La creciente mas grande que se recuerda dejó a Salto aislada, sin luz y sin agua.
Ninguna de las personas que la vivió pudo olvidarla jamás
Fue la creciente más grande que recuerdan los salteños y aún quedan muchos testigos que vivieron aquel drama. Pese a que hoy por incidencia de la represa de Salto Grande un volumen de agua similar no alcanzaría el mismo nivel aguas abajo, en aquel entonces las consecuencias fueron dramáticas. Según algunos testimonios el río llegó a bordear los 19 metros, mientras que el registro oficial habla de 18,17. Aún así en un Salto cuya población era bastante menor a la de hoy hubo mas de 2.000 evacuados. La ciudad quedó sin energía eléctrica, debido a que el río amenazaba inundar los talleres de la usina de UTE en calle Colón casi Rivera y sin agua, durante una semana, porque el nivel del agua en la vieja usina de OSE llegó a tapar la edificación, impidiendo que se mantuviera el bombeo para potabilizar el agua que abastecía a la ciudad. Salto estuvo también aislada del resto del país, debido a las lluvias y a la crecida del río Daymán.
En este informe, recurrimos a la memoria de algunos testigos de la época para aportar información de algo que no conocieron los salteños que nacieron después de este año.
El recuerdo de Demetrio Sancristóbal
Fue una época muy mala, duró casi un año restablecerse
En el río Uruguay es Demetrio Francisco San Cristóbal, quien permaneció durante muchos años al frente de varias lanchas y no solo vivió su infancia y adolescencia en una de ellas, sino que también navegó durante ocho años y medio en el mar y pasó 11 veces el estrecho de Magallanes; lo que lo transforma en un hombre muy conocedor de las aguas.
San Cristóbal, a sus 87 años, recordó con total lucidez lo que para él fue la creciente más grande que recuerda haber vivido en Salto, “la creciente del 59”.
Ese año fue muy especial para él, porque en el año 1959 nació su hijo mayor, Francisco Omar, pero además junto a todos los salteños vivió una de las épocas más devastadoras para la región.
“Me acuerdo que nosotros veníamos con la lancha, subíamos por arriba del muelle negro, entrábamos por el arroyo Sauzal y veníamos derecho a la calle Garay que ahora se llama Albisu. En aquella época había 17 lanchas del lado argentino y 19 lanchas del lado uruguayo y ese era el único medio de comunicación directa que había, porque las carreteras no eran como son ahora y hubo un tiempo en que estuvimos aislados por tierra”, comentó San Cristóbal.
FALTA DE AGUA, COMBUSTIBLE Y HARINA
Una de las mayores dificultades fue la falta de agua potable, ya que la usina de OSE en Salto Chico quedó bajo agua. “Eran pocos los pozos de agua que habían en esa época. Nosotros sacábamos agua potable por un pozo de agua que estaba en Urreta, donde actualmente está la UTU, el pozo de ahí era uno de los más grandes de la ciudad. Me acuerdo que yo vivía en calle Belén y de ahí iba a buscar agua a ese pozo para bañar a mi hijo y para las cosas del hogar. Fue una lástima que lo hubieran tapado cuando hicieron el patio de la UTU, porque daba más de 10.000 litros por hora”, recordó San Cristóbal con nostalgia y desazón.
Otro de los problemas que debieron afrontar los salteños en esa época fue la falta de combustible. “No llegaban los camiones, había problemas con el abastecimiento de algunos productos, sobre todo con el combustible y otras cosas, los molinos por ejemplo no entregaban la cantidad de harina suficiente y en eso había escaséz. Eso fue como consecuencia de que Salto estuvo aislado. Fue casi un mes y medio”, comentó.
LOS DRS. CARLOS BORTAGARAY Y LUCAS CAFFRÉ RECORRÍAN TODOS LOS REFUGIOS
En cuanto a los evacuados, recuerda que “había gente alojaba en las instituciones deportivas y sociales. El padre Scholinsky de la parroquia del Cerro tenía muchos refugiados en su parroquia. El batallón (del Cuartel), preparaba la comida para todo ese tipo de gente y había mucha más gente que regalaba ropas y remedios. Me acuerdo del Dr. Carlos Bortagaray y el Dr Fernando Lucas Caffré recorrían todos los lugares donde había gente evacuada para atenderlos. Había miedo a que aparezcan enfermedades, por eso era obligación vacunarse. Creo que el Intendente en ese entonces era Paiva y había un comité que se encargaba de todo eso formado con ediles de la Junta Departamental”, dijo San Cristóbal.
