LUCHO. Tengo claro que Luis Suárez es nuevamente jugador y eterno hincha bolsilludo. No es para menos, es el cuadro de fútbol que le abrió las puertas a su brillante carrera como deportista que, según su propio relato, no era otra cosa que el camino elegido en busca del reencuentro con su gran amor, con quien se terminaría casando y madre de sus tres hermosos hijos.
Lucho, como popularmente lo conocemos, ha tenido luces y sombras en su dilatada carrera que por una cuestión de la biología, en pocos años llegará al final, como él mismo ha reconocido al despedirse del Estado Centenario en el último partido jugado con la Selección Celeste en una Eliminatoria mundialista. Pero como hincha del tradicional adversario, y sin apasionamientos, no podemos dejar de reconocer las alegrías que nos ha regalado a todo el pueblo uruguayo, alcanzando hitos que solo puede alcanzar un jugador de su talla, verdadero fenómeno reconocido por figuras como el mismo Messi, y que esperemos nos siga regalando vistiendo la celeste en el Mundial de Qatar.
Bienvenido Lucho a tu país, a tu gente, a quienes te respetamos más allá de los colores de la casaca que vistas, siempre serás parte de aquel grupo humano que hizo que escépticos como yo volviéramos a creer en el mito de nuestra selección de fútbol.
MERCADOTECNIA. Que lo que el fútbol ha unido, los problemas del país no deshagan, podríamos parafrasear. Los partidos de fútbol solo duran 90 minutos, mismo tiempo de lo que suele durar una película que también vemos por la tele. Los fines de semana o es una peli o es el fútbol lo que nos permite abstraernos por ese tiempo de los problemas que enfrentamos de lunes a viernes. Aquella máxima del pan y circo del decadente imperio romano funciona mientras no falle al axioma una de sus patas.
Cuando el pan está muy caro y se nos complica terminar el mes con un plato caliente en la mesa, el circo adquiere otra dimensión, del mismo modo que la mercadotecnia que solemos comprar a nuestros políticos, más por la necesidad de querer creer en algo que en la evidencia empírica que suele demostrarnos todo lo contrario.
Sin embargo, y ya casi resignados a la realidad, solemos renovar nuestros votos de fe como cuando pierde su partido nuestro cuadro en una fecha más del campeonato. Algunos se acostumbran a los poetas de la política, que con el encanto de sus versos suelen envolver los espíritus adormecidos de un pueblo manso. Pero adormecido y manso no quiere decir muerto ni anestesiado.
VIVOS. Festejemos pues estar vivos, festejemos que la sangre continúa recorriendo nuestras venas transportando oxígeno y los nutrientes necesarios por nuestro cuerpo, lo que nos permite mantenernos en movimiento.
Hasta la semana que viene…
Leonardo Silva
