CONTINUACIÓN… seguimos delineando estos primeros apuntes que no son más que un borrador de una historia que venimos escribiendo cada lunes desde esta columna.
VEINTISIETE. (Así terminábamos la semana pasada).
Era momento que la bomba pasase a manos del enemigo, la mecha ya estaba encendida, aunque no tenía claro si era lo suficientemente larga como para darle tiempo para hacer su próximo movimiento. De todas formas, no sería ese día. Decidió que los nervios en esta oportunidad hicieran su trabajo en Ezquerra. Sabía que lo tenía atrapado, por lo que nunca imaginó lo que iba a ocurrir cuando sonó el intercomunicador de su escritorio.
- Báez, lo buscan en la puerta del diario.
- ¿Quién es?
- Dice ser un tal Ezquerra…
Unos minutos en el futuro…
Atinó a reírse y decirle a la secretaria del diario que lo retuvieran en la entrada que ya iría a su encuentro. «Una auténtica partida de ajedrez», pensó, por lo visto Ezquerra era un buen contrincante. Lo que el periodista había terminado de razonar había pasado también por la cabeza del galeno gobernante. «Un punto a mi favor, este apuro demuestra nerviosismo». Se regodeó en su asiento sabiendo que tenía pocos segundos para pensar qué hacer, cómo encarar la charla, cuál sería su siguiente movimiento.
«No tengo que hacer nada», pensó el periodista, «él viene a mí a hablar o a preguntarme qué tengo entre manos y no tengo que contestar, eso lo pondrá más nervioso y quizás le obligue a equivocarse». Bien, lo recibiría para escucharlo, de todas formas, estaría atento por si cabía hacerle alguna de pregunta que le permitiese conocer algo más de lo que estaba pasando con esa variable C del COVID-33 que ya había asesinado, por sus cuentas, a no menos de una docena de personas.
Báez se comunicó con secretaría para pedirle que condujese a Ezquerra a la sala de visitas donde estarían más cómodos y a solas. Sacó del cajón de su escritorio su micro grabador del tamaño de una uña y lo puso debajo de su reloj pulsera para grabar la conversación sin que el jerarca de la Salud se percatase.
Entró a la sala sin golpear ni avisar. Ezquerra estaba cómodamente sentado en un sofá, ni se molestó en pararse para intercambiar saludos, si bien no era necesario porque hacía poco se habían visto en el Hospital en una reunión que no había terminado de buena forma. Báez calculó que la mano venía mal y que Ezquerra estaba dispuesto a dar pelea, por eso le sorprendió sus primeras palabras.
- Báez, nos conocemos de hace tiempo. Vamos a parar acá porque se nos está yendo todo este episodio de las manos. Estoy dispuesto a contarle todo con la condición que apague el grabador…
(Hasta la semana que viene…)
Por: Leonardo Silva