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viernes, 31 de enero de 2025
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Salto

Salto: no fue un pecado… fue una consecuencia

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Cuando un equipo gana, hay que buscarle el mérito. Las propiedades.

Cuando un equipo pierde, hay que acentuar la cartelera de errores. De alguna manera se hace necesario entender el porqué de una caída, a partir de limitaciones, impericias o exposición de matices adversos. Siempre ha resultado así. ¿No es así acaso?

En tanto es válido preguntarse si cuando un equipo gana, es porque fue superior. Porque después de todo también se gana por causas fortuitas, algunas de ellas capaces de barrer con el principio de alguna lógica. 

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En fútbol al cabo también, no es todo tan lógico, porque entre la inventiva y las imperfecciones, nace una historia. Para bien o para mal. Pero nace.

AHÍ ESTÉ EL CASO DE SALTO….

….y lo sucedido el sábado a la noche en Lavalleja, en ocasión del partido de ida por Cuartos de Final en el Campeonato del Interior. Perdió un partido, pero no perdió el tren del mañana.

Y en situaciones como esas, la derrota no se transforma en pecado, sino que fue la consecuencia de un equipo que se expuso a vacilaciones impropias de él o que en partidos anteriores no se generaron. 

Sucede que ahora todo cambia. Sobre todo el enfoque: porque son dos partidos y una diferencia de goles puede criminalizar el futuro, si es que la igualdad de puntos surge primero. Por lo tanto, imperativo de la razón. Por eso Lavalleja aún siendo local, concluyó en medio de una trinchera cerrada, que por poco no se deshilacha en esa maniobra final, cuando el centro le llega perfecto a Braian Rodríguez y el goleador no alcanza a aplicarle el frentazo.

Salto cayendo fue la consecuencia, no tanto de un Lavalleja superior (porqué no lo fue), sino de enredos ofensivos, que escasa relación guardan con partidos anteriores, donde todo fluyó a la medida del Salto potencial, creíble, contagiante, y sobre todo, con el poder de la eficacia.

MÁS ALLÁ DE AQUEL PENAL….

….ese penal que fue en el primer tiempo y que no supo de sanción. E incluso algún otro error del árbitro. Pero tampoco se trata de recalcar en ese tipo de situación puntual. 

Porque a Salto lo desnorteó el primer gol y porque le costó emparchar después, como ajeno a la condición de equipo enhebrado que fue parte de la escena en partidos anteriores.

Agustín Suárez y Alán Aranda apretados y sin espacios para la sorpresa y la extensión ofensiva, por lo que Echenausi pagó los platos rotos en el primer tiempo y solo una chance real en el «Pitu». 

Las variantes en la recta final no produjeron márgenes terrenales de solución y más que eso, ilusiones de rendimientos que terminaron muriendo a veces, antes de nacer.

Se podría convenir que al equipo no le faltó sentido de búsqueda, pero sin embargo esta vez, la ausencia de criterio colectivo para saber el cómo elaborar y cómo establecer circuitos a favor de la creación primero y la resolución después.

POR EL MAÑANA MISMO

Salto debe y puede recuperar la versión original. La de partidos anteriores. 

Aunque recalquemos: en la primera fase (ocho partidos jugados) hubo opción de desquite y miramientos más allá de 90 minutos o 180. 

Ahora son 180 y punto. No hay amplitud posible para las cuestiones románticas. Aquí se trata de alcanzar sentido práctico y el ganar como fin letal.

No espera el mañana. Salto no perdió ese derecho por el mañana mismo. Y apuesta a que en el desquite se espante el pecado y que la consecuencia sea otra.

Sin traumas del no se puede.

Tiene 90 minutos pendientes y si está programado para poder que no omita eso mismo: la verdad de su poder. Y el poder en el fútbol, al fin de cuentas, también es el que decide.

   -ELEAZAR JOSÉ SILVA-

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