MUCHA GENTE QUEDÓ SIN TRABAJO O PERDIÓ SU PRODUCCIÓN
“En la esquina de calle Brasil frente a la Aduana el río llegó a subir un metro cuarenta y en el Palacio de la Galletita que estaba donde ahora es la Casa de Gobierno, el agua entró por el patio y llegó hasta el horno y lo destruyó todo. Ahí trabajaba mucha gente y todos quedaron sin trabajo y así muchos otros lugares de trabajo que se inundaron. Era tanto lo que había llovido que la producción se vio totalmente afectada, se echó a perder mucha producción, fue una época muy mala que duró casi un año hasta restablecerse todo. Fue muy difícil”, recordó.
Sin embargo, para San Cristóbal los salteños han sabido salir adelante más allá de todas las dificultades y aseguró que “con todo lo que yo conozco que es mucho, el Uruguay es un paraíso”.
Enrique Cesio y el recuerdo de un drama inolvidable
Hubo dos mil evacuados, y la ciudad permaneció sin agua, sin luz e incomunicada por una semana
Consultamos al escribano Enrique Cesio, ex docente de historia en Secundaria, y ex director de Diario EL PUEBLO, quien ha sido siempre una persona muy bien informada, y por tanto no estuvo ajeno a lo que sucedió en aquel abril de 1959.
“La primera creciente que recuerdo es del 1942, esa creciente llegó casi hasta Zorrilla con un volumen de agua muchísimo menor del que tenemos en este momento, después varias crecientes llegaron a abarcar el perímetro que más o menos tenemos en este momento”, comentó.
Para tener idea de lo sucedido en el 59, Cesio recomienda a todos los menores de 50 años que vayan a la plazoleta Favaloro frente a Casa de Gobierno y se paren donde hay un ícono que fue colocado en el 2006 marcando el nivel máximo del agua que incluso entró al sub suelo de la Casa de Gobierno y que miraran hacia la República Argentina para darse cuenta que a ese límite de los ojos estaba el agua, la perspectiva esa es una manera de comprender lo que vivimos en aquel momento”.
DIFERENCIAS DE LA CRECIENTE DEL 59 CON EL RESTO
“Las diferencias notorias especialmente con la del 59, consisten en que el volumen de lluvia que se acumula en los últimos años seguramente por efecto del cambio climático llevan a la cuenca del río Uruguay muchísimo más agua de la que la del 59 tuvo”, explicó. “Es decir la cantidad de metros cúbicos que pasó en el 59 es menor que el de ahora, que la del 92 y que la del 2009, por lo tanto, si no estuviera la represa de Salto Grande que efectúa esa retención y regulación, hoy con este caudal de agua tendríamos muchísimo más avance del río”.
La creciente del 59 tuvo además algunas características muy importantes, “primero no hay que olvidar que Uruguay es parte de una enorme cuenca que incluye el Paraná, el Paraguay el propio Río Negro y que desembocan todos en el mismo embudo del Río de la Plata. Por lo tanto, cuando se produce una acumulación de precipitaciones en toda la cuenca, cada uno de los ríos va efectuando una especie de represa donde se produce su desagüe, en el 59 tuvimos un enero, febrero y marzo lluviosos y en abril fue muchísimo más, la cantidad de agua caída por hora fue realmente inusitada, como consecuencia, estando completos todos lo ríos de la cuenca, se producía una represa natural de tal forma que la elevación de las aguas se producía mucho más rápidamente de lo que hoy es por hora o por minuto, en la mitad del mes de abril hubo una circunstancia muchísimo más trágica que la actual”.
