En los últimos 25 años, el país ha pasado por distintos cambios, consolidando un modelo económico claramente dirigido a maximizar la estabilidad, pero combinando algunas estrategias con la apertura del comercio internacional. Y pese a diversos desafíos, todavía existen algunos indicadores sólidos. Por eso, se espera poder fortalecer las bases de ello a través de una estrategia efectiva de atracción de inversiones.
Transformación estructural para mayor estabilidad
En el pasado, Uruguay atravesó una de las crisis más profundas de su historia. Se hace referencia al año 2000, cuando se inició un proceso de transformación durante el cual se reformaron muchas instituciones y se hizo una reestructuración financiera de largo alcance.
Fue en este periodo donde se logró la reforma tributaria, modelo que permitió modernizar el sistema impositivo. Esto significó un progreso y optimización de este sistema. Por supuesto, el entorno económico no fue el único que sufrió una reestructuración, ya que, en su momento, también fueron clave los cambios en el área de la salud y algunos sectores que antes habían sido excluidos al sistema de protección social.
Por supuesto, toda esta transformación tuvo su base en una metodología de crecimiento e inclusión. La idea principal fue obtener capital humano para llevar a cabo los cambios necesarios y ofrecer un mejor acceso a los servicios básicos, así como la formalización del empleo.
Ciclo de los commodities
El país tenía sectores estratégicos que ya se estaban desarrollando y esto le dio pie a aprovechar el auge de los precios internacionales de las materias primas. Este acontecimiento sucedió en la primera década del siglo XXI, lo que también le aportó una ventaja competitiva.
Durante este ciclo, el país obtuvo un impulso importante y, además, ya había propiciado el entorno correcto para que las inversiones extranjeras pudieran llevarse a cabo en el territorio. A partir de ese momento hubo varios factores diferenciales que resultaron cruciales para atraer la inversión extranjera directa (IED):
- Seguridad jurídica y respeto a los contratos. Consiste en una tradición uruguaya en el que se establece un marco de respeto entre las instituciones y los compromisos asumidos.
- Previsibilidad de normativas. Esto quiere decir que se puede conocer con anticipación las reglas del juego para que las inversiones se basen en la confianza.
- Estabilidad institucional. Se trata de establecer contratos con instituciones estables, reguladas, transparentes y que cumplen con las leyes del país.
Estos tres aspectos resultaron importantes y lograron que Uruguay fuera más atractivo para la inversión respecto a otros países.
En el presente: calificación soberana y administración económica
En la actualidad, el país destaca como un “faro de estabilidad” en América Latina. Y esto es el resultado de un consenso político y técnico que se ha venido sosteniendo desde que se llevaron a cabo las reformas mencionadas. Además, la correcta administración financiera ha trascendido los distintos ciclos por los que ha pasado la nación.
Debido a este enfoque, se ha podido construir una gran credibilidad que hoy le permite al país mantener el grado inversor con una calificación superior. Y ello ha sido posible, entre otros aspectos, por la conquista y consolidación.
Conquista y consolidación
Se trata del momento en el que algunas agencias le devolvieron a Uruguay el grado inversor que había perdido en el pasado, como, por ejemplo, Standard & Poor´s (S&P) y Fitch Ratings con calificación BBB y perspectiva estable.
Con la llegada de este título honorífico, el país ha expuesto sus menores costos de financiamiento para poder endeudarse en los mercados internacionales con tasas de interés más bajas; el acceso a capitales para tener entrada a fondos de inversión institucionales, y servir como sello de garantía para que empresas multinacionales inviertan.
Solidez con alertas fiscales
A juicio del ministro de Economía y Finanzas, Gabriel Oddone, el país tiene una economía que funciona junto a indicadores positivos. Por esa razón, ya se estimaba que podía tener un crecimiento económico del 3% anual para el 2025, junto a niveles de empleo más estables.
Igualmente, las alianzas público-privadas internacionales logran que se pueda recuperar el salario real, ayudando a establecer un vínculo más fuerte entre las estrategias económicas realizadas y la optimización de la calidad de vida de los uruguayos.
Sin embargo, es clave entender que todavía existen fragilidades fiscales que se deben abordar, sin que pase demasiado tiempo para ello. De esa forma, es posible establecer nuevas normativas ajustadas al presupuesto nacional y adaptadas a las distintas legislaciones presentes en el Ministerio de Economía.
En resumen, la estrategia de Uruguay genera un poderoso círculo virtuoso. Ello se debe a que las alianzas público-privadas son capaces de atraer la inversión extranjera directa de manera efectiva. Ello, a su vez, permite construir una infraestructura de calidad a nivel nacional. Además, esto optimiza la competitividad logística del territorio, aumentando la productividad y disminuyendo algunos costos importantes de los servicios.