El fútbol como parte de la vida. Es un componente indestructible.
Cuando se patentó la pandemia un 13 de marzo del año 2020, también a nivel del fútbol local, el silencio en el calendario ganó su propio espacio. Hasta que desde la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, se alimentó la chance de volver en el 2021.
Todo a partir de «esa necesidad de tener fútbol en las canchas, porque caso contrario nos falta algo».
El fútbol como fuente de inspiración, de recreación, pero también de fines, de exigencias. Se rebrotará el operativo de victoria, o ganar «al costo que sea» y «lo importante serán los tres puntos que se alcancen más allá de cómo se juegue y qué armas se manifiesten».
Mientras otro aspecto se planta en la escena del fútbol, para que la frase fluya sin más giros: el «tapar bocas». Es cuando el fútbol se convierte en muestrario de ese poder desde cada uno, o a partir de la exposición colectiva: ¡hay que tapar bocas!.
¡Qué de eso se trata!
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Lo sucedido el pasado martes con la selección uruguaya jugando frente a Brasil, viene como anillo al dedo, para admitir que más allá de la sintonía del juego o el resultado final como consecuencia, se libra esa competencia frente al otro que pretendió la zancadilla o la suma del cuestionamiento «descorazonado o vacío».
Al otro hay que taparle la boca. Enrostrarle el logro, para que las palabras aquellas de la duda abierta, se transformen en silencio amargo, sometido.
Este registro de Darwin Núñez, es una perfecta síntesis. Ahí está el gesto. Esa es la actitud.
Frente a los andares del fútbol en tiempos como estos, materializados e impunes a determinados niveles para que también los farsantes del juego hagan su negocio, a la hora de exponer…¡que se exponga y se gane para que el tapado de boca sea una respuesta letal!
No trasciende tanto el contenido. No trascienden tanto las herramientas que se apliquen a veces, porque tampoco existirá una valoración ética o estética del cómo.
Cabe como misión….la de tapar bocas. ¡El fútbol tapa bocas!.
Nos regala entonces el encantamiento del producto alcanzado.
Jugarle con la carta del argumento al otro, parece ser una cursilería. Con tapar la boca ya es demasiado válido, suficiente, irrebatible. El «tapar boca» es un medidor de acierto o de fracaso.
Así en la vida y como en el fútbol. ¡Y de arco a arco también!
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