SIN LUZ, SIN AGUA E INCOMUNICADOS
Por otra parte se cayó el puente ferroviario del Queguay, las aguas superaron el puente del Río Daymán, no había pista de hormigón, y el pantanal que era aeropuerto de Nueva Hespérides impedía aterrizar, por el río era imposible porque no había donde atracar, “de manera que quedamos de comunicaciones aisladas”, recordó Cesio agregando que el panorama se agravó por el hecho que la usina de agua corriente estaba en el viejo local frente al Ayuí y allí, cuando el agua llegó a los 15 metros, entró a la planta, OSE se colocron unos motores encima de unas parihuelas y las fueron subiendo gradualmente a medida que crecía el nivel del agua, hasta el techo con dos operarios que estuvieron ahí hasta el 19 de abril. Entonces, “formé parte de una cuadrilla de voluntarios que fue en un camión hasta el monumento Garibaldi para de ahí tirar una chalana e ir a sacar a esos dos trabajadores, pero ahí se terminó el abastecimiento de agua” porque el agua había llegado al techo y ya no se podía mantener en funcionamiento los motores..
Además, el agua por calle Colón llegó a las puertas del edificio donde estaban los motores a gasoil con los cuales se producía la energía eléctrica, ya que en ese momento “no dependíamos de Salto Grande, y el temor que el agua produjera una explosión de los motores, hizo que se pararan por lo tanto durante una semana estuvimos sin agua y sin luz y aislados”.
En esa oportunidad el río llegó prácticamente a los 19 metros, es decir el caudal actual con 5 metros más, al punto que por calle Brasil el agua llegó al 451, a la mitad de la cuadra entre Julio Delgado y Zorrilla.
MÁS DE DOS MIL EVACUADOS
En esa oportunidad, entre evacuados y autoevacuados fueron más de dos mil personas, mientras que hoy se reducen a centenares.
“De cualquier manera -señaló Cesio- desde el 59, están demarcados los lugares donde no se puede construir, y se sigue tolerando la existencia a veces de viviendas precarias, pero también de viviendas de alto carácter que no deberían ser construidas allí”.
“Por ejemplo toda la calle 19 de Abril hasta Zorrilla de San Martín está prohibido inclusive refaccionar, por eso parecen casas casi abandonadas, es que esas casas con el tiempo tienen que ser demolidas porque cualquier creciente futura va a llegar a esa parte.
Esa calle- 19 de Abril- con el espacio ferroviario que está la intendencia tratando de armar un paseo más la demolición de todo eso podría ser un hermoso paseo para los salteños.
Pero también hay que controlar que a las orillas de los arroyos que son afluentes no se construya”.
En el 59 además todo el país estaba inundado hay que recordar que el Río Negro pasó por arriba de la represa de Rincón del Bonete que los alemanes que la construyeron habían calculado que soportaba inundaciones por mil años y a los 20 años de haber sido habilitada pasó por arriba.
Paso de los Toros fue totalmente evacuado en tren, el pueblo quedó todo bajo agua, pero esas circunstancias difícilmente se repitan porque hay mayor conocimiento, mayor posibilidades de impedir las cosas, manifestó el entrevistado.
AL HIPÓDROMO
Si bien no existía un Comité de Emergencias, se formó uno con las mismas instituciones y autoridades que hoy lo integran, “y eso es un factor favorable, la existencia permanente de los comité nacionales y departamentales así como el invalorable informe que brinda Salto Grande que tiene un informe mucho más cronometrado de lo que sucede en el Río Uruguay mucho más arriba”.
En ese momento no había Intendencia, sino Concejo Departamental y el presidente era Dr. Juan Carlos Rocca. La mayor parte de la gente fue alojada en el hipódromo que era lo único disponible con cierta capacidad para albergar tanta gente y luego, se formó un barrio, ubicado a dos cuadras del Club Saladero, para los inundados que habían perdido todo.
La situación no se normalizó hasta el mes de junio aproximadamente.
Susana Perossio
“Mi papá murió afuera y hubo que esperar 3 días para traer el cuerpo”
Susana Perossio tiene un triste recuerdo de esa crecida, ya que su padre – hombre de campo – murió en Mataojo y demoraron tres días en traer a la ciudad el cuerpo, porque debido a la creciente las avionetas no podían bajar en muchos lugares…
“Fue uno de los temporales y crecientes más grandes que hubo en Salto… los aviones no podían bajar debido a la lluvia continua y al mal tiempo… no se podían ver los cerros”.
