Afincado en Montevideo, añora la paz y el silencio de Salto
Franco Ferreira nos recibió junto a su señora y sus mellizos en su casa ubicada en el bullicioso barrio de la Unión en la capital del país. Mate y cigarro de por medio, recorrimos aspectos de su infancia, su venida a Montevideo, y su experiencia como oficial de Policía.
Nuestro protagonista de Al Dorso no se animó a subir al escenario con la murga “Por Vos”, integró el coro del liceo IPOLL y el Municipal, jugó en las inferiores de Almagro y si bien no piensa volver a Salto, extraña la paz y silencio de nuestra ciudad. Hace 14 años “solito y con un par de valijas” llegó a la capital, trabaja en una comisaría y desde hace 10 meses es padre de Valentín y Alfonsina, por los que “todos los días” vuelve a su casa luego de 24 horas de laburo continuado. Es el mismo que en la actualidad cumple su tarea de manera vocacional y que siente la satisfacción cuando un agradecimiento sincero le llega por cualquier medio.
EL PUEBLO acerca a sus lectores la historia de un joven salteño (de 34 años) que se abre camino por su cuenta, que ha conformado su familia, y que se enfrenta día a día al desafío de “solucionar los problemas que tiene la gente”.
INFANCIA EN BARRIO CEIBAL
Si bien nació en una casa ubicada en calle 25 de Agosto casi avenida Juan Harriague, al poco tiempo se trasladó al barrio Ceibal , bien cerca del actual estadio de fútbol Rufino Araújo. Su padre trabaja en fibra de vidrio: “es uno de los primeros que trabajó de ese oficio en Salto”, nos dice Franco orgulloso. Recordó que su padre y madre “siempre la remaron”, para que el y su hermana salieran adelante.
Su infancia fue toda en Ceibal. “Yo conocí el viejo campito de Lazareto” (donde actualmente se erige el estadio Rufino Araújo), “que era un campo con unos árboles en la vuelta”. Hizo baby e inferiores en el club Almagro, pero “tuve que ser honesto conmigo mismo, no tenia futuro en el fútbol (risas) ”. Hizo sus años de Primaria en la Escuela 9, ubicada en calle Morquio, luego Liceo IPOLL (de primero a cuarto), y el 5 (en calle Brasil y Osimani), volviendo en 6to al IPOLL.
De Salto extraña mucho “las actividades que hacía”. Siempre trató de “formar parte de grupos humanos. Si no fue un equipo de fútbol, fue atletismo en el liceo, participar en varios Coros, la murga”. Se considera uno de los “fundadores” de la murga Por Vos, y recuerda los primeros ensayos en el club Ferro Carril. “El primer año eché para atrás antes de salir. Ensayé y estuve en la planificación y elaboración del logo. No fue por miedo escénico, sino que yo me tenía que preparar para esto (la Escuela de Policía) y tuve que optar entre lo que era un hobby y la aspiración de ser algo”.
LA PAZ Y EL SILENCIO DE LA MAÑANA
Una de las cosas que más extraña es la paz y el silencio de Salto. “Cuando vamos a la casa de mi padre, nos sentamos en el fondo a tomar mate y escuchas un pájaro o un perro ladrar como a diez cuadras, y lo sentís raro”. En el barrio donde vive hoy Ferreira, se encuentra el Hospital Evangélico, el Pasteur y el Casmu, además de estar a dos cuadras de avenida 8 de Octubre, una de las vías de tránsito más utilizadas en la ciudad, con un movimiento comercial intenso a diario.
Solito y con dos valijas
Mantiene poco contacto con gente de Salto, salvo la familia y algunos amigos. Franco comenzó en la Regional Norte de la Universidad de la República la carrera de Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales, pero no le gustó: “era mucha carga horaria y elegí algo que no sabía lo que era y llegado el momento no me gustó”. Con 19 años el salteño no podía ”bancarse una carrera”, pero “quería hacer algo y en Salto había un techo. Quedarme en Salto me limitaba, quería estudiar, tener un título. No tenía claro qué hacer y surgió la idea “de mamá” de entrar a la Escuela Nacional de Policía. Son 3 años de preparación, metidos en la escuela ubicada en las afueras de Montevideo”. “Me vine solito y con dos valijas, sin conocidos, ni “padrinos” pero con un gran apoyo y aliento de mis papás y mi hermana. En mi familia no hay nadie Policía. En 1999 la tanda fue de 450 personas, habían 80 lugares, éramos 5 de Salto. Del total quedamos 106 (los 5 de Salto incluidos) y yo recuerdo haber quedado en el puesto 19. Costó, yo nunca había salido de casa. Fueron muchas pruebas físicas y de cabeza. Yo fui con una sola idea: no vine a perder, sino a dar todo de mi para entrar”.
