Ayer, 15 de mayo, el Uruguay celebró el Día de la Educación Rural.
Yo siento un afecto especial por la educación rural, una afinidad que no llego a entender del todo.
Yo siento por la educación rural un aprecio que no sé si viene de escuchar las anécdotas de mi padre, de cuando era maestro en Cerros de Vera, en Laureles, en la Agronomía… o si nace de acordarme siempre de los cuentos de mi tía Ruby, cuando empezó a trabajar de maestra en Paso de las Piedras de Arerunguá y allí conoció a Pototo, el bolichero que luego se convertiría en su compañero de toda la vida; o quizás, este especial afecto se explique por pensar a mi madre niña en la escuela de Pueblo Migliaro, en Colonia Lavalleja; o de las anécdotas más recientes las que diariamente cuenta Mercedes en casa, de su niñez en la escuela 33 de Biassini…
Yo no sé…
Pero sé que soy de los que defienden la escuela rural y más cuando se la ataca injustamente.
Para mí, la escuela rural es la que mejor cumple esa función de segundo hogar de la que tanto se habla. Y decir «hogar» es decir calidez, por esa connotación de «hoguera», ¿vio? Hoguera y hogar que también hacen pensar en reunión social, o en familia, o en compartir un plato de comida caliente.
Y ahí vamos entrando en el tema que mucho me hizo pensar estos días: la alimentación de los escolares, la comida en la escuela, esos comedores que se me ocurren siempre con largas mesas de tablones y caballetes de madera…
Pude oír días pasados a gente que volvió a arremeter contra lo que entiende “una mala alimentación” o “recortes en la alimentación”, siempre hablando de comedores escolares. “Parece mentira que ahorren plata con la comida de los gurises”, llegó alguien a decir.
Señores, reconozcámoslo de una vez por todas: en estos últimos dos años, no ha habido ningún recorte en la alimentación escolar. Si hubiera sido así, hubiésemos sido nosotros los primeros en plantearlo y criticarlo, no tengan dudas. Pero no es así. Tampoco se han limitado los servicios que se prestan en ese sentido. Es más, ocurrió lo contrario: los años 2020 y 2021 han sido años de récord histórico en cuanto a la cobertura que alcanzó la alimentación de escolares. Los números están a disposición de quienes quieran consultarlos.
¡Cuántas veces hemos hablado en esta contratapa de las mentiras que giran en torno a los discursos (sobre todo de tinte político) cuando provienen de gente fanática, de mentes enceguecidas…
Cuando algún político diga que este gobierno le niega comida a un niño en la escuela, capaz que alguna vez diga la verdad, porque sin dudas que algún día puede pasar, pero sucede que entonces ya nadie le va a creer… Porque se ha mentido tanto sobre ese tema…Da la impresión que algunos han agarrado de “caballito de batalla” la alimentación escolar… Y resulta que es mentira.
Hay miles de cosas para criticar, del gobierno en general y de la Educación puntualmente… Así que no se precisa seguir inventando cosas…
Pienso en las cocineras y en todo el personal de servicio de las escuelas, no solo rurales, y duele que se diga que allí se niega comida. Basta acercarse y conocer esa labor que se hace con tanta dedicación, para concluir que se la está difamando.
¿Por qué esta semana me surgió la necesidad de volver sobre este tema, que alguna vez ya fue abordado aquí mismo? Por lo que contaré a continuación:
El martes pasado, en un programa de una radio capitalina, la diputada Lilián Galán denunció que en Escuelas de Nuevo Paris y Casavalle «los niños solo desayunan leche y pan». Además, aseguró que un comercio de Casavalle «donó 2 kg de dulce para que no coman solo pan». Y según ella, esto es producto de que «se ahorra en alimentación escolar».
No demoró en responder a estas afirmaciones el propio Presidente del Codicen, Robert Silva, que escribió: «Durante la tarde se hizo relevamiento con equipos directivos/funcionarios de las zonas referidas y tenemos informe Escuela por Escuela. Es falso lo que se dijo, sin perjuicio quedamos esperando evidencia que respalde este accionar y los dichos que tanto afectan a la educación». Pues la evidencia de la diputada acusadora nunca llegó.
«¿Serán conscientes del daño que causan a la educación y lo que afectan a tantas maestras, auxiliares y cocineras con este accionar?», se cuestionó en otro comunicado el Presidente del Codicen.
Pero además, no solo Robert Silva respondió. También lo hizo, por ejemplo, la ONG Casavalle de a Pie, que por supuesto -creemos- nadie puede pensar que actúa defendiendo a este gobierno. Desde la mencionada organización también se desmintió a la legisladora. «Muchos nos han preguntado si esto es verdad. Efectuamos un sondeo preguntando a niños, vecinos y maestros y podemos decir sin temor a equivocarnos que la información no es ni precisa ni certera, por lo menos en lo que a Casavalle respecta», sostuvo enfáticamente la ONG.
«Leche sola no se le da a nadie, la norma es con cocoa, con vainilla o con café, dependiendo del día. Y pan solo tampoco es la norma, varía según el día entre pan con queso untable, dulce de membrillo o de leche, pan saborizado, scones de queso, galletas de avena o frutas», explicaron desde Casavalle de a Pie.
En fin, no es la primera vez que esto sucede. Por eso decimos que hay que poner punto final a tanta mentir. Y en caso que haya quienes quieran seguir mintiendo, acepten este consejo: cambien la mentira, porque lo de la comida ya no va más.
Se acuerda cuando hace un tiempo se decía que a los niños ya no los dejan repetir la comida»? Y también debió salir al cruce Robert Silva: «Las situaciones de hambre no se generaron a partir del 1 de marzo de 2020, lamentablemente tuvimos muchos años con muchos recursos y las situaciones de hambre permanecen. Y claro, en una situación de pandemia se han agudizado. Nosotros, con un conjunto de cocineras, auxiliares y maestras, hemos hecho un majestuoso esfuerzo para atender de la mejor manera posible la alimentación de los niños», sostuvo aquella vez.
Las mentiras son siempre inaceptables. En mi caso, cuando se miente sobre la educación, y sobre algo tan sensible como la alimentación que se le brinda a los niños, me duele todavía más.
Contratapa por Jorge Pignataro