Susana reconoce que las dificultades que se viven hoy son grandes pero en nada se comparan con lo que se vivió en el 59.
Perossio en este entonces se sumó a la movida solidaria para asistir a los inundados… “juntamos ropa, frazadas y recuerdo que la reunimos donde antiguamente era la Asociación Cristiana de Jóvenes.
Fue enorme la cantidad de gente que donó ropa y frazadas… el agua demoró más de un mes en retirarse y muchas de las personas volvieron a sus casas aunque no habían terminado de secar.
“Mientras estuvieron fuera de sus hogares se les preparaba comida y muchísima gente fue afectada… hoy todo está más organizado y un buen número de familias fueron reubicadas” – señaló.
El agua irrumpió el edificio de la Aduana como nunca antes… hoy todo es más solucionable; en el 59 no se contaba con el sistema de comunicaciones de hoy… la ciudad quedaba aislada de la capital.
Se perdieron muchas cosechas esa temporada.
“Es de resaltar la tremenda solidaridad que demostró el pueblo uruguayo en esas circunstancias, ayudando a los desamparados ya sea con comida, alojamiento, etc.
Los periódicos y radios estaban llenos de pedidos de solidaridad, solicitudes de depósitos patrióticos, información de innumerables donaciones y aportes de embajadas, de centros comerciales y ligas de fomento para los fondos de socorro” – subraya un diario de vuelo.
“Mostraban todo bajo agua y solo se veían las antenitas de los televisores arriba de los techos”
Los salteños que estaban lejos, recibían la información con fracturas y solo pensaban en volver a su tierra a colaborar
Muchos salteños que por diferentes motivos estaban lejos de su tierra natal, vivieron la creciente de 1959 con gran angustia y preocupación porque los medios de comunicación en aquella época no eran tan fluídos ni instantáneos como en la actualidad.
Néstor Albisu fue uno de esos salteños que apenas bajó el río y Salto volvió a estar comunicado, regresó a su ciudad para estar con los suyos.
“En ese entonces yo tenía 18 años y estaba estudiando en Montevideo y la información llegaba muy cortada. Lo poco que se veía eran las imágenes que mostraban todo bajo agua y solo se veían las antenitas de los televisores arriba de los techos de las casas. Eso nos hacía pensar que estaba muy mal la situación y más cuando Salto quedó incomunicado. En Montevideo todos los alumnos de la Universidad formamos grupos de apoyo y recibíamos donaciones para toda esta zona, alimentos y abrigos. Los salteños que estábamos allá nos juntábamos para eso, pero no había forma de trasladarlo porque Salto estuvo aislado durante varios días”, recordó Albisu.
“A uno le entraba el desespero estando lejos, porque había una fractura de noticias, se leían los diarios y se veían las fotos de lugares que uno conocía totalmente inundados, era algo alarmante. Uno por ahí se podía comunicar con las familias y eso nos tranquilizaba, pero no sabíamos si lo que nos decían era para nos quedáramos tranquilos. Nosotros lo que queríamos era estar acá, con las familias y los amigos colaborando.
LA ODISEA PARA ESTAR EN SALTO
“Después, con unos compañeros queríamos volver a Salto de todas maneras para saber realmente como era la situación acá, porque te repito la información no era como es ahora. Y nos largamos en el auto de uno de ellos y nos vinimos. No tomamos la ruta 3 porque estaba toda cortada, tomamos la ruta 1 y 2. Me acuerdo que nos sorprendió al pasar por Mercedes y ver la humedad de muchas casas que habían sido cubiertas por el agua que ya había empezado a bajar para cuando volvimos. Era el rastro de lo que había sido. Cuando llegamos a Salto el río estaba en 15 o 16 metros”, recordó Albisu.
