Desde varios puntos de vista puede observarse y analizarse un fenómeno que en las últimas semanas se viene dando mucho en casi todos los barrios de Salto: la venta callejera de tortas fritas y pasteles en la tarde, y de choripanes en la noche. Realmente son muchas las familias, («cada vez más», nos hacía notar alguien ayer) que sacan a la vereda lo necesarios para llevar adelante estas ventas.
Justamente ayer pudimos presenciar una conversación sobre este tema, entre varias personas, y comprobar esos diferentes puntos de vista. Algunas veían con buenos ojos la iniciativa de la gente que en vez de solo reclamar soluciones, pone manos a la obra y emprende sus propios negocios.
Otras entendían que se trata de una muestra clara de la difícil situación económica que atraviesa el departamento y el país, «por lo tanto -decía- tiene que haber más ayuda, porque con la que se da, con esto se hace evidente que no alcanza».
No faltaron en la conversación las voces que chocaron porque, de un lado se decía que la Intendencia debería controlar con más rigor algunos aspectos de estas ventas, como el hecho de constituir una competencia informal para los comercios establecidos, o la higiene en la elaboración. Y del otro lado se retrucaba que en tiempos excepcionalmente difíciles no está mal dejar un poco de lado los controles y «dejar que la gente gane unos pesos».
En fin…cada cual tendrá su opinión.
