La función de la abogacía se configura como un mecanismo disruptivo y regulador, que, a través del control argumental y la coerción legal legítima, preserva la integridad del sistema jurídico.
Y ahí entramos nosotros, los abogados, esa clase socialmente peculiar que anda por el mundo a medio camino entre Carnavales y funerales, imprescindibles y antipáticos, invisibles y al mismo tiempo protagonistas. Somos los convocados cuando todo se rompe o cuando atisbamos que, si no hay mediación, la cosa termina en guerra civil familiar, empresarial o barrial. Somos, en definitiva, ese pararrayos cultural que absorbe las tormentas del amor, el odio, la traición, la mentira, la falta de palabra.
La abogacía es vieja como el mundo, y tan necesaria como incómoda. Como esa prostitución ancestral de la que hablamos, no por vocación de placer, sino por pura necesidad social. Nadie quiere admitirlo, nadie quiere buscarte hasta que ya no queda otro recurso.
El escenario donde desplegamos nuestras armas no siempre es el foro o el estrado más prestigioso, sino también la trinchera diaria del despacho, la mesa del bar hasta tarde, el teléfono que no para ni en feriado. Somos la contención silenciosa de los conflictos más humanos e inhumanos. Hemos visto parejas que prometían felicidades eternas bajar a la arena del odio más rancio, hemos asistido a mociones de divorcio que más parecen guiones de surrealismo grotesco, hemos defendido a quienes parecían perdidos y cuando nadie apostaba un peso por ellos, ahí estábamos, porque la guerra no está perdida mientras alguien pelea.
Y aquí llega la ironía, porque el abogado es, por esencia, un paria necesario. Nos quieren usar, nos necesitan, pero poco nos quieren. Somos el mal necesario que el sistema tolera para funcionar. Si todo saliera bien, no nos necesitarían, y sin embargo, ahí estamos, artífices de las mediaciones, dictaminantes de demandas, guardianes de los derechos que muchos creen inalcanzables.
Porque, efectivamente, sin abogados, el mundo sería un espectáculo… y no uno divertido.
Hasta la próxima semana.