EL AGUA LLEGÓ A UNA CUADRA DE LA INTENDENCIA
Una vez en Salto, Albisu relató su primera impresión de como encontró Salto. “Lo que me llamó mucho la atención fue ver el agua llegando casi a la Intendencia, porque la creciente llegó hasta calle Julio Delgado y se estacionó a una cuadra de la Intendencia. Salto quedó sin agua y muchas familias tenían pozos o perforaciones de donde se podía proveer de agua, y se establecieron cuales eran esos lugares y la gente podía ir hasta allí con recipientes a recoger agua. La luz tuvo sus dificultades, pero lo más preocupante era el agua”.
TODOS COLABORABAN EN MENGUAR LA SITUACIÓN
“El centro de la actividad estaba en radio cultural, desde donde salían las delegaciones de estudiantes con ropa y abrigo para colaborar y llevarlas a diferentes barrios. El ejército se encargaba de darles la comida a los evacuados y muchos salteños y organizaciones daban una mano. Hasta en el hipódromo había gente pernoctando. En ese entonces no había de razones políticas ni de nada, estaba todo el mundo colaborando y tratando de menguar la situación”, comentó.
“LA GENTE NO SE OLVIDÓ MÁS DE LA CRECIENTE DEL 59”
“Después vinieron otras crecientes, pero la gente no se olvidó más de esa creciente, la del 59. Antes la cota era 10 metros y a esa altura le llegaba enseguida el agua a muchas familias. Esta situación la recordé cuando me tocó vivir la inundación de 1992, siendo yo Jefe de Policía, estuvimos a 5 cm de quedar sin agua cuando la OSE estaba en su antigua ubicación, pero era una información que no dábamos y si llegaba allí automáticamente Salto quedaba sin agua, pero afortunadamente no pasó”, recordó Albisu.
“Ahora todo está muy organizado”, dice al comparar las épocas
Samuel Sitrín utilizaba el camión de su empresa para llevar a los bomberos a los lugares afectados y sacar a la gente
Su personalidad impone y no habla de su estatura. Pero él se hace oír fuerte y claro. Se emociona cuando recuerda una serie de etapas de su vida que si se quiere lo convirtieron en una especie de hombre heroico de la comunidad, o bien pintan claramente los valores de otros tiempos, que ahora si bien en algunos existen, cuestan ver reflejados en la sociedad en la que vivimos.
Así es Samuel Sitrín, un hombre cuya vida está signada por el trabajo comunitario, el apoyo a cada circunstancia que el lugar donde vive sufra, hace de su participación una presencia permanente.
Por eso, este hombre de 83 años de edad, arraigado a una empresa de transporte de camiones desde hace décadas, fue consultado por EL PUEBLO para el presente informe por su activa participación y compromiso en las inundaciones más problemáticas de la historia de este departamento, por ejemplo, la del 1959.
TRABAJANDO DÍA Y NOCHE
“Cuando ocurrió la creciente de 1959 yo era bombero voluntario y como tres años antes había fundado junto a un hermano mío una empresa de camiones “Sitrín Hermanos”, colaboraba con el cuerpo de Bomberos con mi camión, yo andaba en un camión marca Commer que tenía baranda alta y toldo, con el que pasaba a buscar a los bomberos y sacábamos a la gente de sus casas y las llevábamos para la zona del hipódromo donde estaban más seguros”, contó Sitrín.
Rememoró que hubo una semana donde “llovió todos los días y todo el día, caía mucha agua y eso complicaba mucho las cosas. Y si bien es cierto que la gente no podía hacer casas sobre la costa a menos de 150 metros, igual lo hacía, mucha gente se construía casas en esos lugares y vivían ahí, entonces cuando pasó esto había que ir a sacarlos. Pasábamos día y noche con los bomberos sacando gente, porque como ellos no tenían un camión para los traslados, yo cooperaba con el de la empresa”.
Sobre cómo vivió aquel momento, Sitrín contó que recuerda “mucho” como en esos días de lluvias torrenciales “la gente llamaba incesantemente para que la ayudaran y nosotros nos íbamos a todos los lugares que podíamos”.
Señaló que en aquel momento “no existía un Comité de Emergencias como el que existe ahora, así que nos organizábamos como podíamos”. “Me acuerdo que los bomberos tenían salida en sus camiones por calle Artigas, porque antes la Jefatura de Policía estaba en la esquina con calle Florencio Sánchez y no dónde están ahora, entonces yo pasaba a buscar a uno o dos bomberos e íbamos a varios barrios de Salto que estaban afectados por la inundación. Allí cargábamos muebles y a la gente que entrara, una, dos o tres personas de los afectados y los llevábamos a los refugios”.
