Por: Jorge Pignataro
Recién salido de imprenta:
Son 34 textos en prosa (crónicas o relatos breves) y 13 poemas los que componen “Una voz en tono de marrón”, el libro que acaba de publicar la artiguense Shirley Alves (nacida en octubre del 58), escritora formada en los talleres que hace unos años dictaba en aquella ciudad el salteño Leonardo Garet, a quien dedica muy especialmente este libro. En la edición de ayer, EL PUEBLO presentó al libro y a la autora, al tiempo que prometía la publicación en la edición de hoy de algunos de sus textos. Aquí van…

ARTIGAS CIUDAD FANTASMA
Mi ciudad se transforma,
sábado a la tarde.
¿Dónde está la gente?
pregunta el viajero.
Puertas y ventanas se cierran
guardando a su gente.
Las calles
son grietas abiertas
donde camina el fantasma
del sábado a la tarde.
Hay ojos con llanto,
detrás de las cortinas.
¿Dónde está la gente?
pregunta el anciano
sábado a la tarde.
Mi ciudad ha cambiado
hasta la voz, ha perdido.
Al caer la noche
se instala la calesita
de Plaza Batlle hasta la rotonda,
sábado a la tarde.
Es el ruido de los autos,
con las luces de los semáforos
que alejan al fantasma,
del sábado a la tarde.
EL RITUAL
El diario ritual
se cumple
bajo el cielo aún en penumbras;
a un silbido un relincho.
Pocas palabras,
muchas miradas,
una palmada y otro relincho…
Ensillar,
montar,
cabalgar,
hasta confundirse en la oscuridad
buscando el amanecer.
Hombre y caballo,
dos seres diferentes
forman una sola figura.
TU OLVIDO; MI RECUERDO
Una prenda sobre la silla
dice que estuviste aquí,
sobre la media noche.
Me amaste,
te amé,
te miré,
te besé.
Una y mil veces
disfrutamos el momento,
nos amamos,
nos abrazamos,
nos dormimos,
soñamos.
Y te fuiste…
olvidando una prenda.
La miro y te veo justo ahí,
delante de mis ojos,
y espero ansiosa
que vengas por ella
o por mí.
Quizás algún día
o tal vez nunca más.
Si no vienes
tengo la certeza
que un día estuviste aquí.
UN SUEÑO
Daniela era una buena alumna, aunque la maestra la observaba todos los días porque su cuaderno tenía las puntas de las hojas sucias y dobladas hacia arriba.
-¡Voy a tener que hablar con tu mamá! – Le dijo con voz ronca la maestra.
Ella no respondió, pero la expresión de sus ojos decían todo. Sabía que su mamá no podría atender el llamado de la maestra, hacía mucho tiempo que no salía a la calle, sus piernas con várices y erisipela no le permitían caminar más que adentro de la pieza donde vivían.
Cuando Daniela llegaba de la escuela tenía que hacer los mandados, colgar la ropa, hacer sus deberes para luego ir a jugar hasta que comenzara a oscurecer.
Era su último año de escuela, pero…soñaba con conocer el mundo, viajar en crucero, en avión o en tren bala (los que únicamente conocía de verlos en las fotos de sus libros). Sabía que no podría seguir estudiando porque el liceo quedaba muy lejos y no tenía cómo trasladarse.
-¡Otra vez las hojas dobladas! – Exclamó entre dientes la maestra.
-Se me doblan sin querer, respondió tímidamente la niña, bajando la cabeza.
-Voy a escribir un billete a tu mamá ya que ella no viene cuando la llamo.
Y la maestra comenzó a escribir y fueron hojas y hojas de cuaderno.
Al llegar a su casa le entregó el cuaderno a la madre, que no entendió nada de aquel discurso.
Se aproximaban las vacaciones de julio, era el último día de clase, la madre le había arreglado el cuaderno, apretando las puntas con un broche para pelo de los que llaman “Crick crack” o “sapitos”.
-Abran los cuadernos – ordenó la maestra.
Cuando Daniela lo hizo quedó inmóvil, las hojas de su cuaderno comenzaron a llenarse de agua, pudo ver a lo lejos el tan soñado crucero y desde un pequeño bote que se acercaba a la playa, escuchó que la llamaban…
Danielaaaaa!!! Danielaaaa!!! Ven
Sin pensar un instante y sin despedirse, se subió al bote que la llevó hasta el crucero que lentamente comenzó a desaparecer en el horizonte.
Nunca más tuvieron noticias de Daniela.