Es probable que no sea yo la persona más indicada para hacer público este agradecimiento, pero de todas formas salvaremos la omisión.
Don Elbio I. Llobet, martillero público de profesión, fue el único empresario que desafió el llamado de una institución integrada por sus colegas empresarios que le advirtieron que si seguía publicando en EL PUEBLO, sería sancionado.
Hombre amante de la verdad y la justicia, y más que nada de libertad de expresión del pensamiento, contestó a aquel llamado que seguiría publicando y así lo hizo.
Seguramente “sabía con los bueyes con que araba”…
En tanto todo el resto de empresarios de entonces, aceptó las “recomendaciones” de los directivos del Centro Comercial e Industrial de Salto, y retiró todas sus publicidades.
Ni siquiera supimos nunca cómo pensaba ni qué pensaba don Elbio, pero de una cosa estamos seguros, no era cristiano. Es lo que valoramos y agradecemos en estas líneas, porque a pesar seguramente de no compartir muchos de los valores predicados por EL PUEBLO, entendía que había que respetar y valorar de por si el derecho a la libertad de expresión.
Nunca entendimos el porqué de esta adhesión, pero nos consta de su entereza para desafiar algo que seguramente le significó pérdida de oportunidades y de clientes en su quehacer cotidiano.
Es la clase de personas que nos merece mucho respeto, porque no teme las represalias cuando se trata de defender algo que considera justo. Digno seguidor de aquello que pensaba y predicaba Manuel Flores Mora, “no comparto tu opinión, pero daría mi vida porque pudieras expresarla”.
Esta es la clase de personas que consideramos dignas de admiración. Los que no temen la verdad, los que no tienen nada que ocultar, ni manejo alguno que pudiera “complicarlos”.
Sin saberlo quizás ha ejercido un derecho inalienable de los uruguayos, como es la libertad de expresión.
Creemos que sus descendientes, hijos y nietos merecen saber y conocer esta realidad, porque don Elbio lo merece, sigue y seguirá estando en nuestros corazones agradecidos, a alguien que supo llevar los pantalones bien puestos y puede estar tranquilo, donde se encuentre, porque lo tenemos muy presente.
Alberto Rodríguez Díaz.