Dijo que los mismos estaban en distintos lugares. “Por lo general llevábamos a la gente al hipódromo y allá se acomodaban, a otra gente la llevábamos a sitios donde tenían familiares o amigos con los que ponían sus muebles y les hacían un lugar para que se quedaran”.
“En torno a las inundaciones había un movimiento extraordinario, eran trabajos de día y noche. Una persona nos había facilitado un farol a nafta entonces lo ponía en el camión en la parte de atrás, en el último barrote de atrás del camión y eso nos iluminaba durante la noche porque toda la zona del hipódromo y de la zona costera estaba prácticamente a oscuras”, señaló.
PILOTO SANITARIO
No obstante, Sitrín contó que llegó a trabajar como “piloto sanitario del avión ambulancia”. Evocó que de “varios lugares tuve que ir a buscar gente que estaba grave o muy enferma, y como los arroyos y los pasos estaban todos crecidos, los puentes no daban paso y había que ir a buscarlos para llevarlos hasta el Hospital”.
En ese sentido, contó que el intendente de la época era Ramón J. Vinci que era propietario de la desaparecida Radio Cultural, entonces “cuando yo salía en el avión ambulancia que estaba en el Centro de Aviación y que siempre estaba preparado para salir, yo salía a buscar a la gente. Cuando iba en pleno vuelvo prendía la radio del avión sintonizaba la Radio Cultural y cuando estaba en el aire me avisaban “¡Piloto Sitrín, Piloto Sitrín, vaya también a tal sitio que hay otro enfermo grave!” y entonces los traía a los dos”.
“Nunca quise cobrar un peso por esas cosas, siempre lo hice en forma honoraria, es que así era mi carácter”, señaló Sitrín, emocionado al recordar su época en que volaba por el interior del departamento para traer personas enfermas al Hospital.
Dijo que para atender la emergencia las autoridades ahora están mucho más “organizadas”. “En aquel momento no había tanta coordinación y organización, hay mucho más medios para ello, en aquel tiempo no teníamos tanta infraestructura, cuando hay un problema las autoridades actúan. Pero en aquel momento todo era más a pulmón, más particular. Nosotros llevábamos a la gente al hipódromo y la gente de allá se encargaba de darles cuidado, hoy esa tarea la hacen las instituciones y el Ejército”.
“Ahora en el caso de las inundaciones la Intendencia tiene una persona, que es un militar, que se hace cargo de la acción social y tiene las cosas bien organizadas y bien ordenadas, pasa cualquier cosa y se actúa de inmediato, antes todo costaba mucho más”, expresó nuestro entrevistado.
Samuel Sitrín tiene una vida prolífica en materia de relacionamiento con la comunidad. Es presidente de la comisión de la Escuela Nº116 para Discapacitados Auditivos, del gremio de camioneros y de tres centros CAIF, fue presidente del Club Leones Salto Centro en tres oportunidades y resume así su vida, “paso todo el día haciendo cosas”.
Aunque todavía recuerda su actuación en una de las situaciones más adversas de la historia del departamento, las inundaciones del año 1959 que lo tuvieron como uno de sus actores primordiales.
María Edna “Tití” Menoni
“El agua subía hacia calle Uruguay”, recuerda
María Edna Menoni Menoni – conocida por sus allegados como Tití – tiene 78 años recuerda cómo se vivió en aquellos años la tan mentada inundación del 59. Nació en el seno de una familia de varios hermanos y se dedicó a las labores del hogar, viviendo hace casi seis décadas en la zona portuaria.
Comenzó a llover torrencialmente en abril de aquel año y los resultados fueron catastróficos… el río implacable arrastró todo lo que encontró a su paso y se vivieron momentos de muchas dificultades y angustia… Tití manifiesta que si la represa hubiera existido en ese entonces, las aguas no habrían avanzado tanto.
