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miércoles, agosto 13, 2025

¿Políticos o Técnicos?

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Diario EL PUEBLO digital
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Hace algún tiempo, un salteño me dijo: “me gustaría formar un grupo de técnicos (un constructor, un contador, un abogado, un arquitecto, etc.) y presentarnos a una elección departamental pero como equipo… baaahhh… tendrá que encabezar uno seguramente, pero que la gente no nos vea como el candidato tal, sino como el equipo tal, y que ese equipo no sea de políticos, sino de técnicos, puramente técnicos…”.

Eso siempre me quedó resonando en la mente. Y hace unos días, leyendo diferentes medios de prensa capitalinos me encontré con un artículo que me pareció sumamente interesante compartir con los lectores de EL PUEBLO. Habla precisamente de lo que planteamos en el primer párrafo de esta nota y es escrito por el periodista Carlos Mecol, hombre que también participa en política (Partido Colorado).

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Debo reconocer que hay cosas en las que coincido plenamente, en otras no tanto, pero resulta interesante para razonar sobre el tema y que usted, estimado lector, sea quien saque sus propias conclusiones y forme su propia opinión.

La nota de Mecol se titula “Otra vez la moda de los técnicos gobernantes” y es la siguiente:

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Cada tanto aparece uno gritando «¡que gobiernen los técnicos!». Y seamos condescendientes suponiendo que no conoce de Historia. Porque de conocerla, nunca podría pedir tal disparate sabiendo como termina. Es que no es nada nuevo, esto de la moda de exigir técnicos en lugares de decisión política. Viejo como el agujero del mate, y malo también.

Nos enseña la Historia que quienes concretaron esa moda fueron las dictaduras y así también les fue. Por ejemplo, el Uruguay de dictadura concluyó con: ruptura de la tablita, devaluación luego de tremendo atraso cambiario y pobreza para el 46% de la población. Dirigía el Ministerio de Economía uno de los mejores técnicos del momento, «El Chicho», lo mismo con otros Ministerios bajo el comando de técnicos, y así «liderados» nos llevaron a ese profundo pozo.

Pero bien, como uruguayos debemos tener también presente que en plena crisis del 2002 -contagiada principalmente por corridas argentinas-, y que en su comienzo tampoco tuvo la mejor conducción desde un Ministerio de Economía dirigido por uno de los mejores técnicos del momento; para cambiar conducción luego y sacar el país adelante, apareció el Senador colorado Alejando Atchugarry, que no era economista ni experto en economía, pero si tenía muy buenos años de experiencia política y negociación, para sí contemplar distintas partes y grupos en puja, además de saber conformar un excelente equipo de técnicos para asesorar, repito, ¡para asesorar! al nuevo Ministro político que asumió, y reservó todas y cada una de las decisiones políticas de gobierno y de importancia para sí, bajo su absoluta responsabilidad política, como capitán del equipo que conformó y condujo exitosamente con exuberante liderazgo y valentía. Liderazgo, algo que tampoco se le puede ni debe exigir a técnicos.

El desarrollo de aquella crisis del 2002 nos debiera enseñar para siempre cuál es el camino para ocupar y designar cargos de decisión política, que deben ser ejercido por políticos, por buenos políticos, bien formados y muy bien asesorados. Pero nunca situando la responsabilidad de decisiones políticas en técnicos, porque -entre otras cosas- los técnicos terminan su trabajo y listo, se van para las casas o a otro trabajo privado. En general no hay adhesión a la causa en ellos, ni tendrían por qué. Se van, se extingue su responsabilidad política por decisiones que pudieran tomar o no. Es que la responsabilidad política es propia de los políticos, no se extingue.

Igualmente, cada tanto reaparece esta moda de los técnicos al poder y debemos estar vacunados en su contra para defender nuestra democracia. ¿Cómo? Simplemente estando alertas, no votando a quienes aparecen como mesías prometiendo gobierno de técnicos, técnicos al poder y decisiones políticas en manos de técnicos para llevarnos al país de Alicia y sus mil Maravillas con soluciones mágicas y tomadas entre pocos.

También recordar lo que nos enseña la historia, para no repetirla. Tener bien presente que en los ‘60 aparecieron varios de esos muchachos que se encargaron sistemáticamente de desprestigiar la democracia, el sistema político de la época, y a aquellos políticos con generalizaciones sin pruebas, con acusaciones de corrupción e ineptitud, las más de las veces sin fundamento. Acusaciones reiteradas, facilistas y acumulativas, vacías, dejando sembrado el campo de sospechas para un brutal desprestigio de casi todo lo que había. Ahí prendida la mecha intencional, para el incendio que arrasara todo y lo justificara todo. Todo: como los intentos de toma del poder por la violencia armada por parte de los terroristas pro dictadura cubana, o del otro lado, técnicos montados sobre tanques a partir del golpe del «Febrero Amargo» con sus Comunicados 4 y 7.

Desde la historia queda una segunda recomendación para el hoy: no volvamos a caer en la vieja y conocida manija. No sigamos a manijeros, que hoy podemos encontrar tanto en los dirigentes radicales de izquierda del Frente Amplio, tratando todo tema como problema institucional; como alguno también de derecha, como un irresponsable Milei argentino, fogoneando algo así como un -ya conocido también- «que se vayan todos».

Es simple, muchachos. Si realmente se quiere, se defiende la democracia como un bien en sí mismo -como lo es- y se trata de mejorarla día a día desde adentro; o nos encontramos con casos como los arriba señalados. Apostemos entonces a fortalecer nuestra democracia, a votar mejor, y a no votar por quienes se suben a modas que terminan lastimando al sistema. No gustará mucho esta nota, pero no es lo que opina Mecol, es lo que nos enseña la Historia y nos lleva a tenerla bien presente, para quienes realmente sí trabajamos para no caer nunca más en patéticas dictaduras como la comunista de Cuba, o gobiernos personalistas del otro lado. Y no dormir siestas pensando que estamos bien lejos de esos disparates, cuando en Perú el presidente de izquierda intentó dar un golpe de Estado, tal vez para emular al «peruanismo» de Juan Velasco de Alvarado, también copiado en los ‘60´por estos lares y así les fue -y nos fue-.

¿Y si aprendemos de la Historia?

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