CONTINUACIÓN… seguimos delineando estos primeros apuntes que no son más que un borrador de una historia que venimos escribiendo cada lunes desde esta columna.
VEINTITRES. (Así terminábamos la semana pasada).
Dentro de la sala de juntas del hospital, un médico del equipo técnico se animó a preguntar, no sin temblarle la voz.
- Todos esos expedientes pasan necesariamente por mi oficina como último trámite antes de archivarlo, así que puedo decir que los he visto a todos. La pregunta del periodista es válida. Doctor Ezquerra, ¿por qué es su firma la única que aparece en todas esas partidas de defunción y no la del médico de turno?
Unos minutos en el futuro…
La pregunta del médico al Director Departamental de Salud Renato Ezquerra resonó en la silenciosa habitación tras la salida del periodista como un mazazo dado a la mesa. Más que una pregunta, sonó a una acusación que daba por cierta la pregunta de Báez lanzada hacía tan solo unos minutos.
- Esa pregunta está por encima de su jerarquía doctor…
- Licandro… Guillermo Licandro.
- Muy bien, doctor Licandro. A usted y a los demás presentes les queda terminantemente prohibido comentar lo sucedido hoy en esta reunión afuera de esta sala. Donde llegue a oídos de las jerarquías de ASSE esta conversación, será pasible de una falta gravísima.
Dicho esto, Ezquerra se levantó haciendo una seña a la directora del hospital a quien sacó a un costado, le hizo un comentario al oído señalando con su dedo índice la mesa y se retiró por la puerta de atrás, con un claro gesto de molestia en su rostro.
Báez se retiraba del hospital por la zona del estacionamiento cuando su celular recibió un mensaje de un número desconocido, “pronto recibirá noticias mías”. El periodista se daba cuenta que se encontraba al final de un laberinto, salvo que alguna puerta secreta, de las que suelen encontrarse en los laberintos, se abriese espontáneamente dejando ver un poco más de luz en el asunto que lo tenía intrigado desde hacía unos meses. Comenzaba a preguntarse en qué momento esta historia pasaría de un mero hecho médico a uno criminal, donde debería dar parte a la Justicia Penal antes que a su jefe de redacción en el periódico.
Muchos claros y oscuros, pocos grises en una historia que debería ser sencilla de contar, pero se hallaba ante un gran muro que le habían levantado y que no le permitía avanzar. Cada vez que sentía que adelantaba un casillero, de un porrazo lo hacían retroceder dos y terminaba quedando en peor posición. Báez tenía claro que, tras la reunión de esa mañana había derribado todos los puentes con las autoridades de la salud tras hacer una durísima acusación sin fundamento.
El ringtone de su celular volvió a sonar indicando que ingresaba un nuevo mensaje, “nos vemos en media hora en mi oficina”. Era Ezquerra.
(Hasta la semana que viene…)
Por: Leonardo Silva