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El ser humano tiene una capacidad de adaptación y de recomponer que es maravillosa”

Soledad Ferreira, Pigmento (Diseño, Comunicación, Marketing)

Soledad Ferreira nos habla del origen de su empresa de diseño, comunicación y marketing, “Pigmento”, pero además nos habla de la vida, y de la salud.

1. ¿Cómo fueron esos primeros años de su vida?

– Tuve una muy linda infancia en familia, con mi mamá, mi papá, mi hermana y yo. Fui al jardín 115 y a la escuela 105, una al ladito de la otra. Una infancia muy sana, muy cultural, mi papá tocaba guitarra, sabía cantar, pintaba, nos ayudaba con los deberes, nos arreglaba el pelo, era genial. Mi mamá era maestra, era la más rígida, y papá el más flexible. En la época del liceo, nos hacía los certificados. Entonces le decíamos, “ay papá, no tengo ganas de ir a gimnasia”, y él decía, “bueno, está bien”, y nos hacía un certificado donde decía, “no puede concurrir a gimnasia por causa de fuerza mayor”, un desastre (risas). Para nosotros era un ídolo. Mi casa era el centro de los primos, el centro de los amigos. Fue una familia muy vinculada social y culturalmente.

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2. ¿Eran de conversar en familia lo que pasaba en el barrio, en la sociedad, en el país?

– Sí, se hablaba mucho en mi casa, y hoy se habla con mis sobrinos, por ejemplo, siempre fue una familia donde se habló mucho de lo que quisieras. Mis padres fueron personas muy solidarias, en mi casa dos por tres había alguien que era de afuera que se quedaba a dormir porque no tenía dónde quedarse. Tenemos una amiga que mis padres son los padrinos de su hijo y era de afuera, y tenía que terminar su embarazo y lo terminó en mi casa, y mirá que vivíamos en una casa chiquitita, pero siempre fue una casa de puertas y mente abiertas.

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3. Sí, más allá de las concepciones de vida o filosóficas que uno pueda tener, es como que la sociedad cambió un poquito ahora ¿Se animaría a hacer eso hoy?

– No, no, por eso te digo, viste cómo todo cambia, yo no sé si no me animaría, pero mi casa también es de puertas abiertas. Pero eso no quiere decir que mis padres no conocieran a las personas que invitaban.

4. Ah, ¿no eran desconocidos?

– No, no, era con gente conocida o vinculada, pero me refiero, hoy igualmente, por ejemplo, hay determinadas cosas en donde nuestra rutina cotidiana, yo no sé si todos estamos dispuestos a incorporar un comensal en tu casa todos los días por mucho tiempo, no sé.

5. La economía no rinde como antes.

– Sí, claro. Antes vivir en la Colonia 18 de Julio era vivir lejísimo también, todo ha cambiado, por eso te digo, pero bueno, esa fue, digamos, mi infancia y mi adolescencia.

6. ¿En el liceo le interesó involucrarse en algunas causas?

– No, ese nunca fue mi perfil, si bien tenía un lado más contestatario. Me gustó empezar el liceo por el hecho de tener diferentes profes. Tuve un grupo precioso de amistad que perdura. No era ninguna traga, pero me gustaba estudiar. Hice todos los años en el IPOLL, terminé 6° de Arquitectura, y me iba a ir a hacer arquitectura, pero surge lo de Diseño Industrial, que recién empezaba. Había que dar un examen de ingreso, había 25 cupos. Mis padres hicieron un esfuerzo bárbaro para pagarnos unas clases particulares, porque era un examen muy particular, te medían la creatividad, la capacidad de resolver problemas por fuera de los estándares, era muy divertido. Logro entrar a la escuela, e hice los cuatro en los cuatro años.

7. ¿Cómo se dio cuenta que era eso lo que le gustaba?

– Siempre fui muy creativa, siempre me gustó el dibujo, me gustaban las artes, los hobbies, recortar, pegar, collage, todo. Podía pasar horas y horas, me pasaba con mi hermana horas escuchando música en un tocadiscos o dibujando, me encantaba cerámica. Por eso me iba a la arquitectura, porque parecía que era lo que más o menos confluía. En esa época se editaban unas guías de estudiantes con toda la oferta educativa que había, y mamá viene con esa guía cuando yo estaba resolviendo qué quería hacer, y me dice, “encontré esta carrera”, y decía Diseño Industrial, y leo, sentí que me representaba. Hablaba de creatividad, de diseño de productos, de conocer materiales. Había dos opciones, una era textil, otra industrial. Me resolví por lo industrial. Me fui a Montevideo a vivir con mi abuela, llegué al centro de diseño, y para mí fue maravilloso, porque era un estilo absolutamente distinto a cualquier cosa académica que yo hubiese tenido hasta ese momento, realmente lo disfruté muchísimo.

