Lo sucedido en Ecuador una semana antes de las elecciones presidenciales, nos asombra. Que se haya asesinado a un candidato a la presidencia de la República es un hecho gravísimo, que no parece haber sido tomado como tal por parte de la prensa internacional.
No nos importa en momentos de escribir estas líneas que ideología que tenía el asesinado, ni cómo pensaba plantarse frente a los principales problemas que mantiene Ecuador, pero todas las democracias del mundo que se precian de tales y no se quedan en el discurso, debieran estar realmente preocupadas por el asunto.
No hay que olvidar que junto a las elecciones presidenciales recientemente realizadas, los ecuatorianos se pronunciaron en referencia a dos plebiscitos y han dado una lección al mundo.
Se sometió a la voluntad del pueblo las consultas sobre dos parques nacionales de donde se extraen combustibles fósiles. La consulta era si se entendía que se debiera continuar con esa extracción o se debieran tomar medidas para evitar la misma.
El aporte económico para Ecuador en petróleo y gas de estos pozos son sumamente importantes para aquella nación.
En ambos casos los ecuatorianos señalaron que se debiera terminar con esa extracción y aunque la voluntad del pueblo no obliga al gobierno que por lo tanto puede desconocerla, entendemos que el mensaje ha sido claro y contundente.
Significa que el asesinato –más allá del sicario que concretó- pudo venir de cualquier lado y es probable que nunca se descubra. Obviamente no podemos omitir que Ecuador, junto con Colombia y Bolivia son los principales productores de la droga que llega luego a los grandes mercados consumidores, como son EE.UU. y Europa.
Pero nuestra preocupación va más allá porque hemos oído que Uruguay se considera “libre” de la posibilidad de ser corrompido por la droga y quien piense así le esta errando feo. Prueba de ello es la cantidad de droga que ha pasado por aquí y los delincuentes extranjeros que han sido capturados en el país.
No nos equivoquemos, el poder de “don dinero” es muy grande como para menospreciarlo y las fronteras de Uruguay como se ha dicho son muy permeables.
Creernos considerarnos “más allá del bien y del mal” puede llevarnos a cometer errores irreparables. No debemos olvidar que varios de los “peces gordos” del narcotráfico son uruguayos o han hecho sus contactos aquí. Tampoco debemos olvidar que varios de los principales “capos” narcos internacionales han vivido mucho tiempo en Punta del Este sin que nadie los “molestara”.
A.R.D.
