La protagonista de la historia de vida de hoy es Leticia Ruiz, la primera mujer uruguaya a ser chofer departamental y nacional.
¿CÓMO ESTÁ COMPUESTA TU FAMILIA?
“En mi familia somos cuatro: mi marido, mis dos hijos y yo. Soy hija de un camionero. Toda mi familia es camionera y yo fui la única que se afinó un poco más y se volvió chófer de ómnibus.
Mi camino comenzó poco después de entrar a la Intendencia. Antes manejaba más que nada camiones. Entré por sorteo, llené un currículum para trabajar como camionera, y después salió que dentro del mismo estaba el ómnibus, así que pasé al sorteo para ser chófer de ómnibus.
Si bien ya había mujeres conduciendo ómnibus a nivel nacional, estaban en cooperativas y empresas privadas. Yo fui la primera mujer en conducir un ómnibus a nivel departamental y nacional, por medio de la Intendencia, ya que Salto es la única Intendencia que tiene un medio de transporte público.”
¿CÓMO REACCIONÓ TU FAMILIA AL ENTERARSE DE QUE SALISTE SORTEADA?
“Mi familia estaba como yo: desconcertada, porque me había olvidado del día del sorteo. Cuando me avisaron por la radio, yo estaba trabajando en las combis de transporte escolar. Me había olvidado porque lo habían postergado y ya había perdido el rumbo de cuándo era. Cuando me llamaron estaba feliz. Me atrasé en el trabajo y tuvo que ir mi patrona a cubrirme, pero yo estaba feliz. Para mí ese día fue muy especial.”
¿QUÉ FUE LO MÁS DIFÍCIL QUE TUVISTE QUE VIVIR EN LOS PRIMEROS VIAJES?
“El asombro de la gente, las caras, las expresiones. Nunca me afectó nada de eso, al principio no, porque yo estaba feliz con lo que estaba haciendo. No había caído en lo que mi trabajo significaba, en lo que iba a causar, a cambiar. Lo que sí me molestaba era atrasarme, porque había gente que en su asombro quería charlar, preguntarme cómo había terminado ahí, y eso me atrasaba un poco. Después me fui acostumbrando.”
¿SENTÍS QUE TU LABOR AYUDÓ A QUE MÁS MUJERES SE ANIMARAN A CONDUCIR?
“Sí, por supuesto. Romper el hielo muchas veces cuesta, pero parece que lo hice bien, porque después tuve muchas compañeras más, y yo estoy encantada con eso. Si pudiera haber más, sería mejor.
Entré a trabajar como chófer de ómnibus en 2006. Hace 18 años que trabajo de esto.
Una anécdota que siempre me acuerdo fue de un niño que no quiso subir al ómnibus porque yo lo asusté. La mamá me pedía perdón, y eso me causó gracia. No quiso subir porque iba conduciendo una mujer. Yo le dije: ‘ese va a ser un buen hombre’.”
¿CÓMO FUE TU RELACIÓN CON LOS COMPAÑEROS DE TRABAJO?
“El trato con mis compañeros era espectacular, porque yo era una gurisa y ellos eran todos hombres mayores, con experiencia. Nunca sentí que les molestara, al contrario, ellos me adoptaron como una hija. Todo lo que pudieron me lo enseñaron, y lo hicieron bien. Aprendí mucho de ellos y siempre tuvimos aprecio y respeto mutuo.”
¿ALGUNA VEZ PENSASTE QUE TE IBAS A CONVERTIR EN CHÓFER DE ÓMNIBUS CUANDO ERAS MÁS CHICA?
“No. Veía camiones y camioneras y le decía a mi padre que iba a manejar camiones, que iba a manejar en la ruta como él. Y te digo sinceramente, es mi anhelo. Yo amo la ruta. Veo un camión y es mi debilidad. Lo veo y ya me pongo a analizar todos sus detalles.
Existe el trabajo, la vocación, el amor a algo. Yo lo siento. Es una vocación. Me encanta el trato con la gente, aunque tengo malos días como todos, pero siempre trato de irradiar buena energía. A veces los choferes cumplimos el rol de psicólogos porque escuchamos y ya con eso ayudamos a las personas. A mí me gusta que sean así y me gusta ser así con ellos.
Yo trato de darles seguridad y alegría a los pasajeros, y espero lo mismo de ellos. También espero que se animen más mujeres, porque yo siento que mi ciclo va a terminar dentro de poco, y necesitamos ver más mujeres manejando el ómnibus.”