximo y Padre de la Patria, cuyo legado trasciende los siglos. Ese título de Patriarca no es solo reverencia: alude a su papel como guía político y moral, como conductor que defendió la tierra para los más humildes y soñó con una república de libertades y justicia social.
La Meseta de Artigas, en Paysandú, se convierte cada setiembre en altar cívico. Allí, frente al monumento que lo recuerda, la memoria se honra a caballo, al paso lento de una patria que todavía late en la huella de Artigas. Bajo la lluvia, cada jinete revive la vigencia de su pensamiento y reafirma que el ideario artiguista sigue siendo raíz y horizonte.







