APUNTES EN BORRADOR

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Edición Año XVII N° 859, lunes 29 de abril de 2024

ACHIQUE. “La madre de todas las reformas”, la han llamado una y mil veces a tratar de achicar al Estado, que debido al clientelismo de los políticos, viene creciendo desde la reforma constitucional de 1917, como para no poner el foco en nadie en particular.

Esta reforma tuvo un gran efecto descentralizador, generando funciones estatales que debían complementarse con el consiguiente presupuesto y la generación de cargos en la administración pública, eso debido a que el Estado dejaba de ser solo “juez y gendarme” para transformarse en los hechos en un Estado de Bienestar, es decir, sensible y cercano a las necesidades de sus habitantes.

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Desde entonces se vio un Estado más presente en cada rincón del país, un Estado al servicio de sus verdaderos dueños, la gente. Pero en algún momento, alguien decidió aprovecharse de esa buena idea y esas intenciones dieron un giro de 180 grados cambiando su eje, dejando de servir para comenzar a servirse, y los dueños del Estado pasaron a ser súbditos del absolutista Estado, esa especie de Leviatán que describió Thomas Hobbes en 1651.

En cada campaña electoral los distintos candidatos se dan cuenta que vivimos en un país caro porque debe financiarse el inmenso aparato estatal. El problema es que desde 1917 se ha ido incrementando exponencialmente la plantilla de funcionarios públicos, y para justificarlos, comenzaron a crear oficinas y más oficinas, haciendo crecer en la misma exponencialidad la burocracia estatal, porque había que justificar de alguna forma tantos ingresos. En el medio, los organismos estatales que tenían originariamente una función de equidad social, se fueron perdiendo en la inmensidad de esa dimensión desconocida en la que fueron desfigurando esa buena idea original del Estado de Bienestar.

Las leyes están, pero nunca las cumplen quienes se encargan de redactarlas y luego votarlas en el parlamento. Son prisioneros de sus actos, pero cada cinco años desempolvan aquellos viejos discursos de “la madre de todas las reformas” y empiezan a hacer discursos de la necesidad de achicar al Estado como forma de abatir el gasto público, con el ello el déficit fiscal y enseguida arremeten con que eso llevaría a una baja en las tarifas públicas, confesando inconscientemente de esa manera que las utilizan para hacer ajustes encubiertos contra la ciudadanía.

Todos quienes hacen esos discursos mienten a sabiendas, porque hoy el Estado no es el problema, son quienes terminan borrando con el codo lo que escribieron con su mano. El discurso de Milei puede despertar adhesiones políticas en Uruguay, pero no dejará de ser un discurso mentiroso, porque solo se trata de poner esta situación como excusa para devolver empresas estatales a manos de capital privado como supo estar hasta que se tomó la certera decisión de estatizarlas para que presten un servicio social a los uruguayos y que no fuera solo el lucro lo que guiara las acciones de las empresas.

Entregar funciones que no son esenciales del Estado a los privados es un primer capítulo que preparará la entrega final del resto a quienes no tienen la obligación de pensar en quien menos tiene, quitando recursos legítimos del Estado para poder financiar políticas sociales, la que en un tercer capítulo dejarán de existir, retornando definitivamente a la categoría de que el Estado está solo para impartir ley y orden, dejando lo demás en manos del mercado.

Esto que escribo hoy es una advertencia a discursos que comenzaron a desplegarse en plena campaña presidencial y que debe llamar nuestra atención de manera urgente.

Hasta la semana que viene… y tilo pa’la barra!

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