Su niñez la vivió en una casa ubicada en calle Soca 332 y el 12 de febrero de 1956 – tres años antes de la inundación, la familia se mudó a la residencia en calle Purificación, a pocos pasos de donde los grandes mantos de agua irrumpían en las edificaciones colindantes, en las inmediaciones de Plaza Roosevelt.
“EL AGUA SUBÍA HACIA CALLE URUGUAY”
“En abril del 59 vino la creciente… recuerdo que comenzó a llover torrencialmente y a crecer el río… así siguió durante más de un mes.
En la Casa de Gobierno el agua les entró por atrás y tuvieron que tapiar los ventanales con ladrillos.
De todas formas el agua subía hacia calle Uruguay… yo tenía unos cuantos años menos y no sentía temor.
Nuestra casa había sido de papá cuando era soltero y nos decía que allí no había llegado la creciente; de ser así taparía todo Salto”.
Tití nos hizo recorrer junto a ella, señalándonos una casa de ladrillos y nos mostró hasta dónde llegó el agua aquel fatídico año…señaló luego dos zaguanes donde el agua alcanzó un nivel que impedía el pasaje.
“Colocaron tanques con andamios para poder pasar, porque el río ya estaba ingresando en la casa… pienso que en aquel tiempo si hubiera estado construida la represa no hubiera tenido esa magnitud la inundación.
Tuvieron muchas dificultades como los numerosos cortes de agua, ya que el río había llegado a la potabilizadora.
Se veían rodeados por el agua y tenían una sola calle para poder ingresar al centro.
“Dos chiquilinas que tenían un aljibe nos traían el agua” – aseveró.
– ¿Y las personas afectadas por la crecida, a dónde eran derivadas?
-“La verdad no recuerdo… creo que al hipódromo… tampoco me acuerdo de la cantidad de familias que fueron evacuadas… el agua acarreaba mucha mugre y flotaban los cadáveres de las vizcachas.
Me acuerdo que una noche salimos y nos sentamos en el zaguán con mi hermana… y yo le dije que había soñado con una víbora y al otro día encontramos en la puerta de casa una viborita negra con un cuellito bien finito… similar a una yara… estaba justo detrás de la puerta”.
El río demoró casi un mes en volver a su cauce normal y el retorno de la gente a sus hogares fue muy penoso… mugre, barro y la imperiosa necesidad de rasquetear las paredes de las viviendas, desinfectar y pintar para luego poder habitarlas de nuevo.
Le preguntamos a Tití si siente temor cuando el agua avanza y la lluvia no cesa… nos dijo que no… pero siente pena de la gente de quede huir de la creciente… pena por los animalitos que quedan a la deriva buscando algo para comer.
Se abraza a su mascota y concluye su testimonio con un dejo de melancolía… dejando atrás esos recuerdos del río, que muchas veces nos regala su belleza y otras nos golpea sin avisar.
Juanita Emed de Albisu
Estudiantes repartían la ropa y el calzado que se juntaba en radio Cultural y en el Cuartel se preparaba la comida
En el año 1959, Juanita Emed ya había terminado el liceo pero igualmente continuó formando parte de la Brigada Estudiantil junto a sus hermanas y amigas. Muchos estudiantes durante la creciente que se produjo ese año, colaboraban repartiendo abrigos entre los damnificados.
“Era la primera vez que veíamos una cosa de esas, yo tenía 20 años y con mis hermanas y algunos compañeros pudimos ayudar. Levantábamos del cuartel los tachos de comida y la ropa de radio Cultural y los repartíamos por los barrios. Llevábamos de todo, ropa, calzados, artículos de limpieza y otras cosas que nos daban para repartir por los barrios. Yo lo que me acuerdo es que la situación era por todos lados igual, pero más que nada íbamos a los barrios de la Zona Sur, con compañeros de liceo Ipoll”, dijo Emed.
“Se veían muchas cosas fuertes. Me acuerdo que fui por una casa en Salto Nuevo o Saladero y había un señor muy mayor que tenía el agua hasta la mitad de las patas de su cama y no quería salir. Se veía de todo, situaciones muy tristes. A mi me impactó que el agua llegó hasta calle Brasil casi Zorrilla, después por calle Agraciada hasta pasó la estación de servicio Himalaya”, recordó con aflicción.