LAS LÁGRIMAS DEL CRECIMIENTO
Cuando le consultamos sobre cómo fueron los años dentro de la escuela de Policía Ferreira nos indicó que fue un alumno “aceptable”, agregando enseguida que “lo que sucedió adentro, quedará adentro (risas). Una vez que estaba ahí, me empezó a gustar y empecé a sentir que podía funcionar. Además yo tuve una educación familiar buena que me fue útil. A la vista está que me gustó ya que hacen ya 12 años que estoy trabajando”. Egresó en diciembre de 2001 y empezó a trabajar en el 2002, siempre en comisarías. “Fue muy duro caer en la cuenta de que de buenas a primeras te vas a ir de tu casa por 3 años sin saber si vas a volver, abrirme paso como hombre y persona en la sociedad me llevó muchas lágrimas, pero con la gran satisfacción que hoy tengo de haber logrado formar una hermosa familia y ser un hombre de trabajo”.
LOS MELLIZOS
Franco y su señora Elizabeth son padres de mellizos, que nacieron de 31 semanas. “Cuando nos dijeron que eran dos dijimos vamos arriba. Yo tenía el presentimiento porque tenemos familiares mellizos” nos dice orgulloso. Nacieron sanitos, estuvieron un mes y medio entre la incubadora y los cuidados intermedios. “Está la emoción del momento y la vida te cambia por completo. Nada tiene punto de comparación con ser padre. Hoy cada vez que salgo de casa lo hago con un solo propósito: volver al otro día”.
MOTO TURISMO
Una de las pasiones de Ferreira son las motos y participa de lo que denomina “moto turismo”y asiste a encuentros de motos. Es “cargar la moto y pasear. La primera que tuve fue una Yumbo Speed 125. Llegaba el fin de semana y nosotros no parábamos en casa, recorrimos todo Uruguay, fuimos a Brasil y Argentina. Carpa y fines de semana disfrutables, completito: pantaloncito, camperita de cuero, pañuelito y mucho viento en la cara”.
Nunca necesité utilizar mi arma
El oficial Ferreira trabaja en una Comisaría de Montevideo y lo viene haciendo en otras desde el año 2002. “La función mía como oficial es la de control, con hombres a cargo. Sos el que dispone, el responsable, el que mandas. Todo dentro de la ley. En la estructura de una comisaría es el que le sigue al comisario, que es el jefe”.
¿Cómo ha sido esa experiencia de trabajo en la calle?
“Uno ve diferentes realidades, desde adentro, desde otra óptica, desde la raíz o el corazón del problema. Lo que difunden los medios, la ciudadanía lo ve desde la posición de espectador. Uno lo vive ahí. Nuestra función es tratar de solucionar esos problemas. Uno es la cara visible ante las personas que tienen un problema que no saben cómo resolverlo o no ven una salida”. Recordó muchas situaciones en las que fue determinante su intervención y mediación, pero cuando llega el momento de un sincero “gracias señor, gracias por todo” uno no puede evitar sentirse completo. Si soy frío tengo que decir que esa es mi función y por ese motivo percibo un sueldo, pero uno siente la tranquilidad del deber cumplido, uno es un ser humano. Cuando te dan las gracias de esa manera es lindo”.
ESPERO NO TENER QUE UTILIZARLA
Sus tareas le presentan hechos violentos a diario. “No he utilizado mi arma nunca. He tenido que estar preparado para usarla en situaciones concretas. Nunca llegué al extremo de usarla por suerte. Y ojalá nunca lo tenga que hacer. Llegado el momento veré que es lo que está en juego. Fui preparado para eso, pero espero retirarme sin tener que haberla usado”.
LA ADAPTACIÓN
Para nuestro entrevistado la institución como toda la sociedad va evolucionando. “Hace 15 años atrás habían cosas que no sucedían que ahora sí. Uno tiene que ir cambiando, formándose, adaptándose a estos cambios”.
Antes era un poco más “sistemático y ajustado a una forma. Hoy uno se puede sentar con un Policía y hablar tranquilamente. Es otra la manera de encarar los problemas. Cuando una persona va a la comisaría se la escucha y luego se analiza cuál es la mejor solución a la que se puede llegar”.
ESCLARECER EN LA DUDA, APOYAR EN LA NECESIDAD
En su labor de oficial de Policía, Ferreira nos comentó que “como auxiliares de la Justicia nos avocamos a esclarecer donde hay duda, apoyar donde se nos necesita y estar siempre a lo que la justicia resuelva”. Claro en su abordaje del tema, comentó que “se tiene que hacer un buen trabajo y si no hay pruebas sobre algunos casos, no se puede hacer nada más que trabajar más duro”
LA LIBERTAD O LA VIDA
Para el oficial “si el Policía se equivoca, como humano que es, puede perder la libertad o la vida. La libertad ya que puede ser arrestado por haber procedido mal, y la vida porque en un enfrentamiento un mal movimiento o mala decisión le puede costar su vida o la de un compañero”. Como lo dijo en más de una oportunidad a lo largo de la entrevista nunca ha tenido que disparar su arma de reglamento, aún cuando ha participado de procedimientos donde hubo disparos.