LA VERDAD. La eterna función del periodismo es buscar la verdad. La verdad también puede ser manipulada tanto para contarla como para ocultarla o también para distorsionarla. Quien opte por cualquiera de esos caminos distorsivos no es periodista, es otra cosa, pero no estamos acá para calificar el trabajo de otros.
Resulta interesante el debate que una vez más pone sobre la mesa la clase política hablando de las intencionalidades que pueda tener un periodista en contar la verdad. Es si se quiere una paradoja. El periodista expone la verdad, y luego lo que otros actores decidan hacer con esa verdad corre por su cuenta. Así que no puede responsabilizarse al periodista por eso, aunque lamentablemente sea el camino que mayoritariamente todos recorren.
Es más fácil descalificar la fuente informativa que discutir un hecho cierto. La mentira no tapa la verdad, pero entonces si se descalifica al periodista, puede llegar a poner en duda la veracidad de lo que se informó, al menos plantar en parte de la sociedad la duda.
Flaco favor se hace a las instituciones republicanas de nuestra democracia cuando en lugar de preocuparse por gobernar con rectitud y probidad, se decide ocultar sus desprolijidades atacando a quien enciende la luz para que todos podamos ver lo que se escondía en la oscuridad.
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A CUENTA. Esto viene a cuenta de las recientes revelaciones que ha venido realizando el periodista Eduardo Preve sobre la gestión de la Delegación Uruguaya de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, que como ya se ha manifestado, todas las decisiones que allí se adoptan se hacen por consenso o por unanimidad de sus miembros, por lo que decir que el renunciante Carlos Albisu era el único responsable de las decisiones que se tomaron y que serán tema de discusión parlamentaria el 3 de octubre en la doble interpelación a los ministros de Relaciones Exteriores y de Economía y Finanzas, es, por decir lo menos, falso.
Si se hicieron las cosas bien, todos son responsables, pero si se hicieron mal, también lo son. Pero el periodista cuestionado por el gobierno no ha hecho otra cosa que exponer una realidad que nadie ha desmentido. Sin embargo, se lo cuestiona diciendo que está haciendo un trabajo para el MPP del Frente Amplio. Eso más que descalificar al periodista desacredita a quien acusa sin responder sobre lo informado.
Pero además, a nadie escapa que la crítica más aguda vino desde las mismas vísceras del gobierno, el que quedó sin mayoría parlamentaria para sostener a dos ministros, que fue lo que en definitiva habría sido la principal causa de la renuncia de Albisu, pero confieso que esto último no es más que una especulación porque quien debe explicar lo que en verdad pasó no habla, y seguramente no lo hará porque debería decir toda la verdad sobre algunos nombramientos realizados en la CTM de Salto Grande, así como algunos ascensos y aumentos de sueldos otorgados de forma discrecional, y eso podría provocar un cisma mayor en la interna de un gobierno que irá perdiendo poder en el parlamento a medida que nos vayamos acercando a las instancias electorales.
Ante esto, lo más sencillo es atacar al periodismo, una vez más. Lo hizo la izquierda estando en el poder en su momento, y ahora el turno es de la derecha gobernante. Solo quienes están en la oposición son amigos del periodismo, pero cuando estos cruzan la barrera y pasan a gobernar, pasa lo que le pasa a todos, cruzan la vereda y se olvidan de principios éticos que solo pueden defender de un lado del mostrador, y eso solo porque es más fácil, no porque se sea impoluto. Todo depende de qué lado estés, mientras que a los periodistas siempre se los encontrará del mismo lado.
Hasta la semana que viene…