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martes, marzo 4, 2025
Columnas De Opinión

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TABARÉ. Esperé hasta última hora de este domingo para revisar lo que se había escrito durante el día en las redes sociales sobre el fallecimiento del expresidente Tabaré Vázquez. Me congratulé al encontrar un profundo consenso en todas las personas que han escrito, de todos los partidos políticos, saludando la partida del dos veces presidente de la República. Por cierto, que las palabras más sentidas estuvieron en quienes llegaron a conocerlo personalmente o a quienes el propio Tabaré tocó su corazón por el don de la palabra, o con gestos o hechos concretos a través de actos de gobierno que cambió la vida a muchos uruguayos, lo hubiesen votado o no.

Ese respeto que pudo apreciarse demuestra una vez más la altura cívica que tiene nuestro pueblo, además de una empatía solidaria a quien fuera parte de la historia de nuestro país, porque Vázquez no solo fue el primer presidente del Frente Amplio o de izquierda, como también se dice, sino que además tuvo el honroso privilegio de haber sido electo Presidente en dos oportunidades, destacado galardón de un ciudadano alcanzando el sitial reservado solo a otros dos uruguayos, José Batlle y Ordóñez y Julio María Sanguinetti. Es decir que en 190 años de historia solo tres ciudadanos tuvieron ese honor de la forma que establece nuestra Constitución de la República, con la salvedad que Don Pepe Batlle no fue elegido por el voto popular sino por la Asamblea General, como establecía la Constitución de 1830.

Ser Presidente por el voto popular es mérito de alguien que logra conectarse con su gente buscando cambiarle la vida, distinto a ser elegido presidente para que otro no gane. Y Vázquez fue elegido presidente en octubre de 2004 sin necesidad de ir a una segunda vuelta ante el enorme apoyo popular que recibió, y luego, en una elección un poco más ajustada, volvió a ser elegido Presidente en noviembre de 2014.

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Pero revolucionaria fue, sin duda, su primera Presidencia, porque deshizo aquel mito que establecía que la izquierda no podría gobernar el país o que Uruguay se vendría abajo. Vázquez demostró ser un Estadista con todas las letras.

Fue un duro guerrero en el campo de batalla electoral, no dio pelea por perdida, como el médico que era, luchando hasta lo último para tratar de salvar vidas de esa maldita enfermedad que se lo terminó llevando a él, ironías del destino. Incluso se empeñó en dar aquella pelea que nadie más se había animado, contra la industria tabacalera. A La Haya tuvo que ir dos veces, y las dos veces la Corte Internacional de Justicia le dio la razón, uno fue justamente en el caso de la demanda entablada por la tabacalera multinacional, la otra fue contra la pretensión argentina en contra de la soberanía uruguaya de decidir sobre Botnia, hoy UPM.

Pero además, cumplió con su promesa de campaña de crear el Ministerio de Desarrollo Social con su Plan de Emergencia y el posterior Plan de Equidad, buques insignia de otros programas que se irían desarrollando en el tiempo, como el más reciente Sistema Nacional Integrado de Cuidados. También en su primera Presidencia implantó por ley el Sistema Nacional Integrado de Salud y la reforma tributaria que terminó beneficiando a más de un 80% de trabajadores, los más sumergidos salarialmente, además de reestablecer los Consejos de Salarios. Ni qué decir del revolucionario Plan Ceibal.

Tabaré Vázquez dejó su legado al país que, como todo, tendrá sus defensores y sus detractores, pero lo que nadie podrá negar es que pasó a formar parte de la mejor historia de Uruguay.

Hasta la semana que viene…

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