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sábado, 15 de marzo de 2025
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Aquel “Río de libertad” (y de unión)

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Liliana Castro Automóviles
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El lunes pasado se cumplieron 40 años del famoso acto en torno al Obelisco, en Montevideo, donde bien podría decirse que un país entero le seguía diciendo No a la dictadura militar que nos gobernaba. Multitudinario realmente, en verdad un “río de libertad”. Decimos que los uruguayos seguían diciendo, porque ya había triunfado el No tres años antes.

Si usted sigue esta columna de lunes con frecuencia, sabrá que hemos dicho muchas veces que nos molesta cuando se quiere inculcar la idea que fue “la izquierda” (y solo la izquierda) la que se opuso a la dictadura.

Siempre tratamos que se entienda que también los partidos Colorado y Nacional se opusieron férreamente y que también sufrieron las consecuencias: tener dirigentes proscriptos, militantes exiliados, torturados, muertos, etc. Así como también hay que decir con mucha claridad, ya no hablando de partidos sino de personas, que en todos (¡pero en todos los partidos!) hubo personas que aplaudieron la dictadura y, de una u otra forma, la apoyaron.

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Marcha por la Vida - Viernes 28 de marzo, 19:15hs

Hemos dicho también otras veces que, si hablamos del tema Desaparecidos, quien creó la Comisión para la Paz fue Jorge Batlle, para sorpresa de muchos de los que pensaban que eso recién ocurriría cuando gobernara el Frente Amplio. Así como para sorpresa de muchos, los mayores avances en esas investigaciones no se dieron precisamente (como podía ser hasta lógico) cuando el Presidente de la República y el Ministro de Defensa Nacional fueron guerrilleros; hablo de José Mujica y Fernández Huidobro por supuesto.

Pero hoy quiero compartir con los lectores de EL PUEBLO algunos pasajes de una columna “40 años no es un día”) escrita por Julio María Sanguinetti, porque a decir verdad, coincidimos con cada una de sus líneas. Conste que eso no nos pasa siempre con el veterano ex Presidente colorado. En muchísimas cosas discrepamos, y si analizaramos sus presidencias, tenemos muchísimo para criticarle. Pero en este caso concreto, creemos que vale la pena leerlo y razonar su crónica, donde queda clarísimo y entendemos que de forma irrefutable, lo que decíamos al comienzo: contra la dictadura militar se opusieron todos los partidos, no solo el que hoy “saca cartel” como anti-dictadura. Leemos a Sanguinetti:

“En ese tiempo, los domingos de tardecita nos reuníamos en la casa de Don Juan Pivel Devoto, en la calle Ellauri, con Gonzalo Aguirre, Fernando Oliú, Jorge Batlle y Enrique Tarigo. También solía sumarse Carlos Julio Pereyra. Hablábamos siempre de pasos a dar, de cómo encaminábamos los movimientos, en esos momentos constantemente dificultados por las provocaciones del gobierno que presidía el Tte. Gral. Álvarez.

Después de la frustración del Parque Hotel estaba todo estacionario. En ese contexto, cierto día Jorge Batlle dice, «¿por qué no pedimos permiso para hacer un acto público el último domingo de noviembre de este año, justo un año antes del cronograma comprometido?». La idea sin duda era buena, simbólica. Su viabilidad incierta. Gonzalo Aguirre llevó la nota a la Jefatura de Policía a cargo del Coronel Washington Varela. Pasaron los días y parecía que el silencio sería la respuesta cuando, sorpresivamente, se nos informa de la autorización.

Primera duda: ¿corremos el riesgo de que nos cancelen la autorización si invitamos al Frente Amplio, todavía proscripto? Optamos por asumirlo, intentando de hecho su inevitable y necesaria desproscripción. Pienso que fue tan rápido todo, que la sorpresa no provocó una reacción. Segunda duda: ¿quién habla? El tema lo resolvió el dueño de casa que, como buen historiador, invocó el precedente de las viejas proclamas, añadiendo luego que tenía el candidato para leerla: el actor Alberto Candeau, cuya voz y apostura se ajustaban al libreto y la ocasión.

A instancias de Carlos Julio, se armó improvisamente el cuartel general en la Casa de los Lamas. Se llamó al Dr. Chiarino, por la Unión Cívica, y al Dr. José P. Cardoso y a Juan Pablo Terra, por el Frente. Se repartieron las 130 sillas del estrado igualitariamente entre los partidos y así se llegó, en la tarde del 27 de noviembre, a un acto cuya convocatoria superó todos los pronósticos, los de la dictadura sin duda y aun los nuestros.

La proclama, redactada por Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo, fue una llamarada de emoción, que sacudió al país. El texto de Aguirre fue manuscrito, el de Tarigo escrito. A instancias de Tarigo se tomó como base el de Aguirre y se le añadieron algunos párrafos suyos.

Aquella multitud enfervorizada, que llenó la avenida central del Parque Batlle, le cerraba aún más el camino a los intentos de Alvarez de que descarrilaran las eventuales negociaciones. Fue un mensaje muy fuerte.

Enseguida vino la increíble respuesta que hoy, parece algo anómalo, un exabrupto, pero es revelador del clima que se vivía en la Presidencia. En cadena de radio y televisión, con los Comandantes en Jefe a su lado, Álvarez lanzó una diatriba rabiosa: «Los patricios laureles de Rivera y Oribe, el poncho de Saravia y el sobretodo de Batlle, con todas sus sacrosantas evocaciones, han sido revolcados en el más nauseabundo de los barros (..) Pese a que el acto fuera organizado por corrientes políticas tradicionales, presidió la ceremonia un estrado donde dirigentes políticos aglutinaron su presencia y voluntad con dirigentes de partidos no habilitados, entre ellos notorios marxistas integrados en el llamado Frente Amplio, algunos condenados por delitos de subversión y terrorismo». Comparaba luego el estrado con el «cambalache discepoliano» y preguntaba: «Cuando se reclaman la amnistía y el indulto, ¿están pidiendo la liberación de los delincuentes asesinos tupamaros y sus secuaces, que mataron, torturaron, secuestraron y vejaron?».

Así se mantuvo esa actitud hasta que el histórico Pacto del Club Naval, el 3 de agosto de 1984, le puso fecha y hora a la elección y al fin de la dictadura. Fueron meses muy inciertos, pero el 15 de febrero de 1985 se instaló el nuevo Parlamento y el 1º de marzo se inauguró el nuevo gobierno democrático.

La sociedad uruguaya puede y debe mirar con respeto aquellos pasos que se dieron para recuperar esa democracia que hoy resplandece. También condenar, aunque sea en silencio, a quienes retornan a viejos enfrentamientos y recurren a la difamación o el agravio para quienes están gobernando. La democracia la debemos cuidar en el día a día, debatiendo, cambiando opiniones, criticando lo que queramos criticar, pero sin olvidar a donde nos llevaron aquellos excesos, primero orales, luego violentos.

Conmemorar no es solo recordar. Es celebrar y asumir el compromiso permanente de velar por los valores sustanciales de nuestro sistema de libertades”.

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