El 27 de febrero de 1955 quedó inaugurado oficialmente el Hogar para Ancianos y Convalecientes en la ciudad de Salto, luego de la reparación, adaptación y modificación realizadas en el vetusto edificio del lazareto, construido en el año 1887 a impulso del entonces Jefe Político y de Policía del departamento, Coronel Teófilo Córdoba.
Diría el Dr. Manuel Barreiro en la exposición de motivos que presentó junto al proyecto de Ley designando al Hogar con el nombre de Don Ramón J. Vinci: “Por espacio de muchos años, el lazareto cumplió su misión de centro de aislamiento para los enfermos infecto-contagiosos. Luego, durante varias décadas, su abandono lo fue convirtiendo casi en ruinas, hasta que, desde su cargo de Administrador del Hospital Regional de Salto, proyectó transformar aquellas paredes semidestruidas en un hogar para ancianos desvalidos, en un lugar de refugio para aquellos viejecitos vencidos por los años, fundamentalmente aquellos sin familiares ni medios de vida.
Su iniciativa y perseverante dedicación, a la que se sumó el generoso aporte privado y el apoyo que desde la titularidad del Ministerio de Salud Pública otorgó el doctor Federico García Capurro, permitieron que una obra de ese tipo fuera la primera en hacerse en el interior del país.”
Sobre la personalidad de su fundador, la revista LA VOZ publicó en 1955 un artículo en el que decía que: “Los hombres se continúan, la historia queda. Pero hay hombres que quedan en la historia de los pueblos y ciudades, cuando dan a estas todo su dinamismo y ponen el impulso de su voluntad al servicio de los pueblos.
En los pueblos y ciudades de tierra adentro, se destacan hombres de un espíritu especial para la lucha por el bienestar colectivo y para el engrandecimiento social. Es más frecuente encontrar estos elementos en el interior que en las grandes capitales, tal vez porque en la metrópolis, el ritmo cada vez más ascendente de la vida cotidiana inhibe al hombre a juzgarse a sai mismo o juzgar a los demás por sus atributos o virtudes. Pero aún así, en las ciudades capitales de departamentos del interior, los hombres para obtener destacadas aristas personales, deben saber imponerse y consubstanciarse con el pueblo y realizar una obra fecunda y provechosa, para que este sepa exaltar sus virtudes y juzgar sus obras exigiendo del hombre escogido, más dedicación y más esfuerzo en su plan de mejoras colectivas.
Y en Salto, esa hermosa ciudad del litoral, acariciada por el majestuoso Uruguay, donde el vértigo de las grandes metrópolis está contagiando su verbo agitado y exhaustivo, Ramón J. Vinci, el Administrador del Centro Departamental de Salud Pública, Hospital Regional del Norte y Director de CW 23 Radio Cultural, es posiblemente el hombre más apreciado y conocido de esa ciudad. Se le conoce por su dinamismo y por sus virtudes de excepción de hombre emprendedor, inteligente, ágil, voluntarioso, para el cual no hay nada difícil ni imposible. Esa es su norma y númen. Salva los impedimentos que se le presentan en el camino que ha destinado a seguir, como magnífico atleta en continuo entrenamiento y no sabe de escollos que su barca no haya salvado con íntima percepción del peligro.
A su tesonero esfuerzo se le debe la obtención de importantes donaciones para el mejoramiento y remozamiento del establecimiento asistencial que administra y la ejecución de las importantes obras realizadas en este Centro de Salud Pública, la habilitación del vetusto y derruído Lazareto, convertido en el Hogar de Ancianos, donde se cobijan desvalidos seniles y enfermos crónicos.
Sus actividades dentro y fuera del establecimiento asistencial son múltiples y sería difícil recordar y enumerar sin omitir algunas…”
Así describía la personalidad de Don Ramón J. Vinci la revista de los funcionarios de Salud Pública en 1955, cuando su impulso permitió la realización de una extraordinaria conquista social como lo fue y es el Hogar de Ancianos de nuestra ciudad, primero en el interior del país.
Hoy, 70 años después, la ciudad celebra la fundación de esta Institución de la que los salteños estamos orgullosos.