8. ¿Y en qué momento llega Pigmento?

– Mientras estudiaba me preguntaba, ¿qué va a pasar cuando salga de acá? Estamos hablando de un Uruguay del 2000, del 97, 98, todo lo que se hacía en las pequeñas industrias locales era irse a las ferias de Brasil o de Europa, se conseguían catálogos y se copiaba. No había un desarrollo industrial como tal. Cuando termino, me vengo a unas vacaciones a Salto y un poco viendo qué iba a hacer. Y surge un trabajo en el área del diseño gráfico, en realidad diseño editorial. Me presento y se concretó. Descubrí un mundo mucho más ágil en el área de la comunicación gráfica, de la comunicación visual. Comienzo a trabajar y en forma particular empiezo a hacer mis primeros trabajos de diseño gráfico y comunicación, más el trabajo que hacía en el diario. Siempre fue en paralelo hasta que en un punto me di cuenta que veía más desarrollo en una actividad independiente. Ahí es como me largo sola a trabajar.

En 2002 vino la crisis. Tuve que volver a la casa de mis padres y seguir trabajando ahí. Pero al poco tiempo fui progresando, empezó a trabajar primero Horacio conmigo, después empecé a traer a alguna persona, armamos una oficina en la casa de mis padres. Después hubo alguien más y ya éramos tres y estábamos medio apretaditos en lo de mi mamá. Y en el 2009 opto por alquilar y nos vamos a un apartamento con otros profesionales. Ahí surge Pigmento, porque todavía firmaba mis trabajos a nombre propio, eso no estaba bueno porque en realidad trabajaba Horacio, Pedro. Y ahí pensamos en que había que encontrar un nombre que nos representara a todos. Surgió de ellos Pigmento y me encantó. A los pocos años incursionamos con el Día de Compras, que fue como mi desembarco más a lo comercial, que después sufre un nuevo cimbronazo o empuje con la pandemia en el área de lo digital.

Hasta ahora éramos proveedores de diseño y comunicación o planes de marketing, pero no nos involucrábamos tanto en el proceso comercial, hoy es un aspecto que nos diferencia, porque hoy está lleno de diseñadores y muy buenos, entonces ¿cuál es el plus que podemos ofrecer? El plus de Pigmento pasa por ahí, por ese acompañamiento que siempre decimos, no te dejamos a pie nunca si sos cliente, no somos perfectos, estamos lejos de la perfección, aprendemos mucho con el cliente de los aciertos y de los errores, recibimos mucho lo que el cliente nos traslada.

9. Entonces, ¿es en 2009 la fecha de creación de Pigmento?

– O sea, la creación de Pigmento surge en los 2000, en el 98 surge mi trabajo de la comunicación visual, Pigmento formalmente con su nombre comienza en el 2009, pero ya existía.

10. En la vida uno suele tener cosas al alcance de la mano que no las valora hasta que las pierde, ¿qué es la salud para usted?

– Cada experiencia es personal. En mi caso fue un baldazo de agua fría en lo personal, en lo familiar, en lo laboral, te sentís como en una incertidumbre. Igual mi postura es muy optimista frente a la vida en general, eso ayudó mucho. Te diría que fue más lo que ordenó que lo que desordenó, porque yo venía en un proceso de correr atrás de lo cotidiano, del trabajo, de la familia, de un montón de cosas. Venía en un proceso complejo personal, porque justo en el 2023 había fallecido mi papá. Venía de un par de años de mierda, y el año pasado, resuelvo hacer terapia. En mi vida había hecho terapia, y en octubre me diagnostican cáncer de mama. Fue muy introspectivo mi proceso, mi trabajo y mi equipo me contuvo, nunca dejé de trabajar, fui a mis tiempos, me respeté muchísimo con respecto a eso, cuándo podía, cuándo no podía, pero me hacía bien trabajar. Valoro las amistades, impresionante, la gente que se puso a disposición, la familia, ni hablar, unos campeones.

¿Qué perdí? Bueno, perdí el pelo, que vuelve, y perdí unos kilos, por suerte (risas), y se acomodaron un montón de zapallos. Es un aprendizaje realmente, lejos de lo místico. El ser humano tiene una capacidad de adaptación y de recomponer que es maravillosa, y el cuerpo es algo que te avisa, te llama, te dice estoy bien, estoy mal y se recompone, si la cabeza ayuda se recompone, eso es indudable.

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